Bahía Blanca | Lunes, 21 de julio

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De hermanos y un barrio

Se celebraba el primer centenario de la Patria --1910-- cuando un mozarrón de grandes bigotes, con muchas ilusiones por cristalizar y con lágrimas reservadas para el recuerdo de su Sicilia natal, llegaba a Buenos Aires. Salvador sólo contaba con 19 años y un corazón enorme dispuesto al trabajo que se cuadrare.


 Se celebraba el primer centenario de la Patria --1910-- cuando un mozarrón de grandes bigotes, con muchas ilusiones por cristalizar y con lágrimas reservadas para el recuerdo de su Sicilia natal, llegaba a Buenos Aires. Salvador sólo contaba con 19 años y un corazón enorme dispuesto al trabajo que se cuadrare.


 En 1912 estaba en Punta Alta. José, su hermano, llegó al año siguiente. La reunión forjó mucho más que un lazo fraternal. Fue el inicio de un largo y fecundo camino recorrido para no dejarse devorar por los de afuera. Siempre juntos...


 Venían a desarrollar la actividad que conocían al dedillo: la compra y venta de hacienda. Un pequeño sulky fue el primer medio de transporte usado para concretar negocios con los chacareros de la zona.


 Al cabo de un tiempo comercializaban su mercadería al público e instalaban la que sería la primera sucursal de la cadena de carnicerías "La Unión". Tan próspero fue el emprendimiento que al filo de la segunda década del siglo pasado contaban con once casas distribuidas por todos los barrios puntaltenses.


 En 1924 adquirieron a Ciriaca Palao de Laspiur el terreno donde erigirían el solar familiar y las oficinas administrativas de la empresa. Pepe Recuerdos describió en su libro detalles de esta casa, tanto ornamentales como de mueblería, y hasta aludió al antiguo y famoso árbol bajo cuya sombra se cerraron muchos de los negocios de los Maio con sus proveedores o compradores.


 Un cliente internacional se sumó por entonces. El de las tripulaciones de los buques cerealeros que amarraban en el muelle del puerto de Arroyo Pareja. Sobreviven, a manera de testimonio anecdótico de aquella época, algunas facturas impresas en inglés certificando el cobro en libras esterlinas oro, moneda fuerte si las hubo.


 Otro gran cliente en la larga nómina de la empresa fue, durante largos períodos, la Armada Nacional, provista de carne y productos derivados en su Area Naval, Flota de Mar, Baterías y Comandante Espora.


 El almacenamiento de la mercadería se realizaba en una gran cámara frigorífica construida en terrenos aledaños a su casa en tanto que el acopio de la hacienda se hacía en sus campos de Bajo Hondo y Coronel Pringles.


 Casado con Albina Montani, Salvador fue padre de Pedro Salvador y de Susana. José hizo lo propio con María del Bozo, y fue progenitor de Carmen, Margarita y otro Pedro.


 Emprendedores que eran los Maio, en los 40, la emprendieron --valga la redundancia-- con la pesca del cazón, y para tal fin encomendaron la construcción de una lancha a Nicanor Díaz, otro hacedor de esta página.


 El 2 de mayo de 1947 la lancha pesquera fue llevada en un acoplado por las principales calles de la ciudad hasta la Base Naval, en medio de gran algarabía. Los cables del alumbrado público se iban levantando de a uno para que los mástiles no los rozaran. Una grúa la depositó en el agua. Bautizada como "Stella Maris", tuvo a su correspondiente madrina, María del Bozo, quien, como se estila en estas ocasiones, rompió la botella de champán francés sobre el casco.


 Los Maio supieron reconocer en vida lo que este país adoptivo les ofreció. Ejemplo de ello fue, en 1969, la donación a la Armada de cinco manzanas de terreno para la construcción de viviendas para su personal. Así nació el barrio Gaudi. Cerca de allí repitieron el gesto para los terrenos de la EGB Nº 16 Almafuerte. Ese sector se ganó justamente el mote de Villa Maio.


 Para el segundo gran viaje se invirtieron los roles. José dejó este mundo el 13 de enero de 1971. Salvador lo siguió cuatro años más tarde. Descansan ahora, definitivamente juntos...


Sergio Soler