Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

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"Montecristo" con show y final cinematográfico

La exitosa novela Montecristo que Telefé emitió durante 2006 concluyó de manera feliz para la pareja conformada en la ficción por Pablo Echarri y Paola Krum, y de forma violenta y trágica para Joaquín Furriel y Oscar Ferreiro, ambos a cargo de los roles de unos malos de antología. El último capítulo de la novela se vio anteanoche en un Luna Park repleto, con mayoría de mujeres, una muestra de la transversalidad social alcanzada por la tira, ya que entre las gradas se mezclaban representantes de todas las clases sociales.


 La exitosa novela Montecristo que Telefé emitió durante 2006 concluyó de manera feliz para la pareja conformada en la ficción por Pablo Echarri y Paola Krum, y de forma violenta y trágica para Joaquín Furriel y Oscar Ferreiro, ambos a cargo de los roles de unos malos de antología.


 El último capítulo de la novela se vio anteanoche en un Luna Park repleto, con mayoría de mujeres, una muestra de la transversalidad social alcanzada por la tira, ya que entre las gradas se mezclaban representantes de todas las clases sociales.


 Con un Echarri repitiendo la frase "confiar y esperar", mientras alzaba a una Krum siempre envuelta en lágrimas, la tira escrita por Marcelo Camaño y Adriana Lorenzón cerró un año exitoso para Telefé, con picos de 30 puntos de rating y líder de las mediciones diarias del primer semestre y gran parte del segundo.


 Cuando parecía que el final iba a ser más que rosa, Marcos Lombardo (Furriel) secuestró a Krum y tuvo un enfrentamiento hollywoodense con Echarri en un edificio a reciclar, cubierto de andamios, vigas y ladrillos.


 Mientras el público chillaba en el Luna, Furriel y Echarri protagonizaron un duelo muy coreografiado y que al estilo del cine no arrojó heridas a pesar de que ambos vaciaron los cargadores de sus respectivas armas de fuego en el cuerpo del otro.


 Al final, Echarri apuñaló a Furriel con un punzón y luego a éste lo arrolló una viga voladora que arrojó su cuerpo desde un andamio muy alto.

Locura en las gradas




 Pero antes de este final, Montecristo tuvo un show, con alfombra roja, vestidos fastuosos, curvas sexies, chicos musculosos y fans aullando hasta el paroxismo por todo aquel que fuera o pareciera actor.


 Adentro del Luna Park, siete pantallas le permitieron al público ver la serie desde todas las cabeceras y acomodar su pulso al que marcaba la tira como los gritos cuando Echarri disparó en ambas piernas de Ferreiro.


 O la sorpresa de ver cómo Furriel es quien mata a Alberto Lombardo, su padre en la ficción, y éste tiene un final a lo Julio César al mirar a su vástago y murmurar, envuelto en sangre, "hijo, hijo" como aquel "Bruto, tú también".


 También hubo aplausos para Virginia Lago cuando su sufrida Elena entregó a la policía a su marido, el asesino Lisandro (Carnaghi) que se permitió despedirla con una frase que busca ser hiriente pero sólo es patética: "Negrita, yo todavía te quiero y vos me traicionaste".


 La tira terminó con la unión de la pareja entre Saccone y Machín, con Lago coordinando un centro de mujeres golpeadas, con Lisandro volviéndose loco en la cárcel, mientras el personaje de Furriel pronunciaba una frase notable para describir el signo del mal en la historia: "Sé que encarné una forma original del horror".

El mérito del reparto




 Con un protagonista taquillero (Echarri), una buena contrafigura (Furriel), Montecristo estuvo sostenida por un excelente plantel de figuras como Roberto Carnaghi, Oscar Ferreiro, que compusieron dos malos de antología, y Virginia Lago y María Onetto, de gran experiencia en décadas de teatro.


 El guión instaló en el inconsciente colectivo el tema de la recuperación de los hijos de desaparecidos y la consigna de que a las atrocidades sólo se les responde con justicia y memoria.


 La tira también reveló la categoría de Viviana Saccone y Luis Machín, el regreso a la TV de Mónica Scaparone que compuso a una tilinguita adorable como Lola, y el talento de jóvenes brillantes como María Abadi, Victoria Rauch y al más que carismático Adrián Navarro.


 Fuera del trío estelar, los mayores aplausos fueron para Carnaghi y Ferreiro, el primero tan incómodo fuera de cámara pero tan brillante delante de ellas haciendo de un asesino patético, y el segundo disfrutando de manera casi psicópata la popularidad de su Alberto Lombardo.