Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

Velocidad, técnica y caras de placer

Una encordada de calidad, tanto para escuchar como para seguir atentamente su diapasón pasó anoche por el Teatro Municipal. La presencia imponente de Luis Salinas y su guitarra, sumada a la de los demás músicos y a distintos temas clásicos argentinos conformaron el combo perfecto para vivir una velada emocionante.
Velocidad, técnica y caras de placer. Seguridad. La Nueva. Bahía Blanca


 Una encordada de calidad, tanto para escuchar como para seguir atentamente su diapasón pasó anoche por el Teatro Municipal. La presencia imponente de Luis Salinas y su guitarra, sumada a la de los demás músicos y a distintos temas clásicos argentinos conformaron el combo perfecto para vivir una velada emocionante.


 El guitarrista se encargó una vez más de demostrar que a sus dedos les sobra velocidad y técnica para ejecutar gran cantidad de obras. Esta vez y casi sin parar tocó con gran soltura clásicos nacionales pertenecientes al tango y al folklore.


 Todos ellos forman parte de su nuevo trabajo discográfico compuesto por cinco discos que conforman en total 74 canciones.


 La primera parte comenzó con el tango La golondrina y continuó sin parar con la zamba La añera y La chacarera de Juan.


 Entonces ingresó el percusionista Alejandro Tula para acompañarlo con los temas La que nunca tuvo novio/silbando, Palomita blanca, Danzarín, Milonga de mis amores y Naranjo en flor.


 Otra de las presencias destacadas fue la del gran pianista Javier Lozano. Juntos realizaron un mix entre El choclo y 9 de julio, que dejó impactados a los plateístas.


 A partir de allí llegó el homenaje a Carlos Gardel de la mano de Arrabal amargo, Cuesta abajo y Volvió una noche.


 Continuaron con Mi Buenos Aires querido y para concluir el primer segmento llegó La última curda, en un sentido homenaje a Troilo.

Más folklore




 La segunda parte encontró a un Salinas más distendido. Ya no vestía su saco. Comenzó con algunos malos entendidos con el sonidista pero el problema no tardó en solucionarse.


 Esta introducción fue nuevamente con tres temas consecutivos. Fue el turno de Pastor de nubes, Pomeña y Zamba azul.


 Entre zambas, chacareras y vidalas el repertorio transitó por una opción que se volvió recurrente: los finos punteos de Salinas fueron respondidos por los espectadores con silencios propios de admiración, placer y hasta sorpresa. Cada vez que estos concluían, el aplauso se tornaba interminable. Sólo lo detuvo el siguiente tema.


 Para el final, quedaron La López Pereyra y El separado. La frutilla del postre fue La Cumparsita.


 Los amantes de la guitarra se dieron una panzada de punteos y rasguidos (estos en menos cantidad), los que generaron, a la salida del teatro, muchas caras de placer.