Cagliostro, mago y charlatán
El presunto conde siciliano Alessandro di Cagliostro, nacido en Palermo allá por 1743, fue una especie de aventurero cuyo nombre de bautismo y de identificación jurídica completa fue Giuseppe Balsamo, más allá de que llegaría a destacarse prodigiosamente en su calidad de mago, médico, alquimista, conspirador y charlatán.
Acerca de todas estas definiciones, tanto le resultaron útiles para ganarse un prestigio singular cuanto para lograr ensalzarse por encima de lo habitual, en torno a las coronas del reino de Francia que lucían el bondadoso Luis XVI y su María Antonieta.
De vuelta al Cagliostro charlatán, presumía de haber vivido en el tiempo de Nuestro Señor Jesucristo, a quien llamaba amigo del alma hasta el punto de acompañarlo al pie de la cruz con los dos ladrones, sin saber que a su modo representaría al malo de ellos.
En realidad, había debutado harto modestamente en la vida robándole varias piezas de oro a un distraído orfebre de su país,
entusiasmado el pobre con las presuntas visitas de su cliente a Grecia, Egipto, Arabia, Persia y otros sitios legendarios.
Giuseppe, todavía sin falsa identidad pero casado con la bella calabresa Lorenza Feliciani, operaba asimismo en las plazas públicas mezclando su dialecto meridional con imposibles discursos en presuntas lenguas antiguas, para hipnotizar a las plebes como prestidigitador y dueño de secretos ignorados.
Veámoslo, no sin evocar que dos prodigios del cinematógrafo, el peninsular Gino Cervi y el norteamericano Orson Welles, imitaron incomparablemente las maneras seudocortesanas de Cagliostro.
+ Piedra filosofal
--Caro Alessandro di Cagliostro o Giuseppe Balsamo, si prefiere, cuéntenos algo que le salió realmente perfecto hasta el fin, ¿sí?
--Observo que usted se documentó bastante, aunque parece ignorar algunos efectivos y prestigiosos pormenores, como que en un punto cardinal de mi agitada y prestigiosa existencia hubo algo más que Lorenza. Me refiero a mi presentación en varios sitios cual marqués de Pellegrini y descubridor de la piedra filosofal.
Además, había logrado de la inocencia humana enormes sumas con mis vinos vitalizadores y otros varios, como el agua de la hermosura. Por cierto, asistido todo el tiempo por la lealtad de mi Lorenza.
--¿Lealtad marital o conveniencia económica, señor conde?
--Era relativo tocante a ambos sectores del convivir cuando se avecinaba, el 14 de julio de 1789, una revolución sobre Francia.
Nosotros nos encaminamos entonces hacia los secretos más profundos en la historia y la verdad del Medio Oriente y sus contornos.
--¿Qué parte o influencia le tocó en la caída y guillotinamiento de Luis XVI y su encantadora compañera austríaca María Antonieta?
--Sencillamente, fui ignorado a pesar de mis esfuerzos y alertas.
+ El desconcierto
--Muchos episodios jalonaron una sombra de desconcierto entre burgueses seudointelectuales y pequeños filósofos herederos de Jean-Jacques Rousseau, hijo de un relojero, incluidos sujetos como Maximiliano Robespierre, Georges-Jacques Danton y Jean-Paul Marat, agitador suizo. A este lo acuchilló en la bañera de su casa una mujer, Charlotte Corday, y de ahí ella a la guillotina de París.
--Felizmente, aunque era sospechado por ambas facciones políticas, los jacobinos y los girondinos más moderados, usted sobrevivió a todos aquellos acontecimientos, ¿verdad?, más allá de...
--Más acá de la libertad que a lo largo de mi azarosa existencia había podido disfrutar. Pasa que el corso Napoleón Bonaparte firmó un concordato con el Sumo Pontífice Romano Pío VII (Luigi Barnaba Chiaramonti) tras sus conquistas y anexiones territoriales en Italia. Como masón militante, fui el precio de una conveniencia. Por ende, marché preso por herejía y salí finado con mi bienamada.
--¿Estaría dispuesto a resucitar mediante uno de sus conjuros?
--No, en absoluto, ya hay muchos charlatanes y demagogos a la vista.