Bahía Blanca | Miércoles, 08 de mayo

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Bahienses que fueron tras un sueño y encontraron una pesadilla

Casos de nativos de nuestra ciudad que se encuentran varados en distintas partes del mundo.

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Por Pablo Álvarez, Mario Minervino y Sergio Prieta / laciudad@lanueva.com

Audionota: Guillermo Crisafulli (LU2)

   Algunos viajaron detrás de un sueño educativo; otros planificaron su futuro laboral lejos de Bahía Blanca y otros unas vacaciones que no olvidarían.

   Eso fue cuando el mundo funcionaba normalmente y sólo se sabía de un virus nuevo que apareció en China. Parecía muy lejano.

   Pero en muy poco tiempo la pandemia del coronavirus les modificó rotundamente lo previsto.

   De pronto, lo que era esperanza para estos bahienses se convirtió en desilusión e impotencia, como si estuvieran inmersos en una pesadilla.

Encerrado en Francia

   Joaquín Alvarez está en Lille (Francia), luego de adjudicarse una beca que le otorgó la Universidad Nacional del Sur por sus excelentes notas para perfeccionar sus estudios en la prestigiosa Escuela de Ingenieros Polytech Lille.

   Este bahiense, criado en el barrio Pedro Pico y ex alumno de Don Bosco, tiene 22 años y estudia Ingeniería Química, donde le quedan apenas 6 materias para recibirse.

   Se fue los primeros días de enero y el plan de estudios se extendía hasta fines de junio, aunque hoy es todo incertidumbre.

   “Viajé con otro alumno de la UNS (José Maslein) y a fines de enero nos enteramos de la existencia del coronavirus, cuando un compañero de cursada, de nacionalidad china, nos contó lo que estaba sucediendo en su país. En ese momento lo veíamos muy lejano…”, contó desde la pequeña habitación de la residencia universitaria donde está recluido.

   “Nunca imaginamos que se iba a desplazar tan rápido y, obviamente, afectó nuestra estadía aquí. A Francia llegaron los primeros casos a mediados de febrero, aunque hasta esta semana todo se desarrollaba con cierta tranquilidad y naturalidad, lo que llevó a Macrón (el presidente del país galo) a tomar medidas estrictas, como la que nos afectó a nosotros, que fue el cierre de escuelas y universidades por tiempo indeterminado”.

   Ante ello, las autoridades de la casa de altos estudios francesa decidió habilitar una plataforma virtual para mantener el cursado.

   “No es lo que esperábamos, ya que llegamos con la ilusión de tener un intercambio cultural más fluido y hoy estamos encerrados en una habitación muy pequeña, lejos de nuestra familia. Pero también entendemos que es el momento para ser responsables con nuestra salud y con las personas que nos rodean”.

La diminuta habitación de la que no puede salir Joaquín Alvarez.

   “Obviamente que la suspensión de clases cambia toda la circunstancia, pero estoy hablando con los directivos de ambas instituciones para que influya lo menos posible. Día a día los gobernadores sacan nuevas disposiciones, y esto obliga a las universidades a adaptarse”.

   Joaquín se trasladó a Francia con el objetivo de cursar 3 de las 6 materias que le quedaban para finalizar el plan de estudios.

   “Si esto se resolviera medianamente rápido alcanzaría a hacer 2”, contó.

   “Estar lejos de mi familia en una circunstancia como ésta es difícil. Obviamente que volver a la Argentina está en mi cabeza”, cerró.

Desocupado en Madrid

   Mario es bahiense y hace poco menos de dos meses llegó a Madrid con su mujer, Antonella, buscando un mejor destino de vida y laboral, desalentado en parte por un país que hasta ahora le ha mostrado inestabilidad, inseguridad e incertidumbre.

   En la capital española también está radicado, hace un año, su hermano Luciano, también bahiense.

   Mario tiene 34 años y su pasión es el básquet. Formado en el club Pacífico, desarrolló una importante experiencia dirigiendo ese deporte, durante cinco años, en Puerto Varas, Chile, donde logró ascender al equipo de esa ciudad a la máxima categoría de la Liga Nacional.

   Llegó a Madrid con la idea de continuar desarrollando esa actividad. Y la situación le fue claramente favorable desde su llegada a tierra española. A los pocos días consiguió su primer trabajo, como entrenador en una escuela en Madrid, enseñando básquet a chicos de 10 años, participando de un torneo escolar. Por otra parte, comenzó un curso intensivo para desarrollar su profesión.

   Su mujer, que es psicopedagoga, también consiguió trabajo. Todo era satisfacción y entusiasmo. Hasta que llegó el coronavirus, para modificar abruptamente toda esa realidad.

   El 6 de marzo Mario paseaba por el parque del Retiro, aprovechando un hermoso día de 22 ºC. El paseo estaba lleno de gente, despreocupada y distendida.

   El coronavirus aparecía como una amenaza distante e inofensiva en Madrid. Apenas tres días después la situación dio un giro completo.

