Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Villancicos, el canto de los pueblos olvidados

La devoción y creatividad de los habitantes del altiplano salto-jujeño se vuelcan en letras que los villancicos recrean y que responden a sentimientos profundos de amor hacia el Niño Dios y la Sagrada Familia. Surgen, entonces, versos como estos: "La virgen va caminando/ caminando pa' Belén/ como el camino es tan largo/ al Niño le ha dado sed./ Allá en el caminito/ hay un huerto naranjel/ el dueño de las naranjas/ es un ciego y nada ve. Pase señora y corte/ las que le sirvan a usted/ la Virgen era muy baja/ y no cortó más que tres. La Virgen sigue el camino/ y el ciego del naranjel/ mientras la Virgen se aleja/ abre los ojos y ve. ¿Quién será esa señora/ que ha hecho tanta merced?/ será la Virgen María/ que pasa para Belén?


 La devoción y creatividad de los habitantes del altiplano salto-jujeño se vuelcan en letras que los villancicos recrean y que responden a sentimientos profundos de amor hacia el Niño Dios y la Sagrada Familia. Surgen, entonces, versos como estos:




 "La virgen va caminando/ caminando pa' Belén/ como el camino es tan largo/ al Niño le ha dado sed./ Allá en el caminito/ hay un huerto naranjel/ el dueño de las naranjas/ es un ciego y nada ve. Pase señora y corte/ las que le sirvan a usted/ la Virgen era muy baja/ y no cortó más que tres. La Virgen sigue el camino/ y el ciego del naranjel/ mientras la Virgen se aleja/ abre los ojos y ve. ¿Quién será esa señora/ que ha hecho tanta merced?/ será la Virgen María/ que pasa para Belén?




 Las más variadas y singulares costumbres se aprecian en la celebración navideña de esos pueblos propios de la geografía norteña, tan identificados con la profunda fe cristiana como con el inmenso paisaje de las alturas.


 En Salta, Jujuy, Catamarca y Tucumán se combinan los ritos que nacen desde la misma Pachamama (Madre Tierra) y se proyectan en las plegarias y muestras de gratitud al Señor.


 Los pueblos olvidados ("pueblos del silencio" como los llamaba Atahualpa Yupanqui) se caracterizan por sus capillitas bajas de adobes y pisos de tierra, las que en sus misas de Nochebuena reciben a los fieles que llegan elevando voces de villancicos con profunda adoración cristiana.


 En Jujuy, la celebración se inicia dos semanas antes con la danza de las cintas o el Huaschitorito, representación efectuada por un niño, quien simula ser un novillo rebelde que se inclina frente al Niño Dios, mientras un coro juvenil entona versos tradicionales de una composición propia de la concepción musical del villancico.




 Uyy durum dum que los higos tan'verdes/ uyy durum dum que ya madurarán/ qué le daremos al Niño bonito/ qué le daremos que no le haga mal. Es la Nochebuena/ nace el Redentor/ Navidad cristiana/ fiesta del amor.




 El folklórogo argentino Félix Coluccio recurre a un escritor de apellido Rexach, para describir la Navidad quebradeña:


  "No del todo madura la mañana el día 25, aparecen los hayllis con el inca al frente y con su atuendo, todo brillo y color, cantando en cada pesebre un tinkunakuy, mezcla rara de quichua y español, que ni ellos mismos entienden. Venían de "abajito" noche entera sin dormir, dele moverse y cantar. Después, se fueron perdiendo por ahí con una "chuma" flor... y la quebrada y el pueblo, apenas pueblo, retornaron a su paz habitual, a su silencio de siempre. Silencio y paz aburridores y tristes, a los que, no obstante, siempre estamos deseosos de volver".


 Los clásicos villancicos mantienen su vigencia en las alturas del Noroeste argentino, habituado a sus versos ya en voces opacas y semi apagadas de los coyas o nítidas y técnicamente adornadas en los artistas, como aquello de Ahí viene la vaca por el callejón trayendo la leche, para el Niño Dios, o San José y María --y Santa Isabel-- bajan por las calles de Jerusalén.

Roberto Oña/"La Nueva Provincia"

Purmamarca, el principio






 Según el Padre Lozano, historiador jesuita del siglo XVIII, el primer pesebre realizado en territorio argentino fue el que hicieron con arcilla de colores de los cerros los indios omaguacas bajo la dirección de Gaspar de Monroy en la Navidad de 1594. El mismo se realizó en el singular pueblo jujeño de Purmamarca, donde todavía era señor el cacique Viltipico, quien permitió al misionero predicar y celebrar la Misa de Gallo.