Una mirada civil al viaje de la fragata "Libertad"
La posibilidad de navegar por medio mundo a bordo de un buque tan pintoresco como la fragata "Libertad" es uno de los elementos que muchos marinos argentinos sopesaron en la balanza a la hora de definir su vocación.
Especie de puntapié inicial para la carrera de los hombres de mar, no debe haber niño o joven nacido en este país que, por caso, tras tener la posibilidad de efectuar una visita guiada a esta legendaria embarcación, no fantasee, aunque sea por un rato, con la posibilidad de integrar su tripulación.
Pero claro, para tener chance de "ser uno de ellos" hay que decidirse por pasar a integrar la "valiente muchachada de la Armada", previo paso de varios años por la Escuela Naval de Río Santiago y eso no es algo fácil de resolver...
De allí que adquiera más valor la experiencia vivida por Martín Castro, un bahiense de 27 años, a quien la posibilidad de viajar a bordo de este navío le llegó como corolario de su carrera de arquitectura.
A partir de este año, como una forma de apertura hacia la sociedad, la Armada ofreció a algunas universidades del país que algunos de sus egresados con promedios más altos se sumaran a la tripulación durante algunos tramos del recorrido del barco.
El destino (que hizo algunas jugarretas) quiso que a este joven le tocara en suerte la segunda mitad del periplo programado para esta campaña, uniendo Gran Bretaña (de donde zarpó el 27 de agosto pasado) con Buenos Aires (arribó el 15 de noviembre), previo paso por puertos Bélgica, Holanda, Francia, España, Islas Canarias y Brasil.
"A mí me gusta navegar, pero la verdad es que jamás me hubiese imaginado que me iba a tocar algo así. Fui uno de los siete civiles que tuvo esta chance. A tres les tocó la primera etapa y a cuatro, la segunda", comienza a contar.
Martín tuvo que solventar su pasaje de ida hasta Londres para presentarse algunos días antes de soltar amarras en Portsmouth, un puerto al sur de la capital británica.
"Lo que busca la Armada con esto idea es que, a través nuestro, se supiera en el ámbito universitario cómo es la vida a bordo como una forma de abrir el juego y propiciar una integración", comenta.
Hasta aquí, invitaciones de este tipo sólo se habían cursado a profesionales destacados, docentes universitarios o algunas personalidades casi siempre vinculadas con la institución.
Un arquitecto a bordo. ¿Cuáles pueden ser las ocupaciones de un arquitecto recién recibido a bordo de una embarcación tan singular como esta?
El entusiasmo propio tras vivencias inolvidables, parecen llevar a Martín a responder con absoluta franqueza.
"Prácticamente podíamos hacer lo que quisiéramos. La única obligación era la de participar cada mañana en la formación, respetar los horarios del buque y los protocolos propios de un cargo con estas características", explica.
Algunas veces se les pedía ayuda en las guardias de navegación en el puente, asistiendo al oficial de turno con labores de rutina, como el monitoreo del paso cercano de otros navíos a través del radar y el sistema GPS.
"Ocurre que, cuando no se conoce y en casos como este, puede ser más el trastorno que se genera queriendo colaborar sin saber, que quedándose sin hacer nada", opina.
Cabe consignar que no hubo cursos ni adiestramientos previos para este bahiense antes de emprender este desafío.
"En realidad, estuve en una lista de espera y como los que estaban antes que yo, fueron desertando, me tocó a mí. Quizás por eso, caí un poco crudito a subirme a la fragata", aclara.
De entrada se le asignó un catre en una de las cuchetas triples de uno de los sollados (especie de cuadras o dormitorios) con capacidad para 60 personas.
Longilíneo como es, sonríe al revelar que las primeras noches, solía golpearse bastante seguido con las vigas del techo del recinto cada vez que se acomodaba durante el sueño.
"Después, finalmente logré acostumbrarme", reconoce.
Hasta ese momento, el único antecedente de Martín en materia de navegación, pasaba por sus habituales prácticas de windsurf.
"Quizás eso me salvó de los mareos. Recuerdo un día, al salir de las Canarias, tuvimos bastante viento y me agarró una especie de malestar que solucioné durmiendo.