   “De un día para otro suspendieron las clases y los entrenamientos en mi escuela. Muchos empleados comenzaron a trabajar desde la casa y las noticias se tornaron alarmantes, la cantidad de infectados crecía minuto a minuto. Todo cambió”, detalla.

   En menos de una semana su alegría se desdibujó. Lo desafectaron del trabajo y su mujer comenzó con un sistema de trabajo desde la casa.

   “Acá estamos: perdidos y amargados. Está cada día más difícil, nadie en las calles, las noticias no ayudan y la policía controlando que nadie salga a la calle salvo por causas justificadas”, señaló en un nuevo contacto con su familia en nuestra ciudad.

   Hoy la situación es compleja: emergencia sanitaria, cada día más infectados, aislamiento completo y una consecuencia de la crisis que afecta a muchos: una enorme cantidad de personas que ha perdido su empleo.

   “Hoy hay más desocupados que infectados, más gente que perdió su trabajo que enfermos”, asegura Mario a partir de datos que se dan a conocer.

   “Me gustaría estar en casa”, confiesa, aunque al mismo tiempo intenta pensar que se trata de un hecho circunstancial, que va a pasar. Por ahora cambió entusiasmo por incertidumbre y angustia, ante un panorama cada día cambiante e inestable.

   “Las expectativas no son buenas. Parece que llevará mucho tiempo volver a la normalidad. Pero bueno, tratamos de ser positivos frente a este momento complicado. Las señales que tuvimos desde que llegamos a Madrid han sido favorables para nosotros. Vamos a esperar que esto pase”, finaliza.

Unas vacaciones impensadas

   Juan Sánchez esperó todo el verano para que llegase el 9 de marzo. Ese día se subiría al crucero que lo llevaría desde Rio de Janeiro hacia Génova, Italia.

   En medio estaba previsto visitar playas de Brasil, España y hasta Portugal.

   “Salimos desde Bahía el 7 de marzo y pasamos dos días en Río. Una vez que subimos al barco fuimos a Buzios y todo estaba muy tranquilo y aunque sabíamos que había algún problema con el coronavirus en Europa, a nadie le preocupó demasiado. Nos parecía lejano”.

    Al segundo día de navegación todo empezó a complicarse. Mediante un comunicado les advirtieron que el puerto de Génova, que sería el destino final, se encontraba cerrado, pero que podrían desembarcar en Portugal o España.

    “Para todo esto no teníamos mucha información, ya que contratar el servicio de internet en el barco costaba unos 100 dólares. Aprovechábamos a leer los diarios cuando llegábamos a algún café y ahí nos íbamos enterando de los avances del virus”, contó.

   Sin embargo todo se complicó cuando el capitán interrumpió una función que se ofrecía en el teatro del lujoso barco.

   “Nos dijo que podríamos bajar en el puerto de Marsella, porque el de Génova había sido cerrado”, explicó.

   Horas después, y por los dichos de otros pasajeros y tripulantes, supieron que tampoco se podría llegar a Portugal ni al resto de España, donde sólo podrían bajarse los portugueses o españoles, respectivamente.

   Ante el riesgo de quedar varados en Europa, la última opción de los miles de latinoamericanos fue bajarse en Maceió, último puerto de Brasil, antes de que el crucero empiece el largo camino para atravesar el Atlántico.

  “De unas 3.500 personas que había, bajamos unos 2.000 y fue complicado conseguir hotel o un alojamiento para quedarnos”, señaló.

   Tras dos días de intensa búsqueda pudo conseguir pasajes para regresar a Buenos Aires, pero con varias escalas en el medio.

   “La empresa nos va a devolver el dinero o dar a elegir un voucher para volver a hacer el viaje por los días restantes”, dijo a modo de consuelo desde el lugar en el que realiza una cuarentena preventiva, tal como fue dispuesto por el gobierno nacional.

Un trabajo frustrado

   Hernán Cometta es un médico fisiatra bahiense de 37 años que actualmente trabaja en La Plata. El año pasado hizo una pasantía de tres meses en un hospital de Barcelona y tras regresar el país se propuso juntar el dinero necesario para volver al viejo continente.

   Comenzó a tramitar la ciudadanía para poder vivir  en la comunidad europea, a homologar su título para poder ejercer y cuando estaba a punto de sacar los pasajes para viajar en junio, la pandemia le puso un freno.

  “Pensé en irme igual, pero quedé completamente limitado por todo esto que vivimos. Incluso había avisado en mis trabajos actuales que me iba a mudar y ya me habían buscado hasta reemplazos”, agregó.

     Diferente fue la suerte que corrieron otros de sus colegas.

   “Un compañero tenía todo acordado para mudarse a Londres y a dos días de viajar le cancelaron todo. En medio de todo esto renunció a sus trabajos, vendió sus cosas y hasta dio de baja a la matrícula que lo habilita a trabajar: ahora no le queda otra que esperar”, contó.