Despacito y por las piedras
Apenas un puñado de días después de haber concretado su reunificación, la CGT se entrevistó con el presidente Kirchner. A la cabeza del reclamo, llevaron la cuestión salarial.
El resultado del pedido de un aumento también era previsible: ni un sí ni un no del jefe del Estado, que, en cambio, dio el visto bueno para iniciar una ronda de negociaciones con ministros tendientes a resolver las demandas que excedan al bolsillo.
Así las cosas, los caciques gremiales iniciarán pasado mañana un peregrinaje por los despachos oficiales para abordar temáticas relativas a la educación y la salud. La procesión se extenderá hasta el jueves 19 de agosto. Ese será el día para alquilar balcones, pues se concretará la ansiada entrevista con el titular del Palacio de Hacienda, Roberto Lavagna.
Lavagna, quien en el terreno estrictamente político tuvo su minuto de gloria cuando los "gordos" de la CGT --entonces enemistados con Kirchner-- intentaron catapultarlo como su candidato presidencial, estuvo marcando el terreno apenas los gremialistas se fueron de la Casa Rosada.
Desalentó, en ese sentido, la posibilidad de decretar una suba salarial. Pero, al mismo tiempo, dejó margen al apelar a un concepto ortodoxo: si se incrementa la productividad y mejora la economía, la medida es posible.
Claro que siempre reaparece la historia del huevo y la gallina: las leyes económicas también admiten que si crece el poder adquisitivo, se estimula el consumo y la reactivación toma más impulso.
Mientras se realicen las otras entrevistas, los dirigentes de la central obrera unificada tratarán de mantener contactos informales con Lavagna y bregar por la flexibilidad.
El resto de la agenda. La reunión Kirchner-CGT dejó otras lecturas de carácter político. Mostró, sobre todo, la conciliación entre dos partes que, hasta ahora, habían exhibido indiferencia y recelos mutuos. Las necesidades de uno y otros se transformaron en el motivo central, ni más ni menos, de esta nueva relación.
El gobierno necesita contener los eventuales conflictos en un marco orgánico --razón primaria para sostener la paz social--, neutralizar a los piqueteros y ampliar su base de sustentación.
Los gremialistas comparten algunas de esas cuestiones --cómo sacar a los piqueteros de la calle, aunque, claro, para recuperarla ellos-- y también requieren respuestas para las demandas destinadas a reforzar su vínculo con los trabajadores (el caso salarial).
Hay otros problemas esenciales, sin embargo, cuya solución aparece distante, al menos en lo inmediato (la ya crónica desocupación). Lavagna se refirió a este flagelo y habló sobre la necesidad de crear entre un millón y casi dos millones de puestos laborales.
El actual panorama parece indicar que llegó el momento de consensuar seriamente un amplio pacto social que incluya a todos los sectores representativos y contemple, sin egoísmos, las soluciones para los problemas argentinos.
En la ronda de conversaciones entre la central sindical y los funcionarios gubernamentales, seguramente, podrá atisbarse si está la voluntad de ir apuntando a ese objetivo de una vez por todas o si sólo se está ante una nueva tregua oportunista que, como ocurrió muchas veces, estallará cuando uno u otro no pueda satisfacer el interés individual.
Luis Tarullo/Agencia DyN