"Como velero que es, la fragata se mueve siempre y navega escorada casi todo el tiempo, así que no te queda otra que acostumbrarte a un ajetreo constante que, al principio, te agota y te produce sueño constantemente", señala.
Pero ese panorama inicial cambió con el correr de las jornadas y tal fue la adaptación que hasta terminaron permitiéndole subir a los palos y participar en dos ocasiones de las maniobras con las velas.
"También me dejaron entrar, con uniforme y todo, como gaviero apostado en los aparejos de la fragata en los puertos de Brest y El Ferrol. Para la llegada a Buenos Aires, me pareció que correspondía dejar el lugar a quienes se prepararon durante muchos años para ese momento único", menciona.
Puesto a elegir momentos imborrables, Castro señala cuando a la vuelta de un risco coronado por un castillo medieval, en el escarpado acceso a Brest, aparecieron de golpe y frente a la fragata, las mujeres de algunos oficiales, agitando una bandera argentina.
"Nunca pensé que la piel se podía erizar de esa manera", asegura.
Vida cotidiana en alta mar. ¿Será más lo que le quedó a los guardiamarinas por haber compartido estos días con un joven arquitecto o viceversa?
Esta pregunta parece tener respuestas positivas en ambos sentidos.
"Me preguntaron de todo y yo, lo mismo. Ellos querían saber sobre mí y mi carrera y yo, sobre ellos", responde.
Cabe consignar, que además de Martín, los bahienses Gastón Varese, Diego Bengoechea y Pablo Martinangeli, también integraron la tripulación como guardiamarinas.
Para todos ellos, la rutina en alta mar se inicia a las 7 de la mañana cuando dan la diana, hay cinco minutos de agua disponible para aseo personal (luego el suministro se corta), tras lo cual se desayuna y a las 8 se pasa revista, último paso antes del inicio de las actividades cotidianas.
"Por suerte, a los invitados no nos exigían estar todo el tiempo afeitados y con el pelo corto, lo que sí era obligatorio para los otros chicos", revela.
Lo cierto es que con 300 personas a bordo, además de leer bastante, Martín tuvo tiempo de conocer prácticamente a todos y disfrutar de las conversaciones sobre la cubierta.
"Pese a que algunos tenían notebooks, como trabajo todo el día con computadoras, quise tocarlas lo menos posible. Entendí que mirar un atardecer en alta mar sí sería algo que me iba a costar más repetir durante el resto de mi vida", dice.
El cruce del Atlántico entre España y Brasil, con escala en las islas Canarias, se caracterizó por un clima más bien cálido, con noches templadas, ideales para estar sobre la cubierta, o incluso, dormir allí sobre una colchoneta para estar más frescos.
"En algunos tramos, el agua del océano estaba a 28 grados, lo que impedía cualquier intento de refrigeración. Especialmente en los espacios cerrados, se ponía un poco espeso, pese a que en algunos hay aire acondicionado", comenta.
Una noche durante la travesía, el comandante de la nave, capitán Roque de Vicenzo, invitó a Martín a cenar a su cámara privada.
"Fue la única vez que tomamos vino. El resto de los días hicimos la misma vida que los guardiamarinas, aunque no hay quejas sobre la comida", destaca.
Ni bien se zarpa de un puerto, en la fragata hay fruta y vegetales. A medida que transcurren las jornadas, el menú, se reduce invariablemente a guisados y sopas ("ideales" para climas tropicales), aunque algunos sábados a la noche se "festeja" con pizza y cerveza, como si se estuviera entre amigos.
Uno de los recuerdos más particulares que le quedan a Martín de esta experiencia, es el de haber recibido el tradicional "bautismo" que se les brinda a quienes cruzan el Ecuador por primera vez.
"Fue espectacular: me colgaron con una soga y mientras el buque navegaba, me tiraron al agua como si fuera un saquito de té. Me venían haciendo la psicológica una semana antes, y ese día un grupo que funciona como una especie de policía de a bordo me fue a buscar, me obligó a disfrazarme de Osama Bin Laden, me asignó un nombre de mar y me bautizó como si fuera uno más. Después, hasta me entregaron un certificado que acredita que pasé la ceremonia", revela orgulloso.
