Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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El infierno de Gaza en la voz de una bahiense

Testigo. Hace pocas horas que dejó el escenario donde abundan los muertos y heridos y faltan el agua, el pan y la electricidad. En Buenos Aires la espera su marido; en Bahía Blanca, su madre, hermanos y amigas. Por Ricardo Aure.
Foto: Archivo La Nueva.

Cecilia Goin no sabe dónde y cuándo será su próxima misión. Por lo pronto, a esta hora debe estar volando hacia Nairobi, donde vive. En tres semanas regresará a Buenos Aires para reencontrarse con su marido, al que no ve desde hace cuatro meses, y esperar el nuevo destino que le dará la Cruz Roja. Con tanto por delante, esta bahiense no puede dejar de pensar en la Franja de Gaza que deja atrás y donde 1.800.000 palestinos no tienen salida.

Gaza le duele, y mucho

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Es cerca de la medianoche en Jerusalén. Cecilia espera el llamado acordado vía mail desde el diario. El contestador primero “atiende” en hebreo. Nada. Otro intento, la respuesta es en inglés, pero se corta de repente. Ya estamos más cerca. Y, como corroborando eso de que la tercera es la vencida, finalmente surge la voz de esta bahiense de 52 años, licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, que desde 2007 forma parte del Comité Internacional de la Cruz Roja, pero que comenzó a participar en labores humanitarias en 1988, en Guatemala.

Cecilia, que vivió en Jerusalén entre 2010 y 2012, pasó estos últimos días en la casa de una compañera, a la que llegó después de su salida de la Franja de Gaza, donde estuvo desde el domingo 20 de julio.

--La primera impresión fue la de una película de terror. Había ido a Gaza más de 20 veces durante mi residencia en Jerusalén, pero de repente me encontré en una ciudad en ruinas, desolada, con los negocios cerrados, sin electricidad, ni agua... --¿Y dónde está la gente? --Tratando de sobrevivir a las bombas en sus casas, pero la verdad es que no queda un metro cuadrado seguro. Los bombardeos son impresionantes y en esa pequeña franja de tierra hay casi dos millones de seres humanos. Se estima que 400.000 de ellos no tienen adónde ir porque hay más de 4.000 edificios completamente destruidos y otros 4.000 dañados.

--¿Qué puede hacer la Cruz Roja?

--La ayuda humanitaria está muy complicada. Los palestinos tienen muchas expectativas de lo que podamos hacer. Cada vez que evacuamos heridos o enfermos, tenemos que coordinar tanto con Hamas como con el ejército israelí para que nos dejen pasar sin atacarnos. Nuestra única misión es humanitaria. A veces debemos esperar horas afuera de un barrio hasta que los combates terminen.

--¿Hamas tiene consenso popular?

--Ha ganado las elecciones por amplia mayoría en 2006 y en junio de este año pactó un gobierno de unidad con sus opositores, pero también es cierto que la mayoría de los 1.800 muertos palestinos eran civiles y muchos de ellos niños. Eso es inadmisible.

--¿Nadie repara en el derecho humanitario?

--A Israel le asiste el derecho de protegerse de los ataques de Hamas. Hay dos partes en este conflicto. Ambas deberían respetar el derecho internacional humanitario, un conjunto de normas y reglas que limitan los modos de hacer la guerra y que protege a los civiles. Lamentablemente en Gaza han sido atacados hospitales, escuelas, ambulancias, depósitos de agua y una central eléctrica. El costo humano es enorme. ¡Basta! Ya hubo demasiado sufrimiento en esta pequeña parte del mundo. Las secuelas psicológicas en la población van a perdurar por mucho tiempo.

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Sobre su labor como vocera de la Cruz Roja, Cecilia da entrevistas con medios de comunicación de los más diversos países. Admite que hay periodistas que muchas veces informan de manera parcial u omiten mucha información que es relevante para entender lo que pasa.

En Gaza, esta bahiense ocupó la residencia de la oficina que la organización tiene en un segundo piso. En la Franja de Gaza trabajan unos 120 palestinos y 15 extranjeros. La tarea humanitaria es impulsada junto a miembros de la Media Luna Roja, la organización hermana que asiste en el mundo árabe.

