Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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"La vida es insoportable para los que no saben por qué viven"

En Camino hacia la felicidad, escrito hace 53 años, el obispo de sangre irlandesa indicó que la vida no es una trampa ni una ilusión. Y que sólo lo sería si no se creyese en un infinito ser superior. A partir de la natural insatisfacción del hombre, éste sabe que ha sido como un ser capaz de tres cosas, de las que nunca tiene lo suficiente: quiere la vida para siempre y sin envejecimiento o enfermedad que la amenace; también quiere aprehender toda la verdad; y quiere el amor, no limitado temporalmente, ni mezclado con la saciedad o la desilusión, sino el que es un éxtasis permanente.

En Camino hacia la felicidad, escrito hace 53 años, el obispo de sangre irlandesa indicó que la vida no es una trampa ni una ilusión. Y que sólo lo sería si no se creyese en un infinito ser superior.






 A partir de la natural insatisfacción del hombre, éste sabe que ha sido como un ser capaz de tres cosas, de las que nunca tiene lo suficiente: quiere la vida para siempre y sin envejecimiento o enfermedad que la amenace; también quiere aprehender toda la verdad; y quiere el amor, no limitado temporalmente, ni mezclado con la saciedad o la desilusión, sino el que es un éxtasis permanente.


 En Camino hacia la felicidad, Fulton J. Sheen señaló que, con urgencia, es necesario restaurar en el hombre el respeto de sí mismo y darle el honor que se merece.


 "Rehaz a un hombre y entonces se hace su mundo."


 Este clásico de la literatura religiosa fue escrito en 1954 y reeditado por la editorial San Pablo, una firma católica cuya misión es comunicar valores y generar cultura con una integral visión del ser humano.


 Nacido en 1885 y ordenado sacerdote en 1919, Fulton fue uno de los primeros predicadores del mensaje cristiano por los medios de comunicación. En este libro, partió de la búsqueda de la vida, la verdad y el amor, los cuales no pueden ser alcanzados en plenitud, porque la vida está ensombrecida por la muerte; la verdad se confunde con el error, y el amor se mezcla con el odio.


 El hombre, entonces, procura ir más allá de este mundo limitado y alcanzar la fuente de donde derivan esas tres cosas en estado puro, es decir, busca a Dios.

El yo que esclaviza.
Fulton alertó que la egolatría o el egoísmo es la principal causa de infelicidad, porque sitúa al yo como una planta primordial alrededor de la cual deben girar todos. Luego, escalonó a la envidia, después a la codicia y, por último, a los celos.





 "Uno de los más grandes errores es pensar que la complacencia viene de algo exterior a nosotros, más que ser una cualidad del alma."


 El sacerdote dijo que tratar de hacer feliz a una persona disgustada es como tratar de llenar un colador con agua.


 "Si el yo interior es infeliz por las faltas morales y culpas no expiadas, nada exterior puede darle descanso al espíritu. Lo que amamos en exceso con frecuencia nos aflige en exceso. El hombre disgustado nunca es rico, aunque tenga demasiado".


 Respecto de la alegría, sostuvo que no es frivolidad y que un corazón jovial siempre encuentra suave el yugo y ligera la carga.


 "Nadie es peligrosamente infeliz, excepto el individuo que no sabe lo que significa la felicidad. La vida es insoportable para los que no saben por qué viven."


 Ya en 1954, Fulton advirtió que el hombre moderno estaba demasiado absorbido por las cosas exteriores que se convierten en fuentes de miseria y aterrorizado por guerras, depresiones, inseguridad y el vacío de la vida.


 "El hombre moderno ha sido humillado, ya que ni sus orgullosas expectativas de progreso ni de ciencia han obtenido lo que él esperaba. Sin embargo, no ha llegado al punto de humillarse a sí mismo. Todavía es prisionero de su propio yo, por eso no es capaz de ver nada más allá de sí. Quizás se les permita a los psicoanalistas sondear sus pensamientos durante unos pocos años más, pero no está lejano el tiempo en el que los hombres proferirán un frenético llamado a Dios, para que los eleve de la cisterna vacía de sus propios egos".


 Tras enfocar al amor desde diversos ángulos, Fulton se expresó sobre la filosofía del placer, el trabajo, el reposo, la maternidad, los padres, los hijos, la adolescencia, la autodisciplina, el miedo y la ética.


 "Los mejores días están por venir, aunque en el medio se interpone la purificación en la que aprendemos que así como los rayos no pueden sobrevivir sin el sol, tampoco nosotros podemos prosperar sin Dios".


 Fulton afirmó que esa esperanza se puede transformar en victoria mediante un nuevo despertar piadoso o bien por estar al borde del desastre, hasta que desde las profundidades de nuestra insuficiencia se reclame la bondad de Dios.


 "Las alegrías más intensas y permanentes llegan sólo a quien está dispuesto a practicar un cierto dominio de sí mismo y a sobrellevar el fastidio de una disciplina preliminar. La mejor visión es la que se hace desde la cima de la montaña, pero llegar hasta ella puede ser arduo."


(con foto)

El protagonista

* Fulton J. Sheen nació en El Paso, Illinois, en 1885, en el seno de una familia de tradición irlandesa. Ordenado sacerdote en 1919, enseñó Filosofía en Oxford y Columbia.
* Nombrado párroco de San Patricio, la parroquia más pobre de Peoria (estado de Illinois), en 1930 inició La hora católica, un programa radial que mantuvo por 22 años. Eran tiempos de una terrible crisis económica. En forma simultánea escribió El cuerpo místico de Cristo.
* Consagrado obispo de Nueva York en 1951, condujo por televisión La vida vale vivirla, serie que llegó a tener una audiencia semanal estimada en los 30 millones de telespectadores.
* Fulton murió el 9 de diciembre de 1979. Tenía 84 años. En septiembre de 2002, la Congregación para la Causa de los Santos, abrió el proceso de su canonización y le confirió el título de Siervo de Dios.



Hijo leal.
"¡Has escrito y hablado bien de nuestro Señor Jesucristo. Eres un hijo leal de la Iglesia", le dijo el Papa Juan Pablo II a Fulton J. Sheen en 1979, cuando lo abrazó en la catedral de San Patricio.