Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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Mario Soffici, prisionero de su autoridad, talento y disciplina

Director, actor y maestro del teatro y el cine, Mario Soffici realizó cuarenta largometrajes entre los años 1935 y 1961, participó como intérprete en otros muchos y cumplió una amplia labor en calidad de guionista y adaptador. Es posible agrupar sus películas en dos segmentos diferenciables: el drama urbano y la denuncia social costumbrista o socio-folklórica. En este segundo grupo figuran los cuatro filmes que conforman lo que se ha dado en llamar el ciclo de cine testimonial de Soffici: Kilómetro 111 (1938), El viejo doctor (1939), Prisioneros de la tierra (1939) y Héroes sin fama (1940).






 Director, actor y maestro del teatro y el cine, Mario Soffici realizó cuarenta largometrajes entre los años 1935 y 1961, participó como intérprete en otros muchos y cumplió una amplia labor en calidad de guionista y adaptador.


 Es posible agrupar sus películas en dos segmentos diferenciables: el drama urbano y la denuncia social costumbrista o socio-folklórica. En este segundo grupo figuran los cuatro filmes que conforman lo que se ha dado en llamar el ciclo de cine testimonial de Soffici: Kilómetro 111 (1938), El viejo doctor (1939), Prisioneros de la tierra (1939) y Héroes sin fama (1940).


 A las cuatro las realizó entre 1938 y 1940. El país estaba gobernado, entonces, por Roberto M. Ortiz y Ramón S. Castillo, una fórmula impuesta por el presidente Agustín P. Justo que, fraude mediante, ganó las elecciones del 15 de septiembre de 1937. Casi ciego, el 3 de julio de 1940 Ortiz delegó el mando en el vicepresidente Castillo.

Los inicios.




 Soffici se había iniciado en el largometraje con El alma del bandoneón (1935). A este filme le seguirían otros tres antes de realizar, en 1937, su primera obra de envergadura: Viento norte, un cuadro de evocación autóctona, adaptado en base a dos episodios de Una excursión a los indios Ranqueles, de Lucio V. Mansilla.


 Viento norte fue una suerte de prólogo a ese ciclo de cine testimonial. En Kilómetro 111, el costumbrismo intuitivo dio paso a un enfoque más crítico de la realidad. La película es una denuncia de los monopolios cerealeros vinculados con el transporte ferroviario y su moderna contrapartida: las rutas y los camiones.


 El guión de Enrique Amorin, Sixto Pondal Ríos y Carlos Olivari recogía la inquietud de la época acerca del colonialismo económico y condenaba al intermediario como factor de presión.


 Interpretada por Pepe Arias, Angel Magaña, Delia Garcés y José Olarra, la película incluía ciertas variantes propias de la comedia y el melodrama, pero era la porción de entretenimiento presente en casi todas las películas del director.


 El viejo doctor denuncia --sin profundizar demasiado en el tema-- la transformación de la Medicina en negocio privado. En otros términos, el desplazamiento de los médicos que ejercen la profesión como "apostolado" y la aparición de clínicas con una fuerte impronta comercial.


 El guión también fue escrito por Amorin, Pondal Ríos y Olivari y tampoco excluye el melodrama. Los personajes fueron asumidos por Enrique Muiño, Alicia Vignoly, Angel Magaña, Roberto Airaldi y Elvira Quiroga.

En la década infame.




 Héroes sin fama narra la lucha del periodismo libre contra el fraude, la intimidación, la extorsión y los crímenes políticos de los años treinta, una época también conocida como "década infame". El escenario es un pueblo de provincia y la historia, matizada con algunos apuntes risueños y una convincente pintura costumbrista.


 El protagonista es un farmacéutico promovido a intendente a instancias del caudillo del pueblo. Al asumir, se propone sanear las finanzas, expulsar a los "coimeros", asfaltar el sector céntrico y fundar una biblioteca. El elenco estuvo encabezado por Angel Magaña, Elisa Galvé y José Olarra.


 Pero la película fundamental de Soffici, la más conocida, que se convirtió en un clásico del cine argentino y permaneció por muchos años como modelo de un cine enraizado en la auténtica fisonomía del país, es Prisioneros de la tierra.


 En este filme, el director consolidó las ideas enunciadas en sus precedentes de ese ciclo social: el drama rural, los caracteres humanizados por la descripción naturalista del paisaje hostil, la muerte, la soledad, el dinero y la predestinación trágica del amor, aunque sin excluir --como ya se dijo-- un toque de comedia y de melodrama.


 El guión literario fue esbozado por Ulises Petit de Murat y Darío Quiroga (hijo de Horacio Quiroga) durante la permanencia de ambos en un sanatorio de Ascochinga, Córdoba, para reponerse de su tuberculosis.


 El proyecto llevó inicialmente el título Desterrados, como el cuento de Quiroga que sirvió de base para el guión literario. Cuando Petit de Murat regresó a Buenos Aires, entregó el guión al actor José Gola, quien a su vez se lo alcanzó a Soffici, por considerarlo el "director ideal" para encarar un proyecto de esa índole.

El llamado de la selva.




 El historiador Domingo Di Núbila cita una expresión de Soffici referida a su interés por el tema: "Yo recién terminaba de leer La vorágine, de José Eustasio Rivera, y sentía el llamado de la selva".


 "Esta breve declaración --añade Di Núbila-- descubre el fermento espiritual del que surgieron los filmes de Soffici en aquel período. Era un artista obediente a las fuerzas interiores que lo impulsaban a expresar sus ideas, sentimientos y visión del mundo".


 De común acuerdo, Soffici y Petit de Murat decidieron explorar otros tres cuentos de Quiroga: Una bofetada, Un peón y Los destiladores de naranjas, y modificar el título inicial por otro que definiera mejor el perfil de la película. Y así surgió Prisioneros de la tierra.


 El argumento describe, simultáneamente, la explotación de los mensús en los yerbatales misioneros y la influencia ejercida por la selva sobre los hombres que la habitan. En un rapto de delirium tremens, producto de su alcoholismo, un médico mata accidentalmente a su hija, novia de un mensú, quien descarga su ira sobre el mayordomo, un hombre habituado a maltratar a sus peones. El mensú asiste al entierro de la muchacha y allí es asesinado por los capangas.


 Los personajes fueron interpretados por Francisco Petrone, Angel Magaña, Raúl de Lange, Roberto Fugazot, Homero Cárpena y Elisa Galvé. Muchos años después, Soffici afirmó que la película "se pudo hacer en un efímero páramo de libertad y que en diez, veinte o treinta años posteriores hubiera sido tildada de peronista o comunista o no se hubiera podido filmar".


 En lo personal, a Soffici se lo recuerda por su solidez moral y la sugestión de su autoridad basada en el talento, la disciplina, la capacidad de trabajo y el respeto a sus colaboradores.