En función de futuro. De regreso a Buenos Aires, a partir del grado de integración observado a bordo, la Armada le ofreció a Martín sumarse al Cuadro de Oficiales de la Reserva Naval.
"Lo único que pretende esta nominación es mantener un vínculo, así que la acepté gustoso. Hace unos días hicieron una ceremonia para extendernos los diplomas", señala.
Hasta que le tocó este privilegio, este joven era uno de los tantos argentinos que sentía condicionada su opinión hacia el mundo militar en base a lo ocurrido entre 1976 y 1983.
"Sigo pensando lo mismo sobre ese tiempo, pero conocer a la institución desde adentro me sirvió para tener la tranquilidad de que en la Armada, todos parecen tener la misma opinión al respecto. Durante el viaje, pude conversar varias veces sobre el tema y se advierte un progreso notorio en la manera de ver las cosas", considera.
Aún así, la convivencia directa le enseñó a Castro que lo que el tuvo el privilegio de compartir, en realidad, no es más que una parte de la preparación para una posible guerra que reciben quienes deciden ser militares.
La lejanía sirvió para hacerle sentir que, aún con todos sus problemas, la Argentina es un país en condiciones de no envidiarle nada a ningún otro.
"Buenos Aires tiene tanto como le pidan a cualquier otra capital del mundo o más también. Y, a otra escala, lo mismo se puede obtener en el interior del país. Lo único que nos falta es ser un poco más organizados y tener más compromiso con la sociedad", concluye.
DESGLOSE
El mejor crucero de plaza.
Dicen que el viaje de la fragata "Libertad" hoy en día no se asemeja en nada al de hace 25 años, cuando virtualmente se daba la vuelta al mundo y se visitaban hasta los más exóticos puertos del Pacífico.
De todas maneras, no debe haber agencia de turismo en plaza en condiciones de ofrecer un periplo como el que se detalla a continuación, de cuatro meses y medio de duración total.
Partida de Portsmouth (Inglaterra), rumbo a Brugge (Bélgica) donde se permaneció por espacio de 9 días.
La siguiente escala duró seis días y se produjo en Rotterdam (Holanda).
La tercera parada para Martín fue en Brest (Francia) y se extendió por una semana, lo mismo que en El Ferrol (España), donde un pequeño incendio a bordo prolongó la estadía un poco más de lo previsto.
"La estadía en España estuvo un poco accidentada. A mí no se me quemó nada, pero en la excursión a Madrid, para que no digan que inseguridad sólo hay en nuestro país, me robaron una cámara de fotos en el guardarropas del museo Reina Sofía", comenta.
Esos percances obligaron a reducir a apenas dos jornadas la anteúltima parada en las Islas Canarias y la última en Río de Janeiro, antes de regresar a Buenos Aires.
Durante las distintas detenciones, Martín aprovechó para recorrer lo más que pudo, aunque esas excursiones continente adentro, fueron costeadas con su bolsillo.
"La verdad es que se me fueron unos cuantos euros, pero aproveché la chance para interiorizarme de diversos aspectos relacionados con la cultura en general y la arquitectura en particular", señala.
RECUADRO:
¿Peligro de embargo?
El viaje del que participó este bahiense fue el mismo que debió variar su ruta ante la intención de la justicia alemana de embargar el buque como represalia por el default de los bonos de la deuda externa argentina.
"Si bien nos dijeron que el tema estaba solucionado, lo concreto es que no fuimos a ningún puerto de ese país porque las rutas ya estaban trazadas. Alguno se puede preguntar para qué puede querer una país europeo un barco como este y la verdad es que se trata de una nave muy admirada por todas las marinas del mundo", menciona.
PERSONAL
*Martín Castro tiene 27 años y nació en nuestra ciudad. Es hijo de Raúl y Graciela García.
*Cursó estudios primarios en la escuela Nº 63 y secundarios en la ex ENET Nº1.
*Jugó al básquetbol en Bahiense del Norte donde, pese a ser un poco más grande, coincidió con Emanuel Ginóbili en mini y premini.
*Se graduó como arquitecto en la Universidad Nacional de La Plata con un promedio de 8,14 (el segundo mejor para un varón de su promoción). Actualmente trabaja en un estudio de Pilar.