Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

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Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

El patrón de la vereda

MAXIMILIANO PALOU
"La Nueva Provincia"

     Un día su papá, que tenía el mismo nombre que él, se enfermó y no pudo lustrar por un tiempo. Entonces el nene de 8 años agarró el cajoncito con los cepillos y la pomada y se fue a la plaza.
     Luis Elías Hanna ya tiene 66 y desde hace casi 60 sigue de lustrabotas en la misma vereda de Chiclana. Tuvo de vecinos al Café Nº 1, a Modart, al Bar Londres, al Restaurante Avenida... Ahora comparte baldosas con un viejo conocido: el Restaurante Víctor, algunos bancos, un drugstore (bah... un quiosco grande) y dos cafés.
     A la mañana el "Turquito" iba a la Escuela Nº 5 y a la tarde a lustrar. Entre la escuela y el lustre pasaba por el conventillo de Beruti al 200 para comer lo que preparaba mamá Nelly Arias en los tiempos libres dejados por el lavado de ropa y que aprovechaba para poner algo en la olla.
     "Acá se trabajaba mucho. Había como 70 lustrabotas. Si hasta llegamos a tener un sindicato que estaba en Sarmiento al 300 y se llamaba Santa Evita", dice Luis, un peronista que rescata los derechos que Juan Domingo Perón les dio a los trabajadores.
     En las buenas épocas, "cuando los hombres venían al centro de traje, zapatos y sombrero", el "Turquito" hacía unos 20 lustrados que a 40 centavos le sumaban 8 pesos y era más de lo que ganaba mamá.
     "Me quedaba con algo para comprarme una carasucia en la escuela y en casa ayudaba con el pan, el aceite...".
     Dice que por eso dejó la escuela cuando había que empezar el secundario. "Es que lo que ganaba acá era bastante. No sé si con el estudio hubiera ganado igual".
     De todas maneras se acuerda de las maestras Sánchez, Vázquez, Lener... "Antes era cierto aquello de que la maestra era tu segunda mamá".

* * *

     De pronto se hace un corte en la charla.
     --Señor, ¿dónde queda el Café Muñoz?
     --Acá a la vuelta señora. Llega a la esquina y hace una cuadra hasta la otra esquina.
     --Es que me está esperando un taxi para llevarme a Punta Alta.
     "Acá es así. Siempre me preguntan las paradas de colectivos, cuál los lleva a tal lado. Soy un poco un referente".

* * *

     El Café Nº 1 le daba una gran mano a Luis. Según cuenta se vendían hasta 4.000 cafés por día y muchos de los que pasaban se daban una lustradita. Eran épocas de estar impecable. En el Nº 1 se tomaba de parado y se hablaba de política, de fútbol... temas de hombres de aquellos años.
     Luis fue testigo privilegiado de todo lo que pasó en la Plaza Rivadavia.
     "Acá enfrente estaban los mateos, que eran los taxis de aquella época, los autos estacionaban a 45%, allá en Alsina se encontraba la confitería Costa Rica, un poco más acá la Central Faiazzo y Braghero (un salón en el que se cortaba el cabello y se lustraba) y en la esquina de Alsina y Chiclana: el Banco de Londres... Y en Colón y Chiclana: el Banco Español".
     Se acuerda de uno que vendía globos, de los que hacían la manzanita con palito para los chicos, de los fotógrafos que casi siempre le sacaban a los colimbas y de todos los que tuvieron puestos de diarios y revistas.
     Tiene clientes de más de 40 años y recuerda a los hombres sabios que cuando él era un pibe le decían, con el zapato apoyado en el cajón: "nunca dejés de ayudar a tus padres".
     Le lustró los zapatos a Horacio Guarany, a Julio Sosa y a otros famosos.

* * *

     Segundo parate en la charla.
     --¿Cómo andás Luisito?
     --Bien, bien.
     El hombre es el dueño de una de las zapaterías más prestigiosas de la ciudad. Una cuyo nombre empieza con R.
     --Ustedes son un poco socios ¿no?
     --Sí, sí... Yo vendo y él hace el service --dice, mientras ríe, el hombre de impecable presencia.

* * *

     A los 25 Luis conoció a Ana.
     "Fue en un baile en el club Independiente. Pasó al lado mío y le dije algo, cómo ella se rió me animé: `por qué no seguimos riéndonos mientras bailamos'. Y bueno...". Tuvieron tres hijos: Guillermo, Esteban y Susana.
     Luis vive en Villa Rosas y vivió en Bella Vista, por eso debe ser que se hizo hincha de los gallegos. También es de Boca: "Riquelme es un poco apático, pero con pelota parada es cri-mi-nal". Y sigue opinando: "me gusta que Diego esté en la Selección, sobre todo porque Bilardo va a estar al lado y ese es un hombre serio".
     Fue admirador de Pascual Pérez y Nicolino Locche. "Pascualito (que estuvo casado con una bahiense) vivió a la vuelta de mi casa en Fitz Roy al 300. Me gusta mucho el boxeo", dice.
     Se va terminando la charla. Mis zapatos están brillantes. Luis le pasó el preparado de goma Tracanto, anilina negra y cera y le dio el toque final con la Washington, "eso es para que los zapatos te queden impecables aunque llueva", me dice.
     Todavía faltan seis horas para las 4 de la tarde. Cuando el reloj marque las 16, Luis agarrará su cajón, se acercará hasta la parada de la 518 y volverá a casa. Es que mañana a las 8 menos cuarto hay que estar de vuelta para hacer los 5 o 6 lustrados de cuatro pesos que todavía le permiten parar la olla.



¿Mujeres? Casi nada

"Las mujeres no se lustran ni zapatos, ni botas. Pero tengo una clienta que me trae tres o cuatro pares, se las lustro y después las pasa a buscar", cuenta Luis.




El también está en la plaza

     Hace 25 años Alfredo Cornejo instaló su carrito entre la Aduana y el edificio de Tribunales en la primera cuadra de Estomba.
     Y los bahienses saben que ahí van a encontrar un buen paquete de garrapiñadas que la mayoría de las veces sale calentito.
     "Antes era yesero y en el 83 dejé porque esto me gustaba más, me permitía estar en la calle. Ya vendía en el Hospital Ferroviario, en la cancha de fútbol de Olimpo, en la de básquet de Estudiantes...", cuenta Alfredo, que anda por los 69.
     El secreto para hacer las garrapiñadas se lo enseñó María Leiva, la mujer de su hermano. Pero Alfredo lo comparte.
     "No hay nada raro. Le pongo azúcar, esencia de vainilla y agua, como todos. El maní lo compro en Vincitor de Chiclana al 500. Más o menos son dos kilos por día. Con uno hacés alrededor de 25-30 paquetes", que vende a un peso.
     Para las Fiestas se gana un extra porque tiene pedidos por kilo que salen a unos 20 pesos y hasta hace con nueces o almendras "pero ahora están caras".
     A las 8 la zona de Tribunales se inunda de ese olor tan particular del azúcar quemado. A las 7 de la tarde vuelve a su Villa Mitre.
     "No sé hasta cuando voy a seguir con esto. Estoy jubilado, pero gano poco. Supongo que dejaré cuando me canse".