"La marea" llegó a las cinco esquinas
Es muy temprano en la gris y fría mañana del sábado. La gente de Villa Mitre está entre sorprendida y preocupada: un grave accidente ha ocurrido en la emblemática intersección de las cinco esquinas. Es muy extraño. Nadie parece haber escuchado frenadas, ni el tremendo impacto del choque.
Un automóvil importado y un colectivo de línea son los mudos protagonistas del siniestro. Los cuerpos ensangrentados se advierten entre los ocupantes del vehículo menor.
Algunos vecinos no pueden comprender que tres fotógrafos y dos camarógrafos se esfuerzen tanto por obtener distintas tomas sin preocuparse por la vida de los heridos.
El chofer del colectivo, aparentemente, abandonó el lugar.
"Es una barbaridad...", se lamenta Ana María.
De pronto, todo se vuelve más claro.
"¡Vamos a rodar...!", avisa Diego Martínez Vignatti.
Automáticamente se alejan los fotógrafos y alguien desde una terraza grita algo en francés y enfoca una enorme cámara sobre los vehículos. Otras voces, pidiendo silencio, se hacen eco.
Los vecinos se miran sorprendidos.
"¡Es una película!", reflexiona uno al pasar. Y acto seguido, un asistente se acerca a los heridos y coloca una placa blanca; un sonidista, un micrófono; y otro camarógrafo se suma a la escena.
Enérgico y algo sobresaltado, el director está en ese sitio preparando cada detalle desde las cinco de la mañana. Pero ya es hora de que este joven realizador bahiense comience a dirigir una de las pocas escenas urbanas de su segunda película, La marea, filmada casi en su totalidad en las playas de Claromecó y campos aledaños.
"Es el único día que rodamos en un espacio urbano. En realidad, yo sentía muchas ganas de filmar en la ciudad donde nací y este lugar, con cinco esquinas, es fascinante", alcanza a comentar Diego.
Por la tarde, la acción se concentrará en el Hospital Penna. Quedan tres semanas de rodaje, pero todas en las playas del partido de Tres Arroyos.
Dificultades y pasiones.
"No es fácil hacer cine", asegura el director y eso queda corroborado con los cientos de problemas que se multiplican para cada toma.
El camión de los bomberos que debe mantener mojado el pavimento para darle realismo a la escena, tiene que irse dos horas antes de lo pactado. Hacerlo volver para terminar la escena es "un loquero", según afirma uno de los asistentes.
Por otra parte, el colectivo que coprotagonizó el accidente debió haber sido un camión que estaba confirmado y al que se estuvo esperando en vano. Al final, se lo reemplazó por el primer vehículo grande que se pudo conseguir.
Y como si todo esto fuera poco, no hay buen control de los cortes de calle. Entonces, autos, motos y bicicletas aparecen mientras se filma. Y hay que volver a repetir la toma.
A Diego, de cualquier manera, le importa vivir la filmación en su propia tierra.
"Me acompaña un equipo formidable y cada uno de sus integrantes trabaja con amor y pasión. Así se pueden resolver todos los problemas. Por eso al final hicimos lo que nos habíamos propuesto", dice más relajado.
Para hacer una película de cine radical, fuera de la narración clásica y con mínimas posibilidades de éxito comercial, Martínez Vignatti sabe que debe trabajar muy duro, por eso se ocupa de la fotografía, la cámara, la edición y la producción.
"Ese es el precio cuando querés hacer una película completamente libre. No me quejo", avisa.
La marea no verá la luz hasta marzo del año que viene. Cuando finalice el rodaje, Martínez Vignatti volverá a Europa para trabajar en dos películas como director de fotografía. Después podrá dedicarse a la post-producción de su largo, que sucede a Nosotros.
En cuanto a la baja aceptación de esta clase de cine en el público argentino, Diego está convencido de que "los diez años de menemismo arruinaron culturalmente al país", aunque sostiene que esa situación se está revirtiendo, gracias a un trabajo de hormiga del que se siente parte.
"Estaría bueno que la gente deje de ver tanto cine de Hollywood, donde siempre sucede lo mismo, y que trate de hacer un esfuerzo por apreciar un cine un poco menos convencional. Cuando le tome el gustito no va a poder parar", asegura antes de volver a empezar con otra toma.
En las cinco esquinas se terminó el susto por la ficción. Ahora la realidad transcurre sin cámaras.
El director
Diego Martínez Vignatti dejó Bahía Blanca en 1989, cuando se fue estudiar Derecho a La Plata y, ya abogado, en 1996 viajó a España y un año después a Bélgica. Allí, en 2000, se graduó como director de fotografía y camarógrafo de cine, en la Sección Imagen del Institut Supérieur des Arts du Spectacle de Bruselas.
El año pasado, entre otros proyectos, trabajó en Batalla en el cielo, la película del mejicano Carlos Reygadas, donde aportó la cámara y la fotografía, y fue la única latinoamericana que entró en la competición oficial del Festival de Cannes.
La película
* La marea, un filme con muchos silencios, tantos que la banda sonora surgirá a partir de ellos y de las "voces" de la inmensidad, comenzó a rodarse a fines de febrero, a unos 80 kilómetros de Tres Arroyos, en las playas de Claromecó, sectores del Río Quequén y campos del citado distrito.
* Es el segundo largometraje del bahiense Diego Martínez Vignatti, cuya opera prima, Nosotros (un documento sobre el tango y sus amantes), recogió muy buenas críticas y que fue proyectada en función especial en el salón de actos de la Universidad Nacional del Sur.
* En la trama de La marea, Azul tiene 32 años y su vida ha sido devastada por el accidente de tránsito que mató a su marido y a su pequeño hijo. Ya no puede soportar la ciudad y en una playa desierta, lejos de todo --salvo de los recuerdos de su papá--, trata de enfrentar a los demonios.
* Azul es Eugenia Ramírez Miori, una actriz egresada del Conservatorio de Arte Dramático con trayectoria teatral.
* En el equipo técnico de La marea trabajan belgas, franceses y argentinos. Los fondos para producirla fueron aportados por capitales europeos.
* Además de Eugenia Ramírez Miori, el elenco está compuesto por Marcela Ferradas, Eduardo Leivar, Omar Dallazana, Sebastián Ureta, Juan Ignacio Leivar, Carola Iriarte, Abelardo, Gabriel Leopoldo Barrau y Néstor Portales.