La influencia de la magia en la historia argentina
BUENOS AIRES (Télam) -- Apartada de la ciencia y de la religión, hay una concepción del mundo que persiste en comprender la existencia como una acumulación de hechos mágicos, una manera extraña para muchos de mirar la realidad, sobre la que trabajó Juan Pablo Bubello, historiador y becario del CONICET.
Bubello, quien estudia desde hace diez años la historia cultural de la magia en Buenos Aires durante el siglo XX, habló acerca de este fenómeno cultural que sigue teniendo vigencia en Buenos Aires, lejos de la imagen "científica y moderna" de la ciudad.
"Una imagen que es tan sólo un mito, una construcción cultural de las elites que gobernaron el país", dijo Bubello.
--Usted estudió la historia de la magia en Buenos Aires en el siglo XX. ¿Qué tipo de magia?
--Ni la de David Copperfield ni la de Harry Potter. Hay un sentido moderno de la palabra mágica que está vinculado con los trucos, con la fantasía. Pero al hablar de magia como fenómeno cultural me refiero a una forma, diferente de la ciencia y de la religión, de representarse el mundo. La astrología, por ejemplo, es una forma de representarse el mundo en términos mágicos. Si uno piensa que porque el sol entra en la casa de Sagitario, mañana conseguirá un mejor trabajo, está elaborando una imagen del mundo. Yo no estudio si la magia es eficaz: no soy mago ni defiendo a los magos. Lo que me interesa es que haya ciertas personas que crean en eso.
--Hablaba de que la magia es diferente a la religión. ¿En qué radica la diferencia?
--Una persona creyente va a rezar a la divinidad, pero no tiene certezas sobre el resultado final de lo que está pidiendo. Una persona que cree en la magia está segura del resultado final, por ejemplo en el conjuro: si uno hace determinadas cosas, a cierta hora, en algún lugar, pasa tal cosa. O cree que pasa tal cosa. En mi investigación, no busco demostrar si lo que creen efectivamente pasa. Lo importante es que tanto la religión como la ciencia atacan a la magia.
--¿Cómo la atacan?
--Tiene una larga tradición en Occidente. La Iglesia siempre vio en el mago y en las prácticas mágicas algo demoníaco, y siempre se lo persiguió asociándolo con la imagen del mal. Hubo picos de represión, con la caza de brujas en los siglos XV y XVI. Esa tradición llega hasta la actualidad; todavía existe el discurso anti-mágico en referentes de la Iglesia y en documentos oficiales. Son clásicos los ataques contra los espiritistas, por ejemplo. Hoy se pueden leer reportajes a intelectuales u obispos que hablan de las personas que creen en la magia como gente vinculada a Satán.
La otra línea de persecuciones es a través de la ciencia, que le asigna la categoría de superstición o de incultura. Básicamente, en Buenos Aires siglo XX, los que persiguen a la magia son los médicos, porque dicen que si uno cree en la magia y va a ver un curandero, lo va a terminar matando. Se constituyó, para eso, una figura legal, el ejercicio ilegal de la medicina.
--Para la religión, la magia es demoníaca; para la ciencia, es superstición. ¿Se puede definir qué es lo mágico?
--Hay una gran discusión histórica. Para distinguir un mago (adivino, astrólogo, tarotista) de un sacerdote o un médico debe cumplir con cuatro requisitos básicos. En primer lugar: debe ser un mediador entre el cliente que lo visita y el más allá (sea lo que sea ese más allá). Luego le propondrá al cliente un resultado concreto y después hay transmisión iniciática e individual del conocimiento: es de maestro a discípulo. Ellos tienen, o creen tener un saber que no tienen por qué difundir. El último elemento es el principio de correspondencia. El mago, gracias a sus poderes, influye, a través del más allá, en el más acá.
--¿Y ahora hay gente con esta concepción?
--Por supuesto. Una de las cosas que yo quisiera demostrar es que la Buenos Aires científica y moderna es tan sólo un mito, una construcción cultural de las elites que gobernaron el país a principios del siglo XIX. Pero a lo largo de todo el siglo XX se encuentran muchísimos personajes que seguían representándose el mundo en términos mágicos.
--¿Por ejemplo?
--La madre María de la época de Hipólito Yrigoyen. López Rega, quien antes de ser ministro peronista, había publicado un libro titulado "Astrología esotérica".
--¿Pero cómo es que las prácticas mágicas se desarrollan tanto como para estar cerca de los presidentes?
--La mayoría de las prácticas llegan con los españoles, a partir del siglo XVII. Así como trajeron la religión católica, trajeron la magia. Y con la oleada inmigratoria entre 1860 y 1914, llegan nuevas formas de la magia: teósofos, espiritistas, antropósofos, gnósticos. Entre esas dos grandes corrientes que traen la magia hay una gran diferencia: la más antigua era poco erudita, muy elemental en los ritos, muy arcaica. La más moderna implica un mayor nivel intelectual, lectura y escritura de libros.
--¿Cómo rastrea los orígenes de esta disciplina?
--Me manejo con documentos. El Estado se encarga de perseguir a los que compiten contra los médicos, a través del ejercicio ilegal de la medicina, desde 1921. Dentro del universo de los magos, los que se dedican a sanar son perseguidos. Y cuando el Estado los detecta, se arma un sumario penal, que me sirve como fuente.
--¿O sea que uno puede ver el mundo de una manera científica o religiosa, pero no mágica?
--Para el Estado, no. En realidad, no toda la magia se prohibe, lo único que le interesa al Estado es preservar la salud pública. Cuando trabaja un tarotista, no pasa nada, pero cuando es un sanador, es ilegal.
--Entonces los sumarios con los que usted trabaja son los del Estado a los magos.
--No solamente. Hay otra manera, que es la de la estafa. El cliente, fastidiado porque el resultado no es el que el mago predijo, le inicia un juicio para que le devuelva la plata. Deja de creer en la magia, luego de ver que no se cumplieron las predicciones.