Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El tamarisco, árbol emblemático

A fines del siglo XIX, el vecino Miguel Caviglia, propietario de la panadería "La Industrial", sita en la segunda cuadra de calle Zelarrayán, recibió unas pocas semillas de tamarisco, desde Europa. Las mismas, le aseguraron, podían generar árboles capaces de crecer a despecho de la falta de agua, el terreno agresivo, los vientos marítimos o el golpeteo de la arena.


 A fines del siglo XIX, el vecino Miguel Caviglia, propietario de la panadería "La Industrial", sita en la segunda cuadra de calle Zelarrayán, recibió unas pocas semillas de tamarisco, desde Europa.


 Las mismas, le aseguraron, podían generar árboles capaces de crecer a despecho de la falta de agua, el terreno agresivo, los vientos marítimos o el golpeteo de la arena.


 Si eso era cierto, esas plantas darían respuesta a una necesidad clave, en una zona donde los árboles morían de pie.


 El resultado excedió con creces lo esperado y, con su porte tan singular, el tamarisco creció en la bahía, contra tierra y marea.


 Sus ramas comenzaron a delimitar el frente de las quintas de la avenida Alem y a ofrecer reparadora sombra en los castigados sectores costeros.


 El ingeniero Luis Luiggi los usó para fijar los médanos que cada día modificaban el paisaje costero del puerto militar.


 En sus campos de Coronel Dorrego, el ingeniero Silvano Dufaur los utilizó para establecer la traza de un camino hacia una playa que, años después, sería el balneario Monte Hermoso.


 William Harding Green los utilizó en Maldonado, para proteger los links del club de golf y ofrecer cobijo a los bahienses que tomaban el "tren de la marea" hacia el balneario de puerto Galván.


 Con el tiempo, otras formas y otros riegos vinieron a sostener nuevas especies botánicas. De a poco, aquel viejo colaborador fue dejando paso a nuevos verdes.


 Son pocos los tamariscos que pueden verse, hoy, en la ciudad.


 Sobreviven en zonas costeras, en el balneario Maldonado y en algunas viviendas de los suburbios.


 Es, a no dudarlo, un árbol histórico que, por presencia y cobijo, merece, como esta, la más justa de las evocaciones.

De Abraham a Osiris




 Nativo de Ur de Caldea, el profeta Abraham plantó, de acuerdo con la Biblia, un árbol en Beersheba, invocando el nombre de Dios para establecer con el creador un pacto sagrado. Ese árbol fue, precisamente, un tamarisco.


 También es de una especie de tamarisco que proviene el maná, el alimento que llovió sobre el desierto cuando los israelitas abandonaban Egipto en busca de la tierra prometida, saciando el hambre de aquellos hombres.


 Otra historia relacionada a este árbol involucra a Osiris, uno de los dioses más populares de Egipto. Todo comenzó cuando Osiris cayó en la trampa tendida por Set, su hermano, quien lo encerró vivo en un cofre que luego arrojó a las aguas del Nilo. La corriente arrastró al mar el féretro, hasta hacerlo encallar en la costa fenicia.


 La leyenda asegura que las olas lo lanzaron contra un tamarisco, el cual comenzó a crecer prontamente, para resguardarlo para siempre en su interior.