Reflexiones sobre el medio ambiente
El vertiginoso ritmo de deterioro del medio ambiente, entendido éste como todo aquello con lo que, de uno u otro modo, nos relacionamos, exige una profunda revisión de nuestras prioridades, dado que ese futuro catastrófico augurado hace no tanto tiempo es un apremiante presente que no podemos soslayar, y del que no hay dónde esconderse: la opción es cambiar o... equivocarnos por última vez.
La ecología nace como una ciencia integradora y de síntesis. En 1866, el zoólogo alemán Ernst Haeckel emplea por primera vez el término, que proviene del griego oikos (morada), para explicar las relaciones que se establecen entre los seres vivos como elementos en interacción mutua y con su ambiente y no como objetos puramente coleccionables o clasificables.
Surgida la sociedad industrial, los ecosistemas (selvas, bosques, pastizales, ríos, lagos, mares...) comienzan a sufrir los efectos de la sobreexplotación: extinción de especies vegetales y animales, contaminación atmosférica, calentamiento global, disminución del ozono estratosférico, desertificación, destrucción de ecosistemas completos por la construcción de grandes represas, desecación de pantanos o instalación de industrias altamente contaminantes, y un largo etcétera de prácticas nocivas.
Tal panorama llevó a ampliar el área de incumbencia de la nueva ciencia hasta los más recónditos rincones del planeta y del quehacer humano.
Siendo los Estados Unidos el principal exponente del capitalismo industrial, los problemas ambientales causados por las perturbaciones derivadas del desordenado crecimiento obligaron a un replanteo entre los intelectuales: el sueño americano se convertiría en una pesadilla planetaria.
Muy pronto comenzaron a surgir los primeros grupos de acción ecologista que difunden las advertencias de los especialistas, generando una nueva visión: la interdependencia entre el hombre y su entorno es tan estrecha como vital.
En los años '60 --década de la conservación--, hay cambios significativos: acompañando la acción de los grupos ecologistas, se publican libros como Primavera silenciosa (R. Carson), Los límites del crecimiento (Club de Roma), Lo pequeño es hermoso (Schumacher) y, llegado a la Luna, el humano ve, por primera vez, la frágil perla azul suspendida en la infinitud del cosmos, que es su hogar.
Por los '70 nace Greenpeace, ONG activista que moviliza opinión mediante campañas publicitarias: es la década del ecologismo. Tiene lugar la primera reunión cumbre sobre medio ambiente, donde se logran importantes acuerdos, entre ellos: reducir las actividades contaminantes, reciclar, disminuir la producción de elementos sintéticos, reemplazar los agroquímicos nocivos por sucedáneos biológicos inocuos, convocar a un acuerdo internacional para detener la matanza de ballenas, condenar las pruebas nucleares, iniciar un programa para la lucha contra la contaminación del mar con hidrocarburos y declarar al 5 de junio como Día Internacional del Medio Ambiente. Surge el programa internacional de educación ambiental de las Naciones Unidas.
En la continuidad, los '80 son la década del ambientalismo. Organizaciones internacionales (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Fundación Vida Silvestre Mundial) publican un documento básico: la estrategia mundial para la conservación de la naturaleza; en la Argentina se crea Fundación Vida Silvestre y, en Bahía Blanca, Tellus, Asociación Conservacionista del Sur.
Los años '90 son declarados "de sustentabilidad", planteándose la necesidad de conciliar la ecología con la economía con una dinámica educativa, solidaria y equitativa, enfocada a ampliar el conocimiento de las relaciones interpersonales y con el mundo natural.
La obra "Cuidar la Tierra, estrategia para el futuro de la vida" deja claramente expresado que el porvenir de la humanidad está indisolublemente unido a la conservación de la naturaleza y de los recursos naturales, lo cual supone la imperiosa necesidad de un cambio radical de valores en lo social y económico, orientado a utilizar racionalmente los recursos naturales, dentro de los límites de la "capacidad de carga" del planeta.
Toda esta problemática resulta de las acciones --u omisiones-- de los hombres y exige un profundo replanteo ético de las decisiones cotidianas, a todos los niveles, desde el Estado o la gran empresa, hasta lo estrictamente personal.
El moderno enfoque ecosocial, integrador de la teoría científica con la práctica doméstica, busca los medios que lleven a una sociedad sustentable, sin renunciar a los logros del avance científico-tecnológico, pero anteponiendo el respeto por los demás y por las futuras generaciones, al torpe consumismo, impuesto como paradigma de bienestar, y cuya práctica no ha logrado promover en modo alguno la salud física, síquica, espiritual... ni ambiental.
La conciencia de la responsabilidad ambiental, que nos compete a todos, debe comprometernos a pensar en cómo (y en qué sentido) estamos contribuyendo con la situación ambiental. Es imprescindible la participación y el compromiso personal, entender el principio "pensar globalmente y actuar localmente", evaluando el impacto de las decisiones individuales sobre el planeta de todos y buscando mejorar activamente el lugar que habitamos, cooperando solidariamente con nuestra comunidad.
Este enfoque social de la ecología integradora, multidisciplinaria, promueve una tendencia a la recuperación de una cosmovisión en que el progreso se dé con y no a expensas de los demás, requiriendo el concurso de las más diversas áreas del saber, dado que el acelerado deterioro socioambiental hace urgente la implantación de una sociedad ecológicamente sensata, basando la economía en el principio de sustentabilidad. Abarca estudios de ciencias sociales, naturales, filosofía, religión, antropología, comunicación, economía.
El tema ambiental nos involucra a todos, el futuro es hoy.
Victoria Massola es licenciada en Ecología, Protección y Conservación de los Recursos Naturales Renovables de la Universidad Nacional de La Plata.