Completar el nivel secundario es vital por varios motivos
Hay evidencia suficiente de que el nivel educativo formal brinda elementos que permiten el cuidado del cuerpo y la prevención de gran cantidad de enfermedades. Aunque los mecanismos, según el autor de esta nota, estarían por descubrirse.
Dr. Carlos J. Regazzoni (*)
El problema de quien no completa la educación secundaria alcanza aristas que habitualmente no se incluyen en los debates sobre el tema. Se trata de una experiencia educativa fallida que expone a la persona a mayor riesgo de no conseguir trabajo, de tener peor paga, y de quedar excluido de buena parte de la riqueza de la cultura. Pero hay una dimensión médica del problema, que no es menos trascendente.
La cantidad de años de instrucción que se recibe durante su niñez y juventud afectan profundamente las expectativas y la probabilidad de contraer enfermedades a lo largo de toda la vida adulta.
No terminar el colegio secundario, por ejemplo, duplica el riesgo cardiovascular, la incidencia de diabetes y colesterol alto, más la ocurrencia de artritis.
Estudios realizados en Estados Unidos, Europa y Asia han demostrado sistemáticamente que el secundario incompleto se asocia a un riesgo dos veces mayor de morir de infarto entre los 25 y los 65 años de edad. Además, un estudio español concluyó que casi todos los tumores son más frecuentes en personas con menos años de instrucción respecto de las más instruidas, y la letalidad de los mismos es mucho mayor en quienes fueron menos cantidad de años a la escuela.
Esta relación entre educación formal y salud va más allá de la incidencia de la instrucción sobre el nivel de pobreza. Independientemente del salario, el lugar de residencia y otros factores que afectan fuertemente el riesgo de muerte de un ser humano, todas las investigaciones demuestran que las personas con menos años de estudio van a morir, entre los 25 y los 65 años de edad, a un ritmo por lo menos dos veces más acelerado que su contrapartida con mayor tiempo en la escuela. Este fenómeno se ha visto incluso en países como el Reino Unido, donde la cobertura sanitaria es casi universal y bastante igualitaria.
Como ejemplo, se ha visto en diversas investigaciones que el grupo de quienes tienen colegio secundario incompleto vivirá, en promedio, 10 a 12 años menos que el grupo con estudio universitario. Más aún, un estudio norteamericano evidenció que un infarto del corazón es dos veces más letal si ocurre en una persona con sólo siete años de instrucción escolar, respecto de su contrapartida mejor instruida.
Cabe aclarar que este bajo nivel de escolaridad es muy frecuente en nuestro país. De acuerdo con los datos del censo 2001, sólo el 34 por ciento de las personas mayores de 25 años de edad tiene un secundario completo o nivel de estudio superior. Además, sólo una de cada 20 mujeres adultas posee estudios terciarios, siendo que las personas con este nivel de instrucción tienen mayor protección contra el infarto cardíaco y cerebral.
Un estudio realizado en mujeres jóvenes en Estados Unidos, por ejemplo, demostró que aquellas que no tienen educación terciaria morían 1,95 veces más rápido luego de haber sufrido un episodio coronario, que las chicas que habían cursado estudios terciarios. Efectos similares han sido observados en Corea del Sur y en países de Europa del Este. La cifra basta para hacerse una idea de cuanto se podría ahorrar en salud de invertirse mejor en educación.
¿Por qué?
Las causas de esta relación entre educación y salud no son claras; como se ha dicho, van más allá de las diferencias creadas por el nivel de instrucción sobre el nivel de pobreza.
La enfermedad es un fenómeno no estrictamente biológico, complejo, y muy condicionado por los factores culturales. De hecho los estudios epidemiológicos demuestran que casi el 70 por ciento del riesgo de enfermar y morir que experimenta la persona en su vida, no tiene nada que ver con la mayoría de los factores de riesgo clásicos como el colesterol o la hipertensión, sino que se explicaría más bien por cuestiones socioeconómicas como pobreza, desempleo, soledad, y falta de instrucción, entre otros.
La educación formal (instrucción escolar y universitaria) parece promover la salud de una manera compleja y multidimensional, a través de lo que podría llamarse "realización del individuo". De hecho el propio Platón --cinco siglos antes de Cristo-- advirtió en su momento que era inútil intentar curar el cuerpo sin curar el alma, y que el cuidado de la misma consistía en la sabiduría.
En la Argentina no se está utilizando la enorme potencialidad de la escuela como herramienta para disminuir la enfermedad en la población. Si se va a ser consistente con los hallazgos científicos, es urgente entender a la instrucción escolar como la herramienta fundamental para que la población sea más sana. Los estudios parecen ratificar que efectivamente, la salud comienza en la mente de cada uno.
El Dr. Regazzoni es médico clínico del Hospital de Clínicas José de San Martín, director ejecutivo del Instituto de Salud, Educación, y Crecimiento (ISEC) y docente de la V Cátedra de Medicina Interna de la Universidad Buenos Aires.