Beagle: a tres décadas de la guerra que no fue
Hace 30 años la Nochebuena estuvo a punto de no ser buena y mucho menos un día de paz y amor para argentinos y chilenos.
Sin embargo, la suerte, que parecía echada --los trenes viajaban al sur no sólo cargados de tropas y armas, sino también de ataúdes para poner los muertos--, en pocos minutos giró 180 grados y permitió que miles de hombres continuaran con vida y hoy pudiesen contar una historia diferente, aunque también significó la pérdida de territorio nacional.
El antiguo conflicto limítrofe del canal de Beagle adquirió visos ciertos de guerra en 1977, cuando el laudo arbitral británico dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennox, así como los islotes adyacentes, pertenecían a Chile.
Esto significaba un completo desastre para nuestro país porque no sólo reconocía la soberanía chilena, sino que ese país adquiría el derecho a la proyección marítima de 200 millas en el Atlántico.
El fallo fue inmediatamente rechazado por nuestro país, que intensificó la presión militar sobre su vecino.
A tal punto había llegado la decisión de ir a la guerra que el gobierno nacional planificó bajo el nombre de "Operación Soberanía" un plan de acción militar para ocupar las islas del canal e invadir territorio continental chileno.
Pero no sólo la diseñó, sino que la puso en marcha la noche del 21 al 22 de diciembre de 1978.
Según el plan, a las 20 del día 22 la flota de mar y el Batallón 5 de Infantería de Marina ocuparían las islas Freycinet, Hershell, Wollaston, Deceit, y Hornos y dos horas más tarde los batallones Nº 3 y Nº 4 ocuparían las islas Picton, Nueva y Lennox logrando además el control del canal de Beagle.
La ofensiva terrestre se iniciaría las 0 con efectivos del V Cuerpo de Ejército, a cargo del general José Antonio Vaquero, que atacarían desde la provincia de Santa Cruz tratando de conquistar el máximo territorio chileno de la zona patagónica. Simultáneamente, la Fuerza Aérea Argentina iniciaría bombardeos estratégicos.
La "Operación Soberanía" también preveía que a las 6 del 23 de diciembre de 1978 la Fuerza Aérea procedería a la destrucción de su similar de Chile en tierra.
En una fase posterior, el plan incluía lanzar una ofensiva utilizando al III Cuerpo de Ejército, en la zona del Paso Los Libertadores - Paso Maipo y Paso Puyehue (hoy Paso Fronterizo Cardenal Samoré) con el propósito de cortar las comunicaciones en el territorio de Chile continental.
Esto incluía la conquista, con el apoyo de la flota de mar, de una ciudad del litoral, probablemente Puerto Williams, mientras que la Fuerza Aérea apoyaría las operaciones marítimas y terrestres.
Pero las acciones no se circunscribirían al extremo sur del continente ya que el III Cuerpo de Ejército tenía como misión partir desde Mendoza y cortar las comunicaciones en el centro de Chile, ocupando los alrededores de Santiago y, si era posible, Valparaíso, en un plan que no pocos especialistas luego considerarían como excesivamente ambicioso.
Como reserva se había destinado en Comodoro Rivadavia a la II Brigada de Caballería, dependiente del II Cuerpo de Ejército, que viajó hacia el sur del país para prevenir una posible invasión chilena por el sector de Río Mayo (Chubut).
En cuanto a las operaciones navales, la Armada Argentina, al mando del contraalmirante Humberto Barbuzzi tenía como misión oponerse a la acción de la escuadra chilena y apoyar la conquista de las islas al sur del canal Beagle.
Las naves argentinas fueron divididas en dos grupos. El primero estuvo encabezado por el portaviones "25 de Mayo", el destructor misilístico "Hércules" y las flamantes corbetas misilísticas "Drummond" y "Guerrico".
El segundo fue encabezado por el crucero "General Belgrano" y los destructores "Bouchard", "Rosales" y "Piedra Buena" con la misión de cubrir a la fuerza de desembarco compuesta por el buque de desembarco "Cándido de Lasala" y el buque de desembarco de tanques "Cabo San Antonio".
La Fuerza Aérea, en tanto, tuvo como directiva principal iniciar bombardeos contra objetivos militares de las ciudades de Punta Arenas y Puerto Williams, y la destrucción de la Fuerza Aérea chilena. Luego, se supo, también debía dar apoyo a las naves argentinas.
Por entonces se estimaba que las bajas entre ambos bandos llegarían a los 50 mil muertos en el transcurso de la guerra.
Cuando la maquinaria bélica nacional ya se había puesto en marcha y la guerra parecía inevitable, una fuerte tormenta demoró el inicio de las operaciones y dio tiempo a la llegada a Buenos Aires de la noticia que el papa Juan Pablo II había ofrecido mediar en el conflicto.
Tras una hora de discusión en la junta militar se aceptó la mediación papal y todas las unidades recibieron la orden de abortar el ataque.
"Sobrevino una discusión muy dura. No era fácil parar la maquinaria de guerra porque ya se había dado la orden, los buques navegaban rumbo al objetivo (...). En ese momento era muy difícil decir `Muchachos, paremos...", recordó, años después, el general Videla en un reportaje periodístico.
Mucho tuvo que ver en esto el respeto por la autoridad del Sumo Pontífice y la oposición a una guerra por parte de potencias como los Estados Unidos.
Además, si bien la Argentina era militarmente más fuerte que Chile, existían serias dudas sobre la posibilidad de una victoria rápida y contundente como pensaban algunos generales.
