El mural
Hace 41 años, el 29 de mayo de 1965, se descubrió en el Colegio Don Bosco el atractivo mural de Vieytes y Moreno.
La historia del establecimiento está íntimamente ligada con la llegada de los salesianos a la ciudad. "Estoy preocupado por la vida espiritual de los bahienses; se hace necesario traer una comunidad de religiosos", comentó, a fines del siglo XIX, el párroco José Arosa.
Su deseo tuvo respuesta: en marzo de 1890, el vicario apostólico de la Patagonia, monseñor Juan Cagliero, envió los primeros salesianos a nuestra catedral.
De inmediato, los sacerdotes levantaron, en el patio de la iglesia, una modesta aula de ladrillo y barro. Cinco años más tarde, crearon el primer colegio secundario de la ciudad y, en 1897, se mudaban al solar de la calle Vieytes que aún ocupan. Sesenta y ocho años después, en 1965, sus autoridades decidieron reflejar, mediante un mural, la obra de Don Bosco en la Patagonia.
Utilizando pequeños mosaicos, el profesor salesiano Aurelio Friedrich conjugó su rico proyecto "con ritmos ágiles, aunando armoniosamente la estilografía del primitivo mosaico romano y la frescura del bizantino", según explicó.
La colorida combinación de las teselas de 2 centímetros destaca, en un panel de 88 metros cuadrados, a las Misiones Salesianas sobre un paisaje de la precordillera. Más abajo, se ve a un estudiante, un artesano y un adolescente en el oratorio, todos enmarcando a Don Bosco.
El mural fue bendecido por el arzobispo, monseñor Germiniano Esorto, y se conserva en excelente estado, con sus 41 años de vida. Nada que debiera sorprender para una obra inspirada en la labor de los salesianos en estas tierras.