Bahía Blanca | Lunes, 30 de junio

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Nada se pierde, todo se transforma

La famosa frase del químico Antoine Lavoisier se convirtió, con el tiempo, en una sentencia filosófica de aplicación universal, tanto para los grandes acontecimientos como para las cuestiones cotidianas. Un ejemplo de esa situación lo brinda la fotografía de la céntrica esquina de Estomba y Sarmiento, donde, en 1910, el banco alemán Transatlántico erigió su majestuosa sede, diseñada por el arquitecto teutón Carlos Nordman.
Estomba y Sarmiento, la esquina de la desidia. (Archivo LNP)


 La famosa frase del químico Antoine Lavoisier se convirtió, con el tiempo, en una sentencia filosófica de aplicación universal, tanto para los grandes acontecimientos como para las cuestiones cotidianas.


 Un ejemplo de esa situación lo brinda la fotografía de la céntrica esquina de Estomba y Sarmiento, donde, en 1910, el banco alemán Transatlántico erigió su majestuosa sede, diseñada por el arquitecto teutón Carlos Nordman.


 Con el tiempo, la propiedad pasó a manos del gobierno provincial y, hasta hace pocos años, fue ocupado por la dirección provincial de Rentas.


 Por entonces, el inmueble ya acusaba el paso del tiempo, debido a la falta de mantenimiento, pese a varias licitaciones realizadas en La Plata, con carteles de obra colocados y trabajos jamás iniciados.


 Abandonado el lugar, la caída de algunas molduras del frente decidió a sus propietarios a armar una descolorida recova, con una pobre tirantería de madera y chapas galvanizadas.


 Esas obras "provisorias" que vienen a quedarse para siempre, dan cuenta de una falta total de respeto por el entorno urbano y por un edificio que pertenece al patrimonio arquitectónico bahiense.


 Al gobierno provincial, demasiado lejos físicamente, muy poco parece importarle la situación, en una ciudad que, en algunos aspectos, pareciera no estar incluida en el territorio bonaerense.


 En tanto, los políticos locales han elevado algunas propuestas de uso del edificio, sin encontrar respuesta alguna.


 Con el paso del tiempo, los caminantes han encontrado un uso práctico al lugar. Los palos son ideales para asegurar sus bicicletas, la cubierta brinda un poco de sombra y, como buenos animales de costumbre que somos, los peatones aprenden a cruzarse, pese al importante ensanchamiento de la calzada.