Hay quienes aseguran que en el frente se produjeron combates aislados con algunos muertos y heridos, pero jamás se aportaron evidencias al respecto y todo forma parte de los mitos de una guerra que no fue.
ADRIAN LUCIANI
Halcones y palomas. Dentro del gobierno militar hubo dos bandos principales con diferentes visiones sobre la guerra. Los moderados eran Videla, el jefe del Ejército, Roberto Viola y sectores de la Fuerza Aérea. Entre los duros revistaban los generales Carlos Guillermo Suárez Mason, Leopoldo Fortunato Galtieri, José Antonio Vaquero y Luciano Benjamín Menéndez y la Armada conducida por el almirante Emilio Eduardo Massera.
Pinochet quería invadir Bahía Blanca
Años después de la finalización del conflicto Augusto Pinochet sostuvo en un libro que su ejército tuvo 10.000 hombres dispuestos a llegar hasta Bahía Blanca y desde ahí cortar todos los pasos hacia el sur, dividiendo a la Argentina en dos.
Según el ex jefe de Estado chileno, él le advirtió al entonces presidente argentino Jorge Rafael Videla:
"Mira, la guerra no sería allá (en el sur), como dicen ustedes... sería desde Arica, desde Sapaleri (en el extremo norte), hasta el Cabo de Hornos. La guerra es total.
" Eso --continuó Pinoche--, los anduvo frenando un poco, porque les quedó claro que no podrían hacer una guerra allí".
También reconoció que un triunfo chileno sobre la Argentina hubiera sido muy difícil.
"Se hubiera tratado de una guerra de montonera, matando todos los días, fusilando gente, tanto por parte de los argentinos como por nuestra parte, y al final, por cansancio, se habría llegado a la paz. Llegamos al borde de la navaja. No fuimos a la guerra, pero si hubiéramos entrado en ella nos habríamos empeñado con todos los medios y a lo mejor no nos habría ido tan mal", señaló.
Una mirada desde el lado chileno
Para conocer íntimamente cómo vivieron las Fuerzas Armadas chilenas el conflicto de 1978 una buena opción es leer el libro "La escuadra en acción", de Patricia Arancibia Clavel y Francisco Bulnes Serrano.
Los autores cuentan que el martes 19, en los fondeaderos de guerra, el comandante de la escuadra chilena, almirante Raúl López Silva seguía con atención los acontecimientos.
Según la publicación, muy temprano en la mañana, en la radio a pila que tenía en su camarote, el almirante chileno escuchó el informativo de Radio Minería en el que el canciller argentino declaraba "que se había agotado el tiempo de las palabras y comenzaba el tiempo de la acción en las relaciones con Chile".
Su reacción fue inmediata: "Ordené a todos los buques comenzar a prepararse para el zarpe". En eso estaba, cuando llegó un mensaje urgente del comandante en jefe de la Armada. El texto era breve y contundente: "Prepararse para iniciar acciones de guerra al amanecer, agresión inminente. Buena suerte". Para las tripulaciones se trataba de la señal más evidente de que faltaban pocas horas para la batalla. (...)
El libro señala que, mientras tanto, a varias millas náuticas de distancia, la flota argentina enfrentaba un intenso temporal. El mal tiempo había afectado gravemente la capacidad operativa del portaaviones "25 de Mayo", dificultándole en extremo realizar maniobras aéreas. Además, las fuertes marejadas estaban desgastando a las tripulaciones de la flota, que sufría los efectos de un mar tempestuoso. En la sala de comunicaciones del Edificio Libertad, sede del Comando Naval en Buenos Aires, comenzaron a recibirse informaciones preocupantes desde el extremo sur.
"El contralmirante (Humberto) Barbuzzi narró tiempo después al nuncio Pío Laghi que `las olas eran impresionantes, de 12 metros de altura, y el mar estaba tan encrespado que era inimaginable siquiera intentar maniobras de aproximación alguna a las islas'. Dadas las circunstancias, la flota argentina resolvió retromarchar, esperando que mejoraran las condiciones atmosféricas. Así lo detectó la Aviación Naval chilena, informando de inmediato a la Escuadra".
Cronología.
1970. Chile y Argentina aceptan someter el diferendo al arbitraje del Reino Unido
1977. El 22 de mayo se conoce el laudo arbitral que dictamina que las islas Picton, Nueva y Lennox así como los islotes adyacentes pertenecen a Chile. Nuestro país declara nula la sentencia. A partir de ese momento la Argentina intensifica la presión militar sobre Chile.
1979. El 8 de enero se firma el acta de Montevideo fruto de la mediación papal. Ambos gobiernos se comprometieron a no hacer uso de la fuerza, retornar al statu quo militar de comienzos de 1977 y se abstendrían de tomar medidas que turbasen la armonía entre las dos naciones.
1980. El 12 de diciembre el Papa, Juan Pablo II, da a conocer su propuesta para la solución del conflicto. Esta (primera) propuesta papal otorgaba las islas en disputa a Chile, mientras que la zona marítima en cuestión, un triángulo con un vértice en el extremo oriental del Canal Beagle y un lado sobre el meridiano del Cabo de Hornos, sería una zona económica compartida por Chile y la Argentina. El 25 de diciembre Chile la acepta, Argentina no se pronuncia.
1981. El 25 de marzo nuestro país solicita más precisiones y detalles. La Junta Militar no vuelve a expedirse sobre el tema.
1984. El gobierno de Raúl Alfonsín somete la cuestión a un plebiscito nacional. El 25 de noviembre los argentinos fueron a las urnas y aprobaron el acuerdo. El Sí obtuvo 82% de los sufragios, el No un 16% y se registró un 2% de votos nulos o blancos.