La prima hermana vive acá
Con Patrick Lynch Blake, un irlandés nacido en la costera y occidental ciudad de Galway en 1715, comienza la historia de las ramas argentinas del árbol genealógico de Ernesto Guevara de la Serna.
Seis generaciones después de Blake aparece el matrimonio entre Ana Lynch Ortiz y Roberto Guevara Castro, que tuvieron 12 hijos: el octavo fue Ernesto Guevara Lynch, el padre del Che, y la décima fue Susana Guevara Lynch, quien en 1934 se radicó en Bahía Blanca con su esposo Mario Saravia Ruiz de los Llanos.
Susana y Mario fueron padres de seis: Mario Roberto, José Luis (ambos fallecidos), Eduardo, Ana Isabel, Alejandro (los tres viven en Buenos Aires) y Susana Angélica, la única que permanece en la ciudad, casada en 1952 con el marino Fernando Rey Méndez.
Los Rey Méndez tuvieron nueve hijos que se apellidan Rey Saravia: Susana María, María Isabel, Fernando, María Cecilia, María Dolores, Mario Alejandro, María Cristina, María de los Angeles y Mariana.
Solamente tres de ellos viven en Bahía Blanca: Fernando (48 años), María Dolores (45) y Mario Alejandro (40).
Aquel 21 de enero de 1952, cuando dejó la ciudad con Alberto Granado, fue la última vez que Susana Saravia vio a su primo hermano Ernesto Guevara. Una conmoción le causó enterarse siete años más tarde que se había transformado en el Che.
"Fue un hombre muy íntegro, honesto, derecho, de principios --describe Susana--. Un idealista siempre dispuesto al sacrificio por aquello en lo que creía. Pero no conoció a Dios. Su madre estuvo a punto de ser novicia, pero un día renegó de su cristianismo, dio un giro de 180 grados y, si bien bautizó a los hijos, les permitió hacer lo que quisieran. Por eso a Ernestito le faltó un valor supremo al que estuvieran sujetos todos los demás. Yo creo que se equivocó al sumarse a la revolución. En 1952 me dijo algo así como que un fin relevante justificaba alguna omisión en el camino. Y eso fue lo que hizo... toda su vida, convencido."
Eduardo Saravia tenía 15 años cuando Ernesto llegó a Bahía. Tampoco se volvió a encontrar con él.
"Era muy afectuoso, cariñoso y abierto, pero de una personalidad difícil: si había alguien que no quería, se le notaba --dijo Eduardo a La Nueva Provincia--. Tenía una capacidad y un espíritu aventureros impresionantes. Al principio compartíamos sus ideales, porque luchaba contra un dictador. Pero después el castrismo se fue volcando al comunismo y yo, de comunista, nada. Nunca estuve en la zurda ni lo voy a estar, pero respeto la persona de Ernestito. Para mí, su muerte fue una pérdida. Y pensar que ahora la gente lo usa para cualquier cosa, y nadie sabe lo que es."