--La casa fue compartida por 20 personas, entre médicos, cirujanos de guerra, ingenieros en agua y saneamiento, expertos en explosivos y técnicos. Nos llamaron ni bien fue bombardeado el hospital, pero nuestra labor no puede ir más allá de las 19 porque es imposible moverse en la noche por estrictas razones de seguridad. Los médicos, enfermeras y paramédicos trabajan contra reloj y están física y mentalmente agotados.

--¿Esta experiencia es más conmovedora que la de Siria?

--Sí. Llegué justo mientras los tanques israelíes bombardeaban desde afuera de la franja. Hamas también tiraba misiles. El ruido era ensordecedor y pensé: “Aquí estoy... finalmente veré con mis propios ojos lo que está pasando”. Quedé impactada por el estado de Gaza. La diferencia con la guerra civil en Siria, donde estuve en 2012, es que allí, entre miles de muertos y heridos, hay millones de desplazados porque la lucha sucede en un territorio mucho más grande que en esa pequeña franja donde no hay escape por tierra ni por aire ni por mar, porque también te matan si asumís el riesgo de irte en un bote a Chipre o Turquía.

--¿Hay una palabra para testimoniar lo que siente?

--Hay muchas: impotencia, horror, desolación, miedo... He sido testigo de ceses de fuego de tres horas interrumpidos mientras la gente se desesperaba tratando de conseguir un poco de comida o de agua, de enterrar a sus muertos o de llevar a sus heridos a los hospitales donde ya no quedan más lugares. En ese punto, donde no sabés cuánto más podrás vivir, el shock psicológico es devastador.

--¿Cómo dejó Gaza?

--Aproveché un alto en las hostilidades para llegar a Jerusalén. Yo pude hacerlo, pero no puedo dejar de pensar en los que siguen atrapados en ese infierno.

--¿Cómo la humanidad puede aceptar este desastre?

--Hay conflictos armados en por lo menos 90 países. Vivimos en un mundo que no puede encontrar respuestas más allá de la violencia.

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Cecilia Goin siente vivir varias vidas al mismo tiempo. Por un lado, tiene una familia que añora todo el tiempo: su marido Marcelo y sus hijos, que están en Buenos Aires; su madre, hermanos y amigas del Colegio La Inmaculada que la esperan en Bahía Blanca. De pronto le gustaría estar en su casa regando el jardín o haciendo las compras en el supermercado, pero lo cierto es que anda por destinos insólitos y extremos: Sudán, Siria, Gaza, Congo, Uganda...

--Estuve en lugares que muy pocas personas conocen y eso, que tiene cierta fascinación para mí, también implica un constante aprendizaje. Nunca sé muy bien dónde voy a estar en los próximos meses. Mi vida, para nada aburrida, es una caja de sorpresas.

El camino de una vida

* Cecilia Goin nació y creció en Bahía Blanca. Se acercó a la Cruz Roja estimulada por la tarea que una amiga, Sonia Forestier, cumplía dentro del movimiento scout. A comienzos de 1999 participó de la operación organizada para asistir a las víctimas del Huracán "Mitch", en Centroamérica. Por entonces, vivió seis meses en Guatemala. Cubrió, además, los efectos de las lluvias torrenciales y los deslizamientos de tierras en Venezuela a fines de 1999, las inundaciones en Bolivia y el terremoto de Perú en el 2001.

* Entre 2002 y 2005 también trabajó en la sede mundial de Greenpeace, en Holanda.

* Durante 2007 y hasta febrero de 2008 fue portavoz de la Cruz Roja en el conflicto de Darfur en Sudán. Todavía tiene muy viva la imagen de los bebés desnutridos, de los niños sin sonrisa y de las madres que trabajan sin parar. “El sufrimiento que provoca una guerra es algo que no tiene explicación racional y que alguien se pueda morir de apendicitis resulta más difícil de entender todavía".

* En 2009 viajó a Filipinas para colaborar con el equipo de comunicación luego del secuestro, en el sur de ese país, de tres compañeros de la Cruz Roja Internacional.

* En 2010, en Chipre, se casó con Marcelo Pasqualini, también bahiense pero que reside en Buenos Aires. “No podría vivir sin él. Estamos profundamente unidos. Nos vemos poco, pero nos queremos mucho”.

* En 2011 fue la vocera del Comité Internacional de la Cruz Roja en otro capítulo del enfrentamiento palestino-israelí. En 2012 fue testigo de la guerra civil en Siria.