Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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"Los ingleses subestimaron qué significaban las islas para los pilotos"

El escritor Claudio Meunier hizo tres libros, y prepara un cuarto, sobre la actuación de la aviación naval argentina en la guerra de Malvinas. "Hicieron cosas brillantes", asegura.

Fotos: Pablo Presti - La Nueva. y gentileza Claudio Meunier

   “Todos mis amigos estaban jugando a la pelota, y yo estaba el día entero escuchando los comunicados de la guerra de Malvinas, para ver cuántos nos hundían o cuántos les hundíamos”.

   El amor, obsesión, metejón del escritor Claudio Meunier con la aviación (los aviones) aparecieron cuando era muy chiquito: asegura que cuando ya tenía tres años no hacía otra cosa que dibujarlos en papeles y cuadernos. Con el correr del tiempo, durante la semana en Bahía Blanca o los sábados, domingos y vacaciones en Pigüé o Goyena, a esa manía se sumaría el modelismo, la construcción de modelos a escala. Y cuando aprendió a leer, devoraba cualquier texto o revista sobre el tema; no había juguetes, solo quería libros.

   Con Malvinas y la guerra, la cuestión fue diferente. Mucho antes de los tres libros (y el que viene en camino) que haría sobre el desempeño de la aviación naval en el conflicto del Atlántico Sur, todo lo ocurrido entre el 2 de mayo y el 14 de junio de 1982 se trataba de un tema cerrado para él; no quería saber nada.

   Había tenido la oportunidad de viajar a las islas un tiempo antes del comienzo de las hostilidades, durante una excursión hecha desde Tierra del Fuego. Apenas comenzada la guerra discutía con su familia porque, siendo un chico de 12 años, entendía (y aseguraba) que el armamento que poseía Gran Bretaña iba a ser demasiado para las fuerzas nacionales; libros y revistas sobre aviación que habían caído en sus manos certificaban su posición, mas no así los medios de comunicación nacionales ni el sentir popular de aquel entonces. La muerte de algunos conocidos de su familia y suyos en la guerra, terminaron de ponerle un candado al tema.

   Mientras el recuerdo y las pérdidas en aquellas islas seguían cerrados para él, surgió la posibilidad de escribir un libro sobre un aviador perdido en la Segunda Guerra. Ya venía gastando teclados de Remington primero y de viejas computadoras después, pero solo por el placer de investigar para sí mismo. Así, llegó ese primer libro, y desde ahí no pudo parar.

   Tres décadas después de la Operación Rosario, se decidió a desarmar el ovillo de Malvinas. La balanza la terminó inclinando un documental del que participó para History Channel y el hecho de que, desde el punto de vista de la aviación naval, sobre y desde el conflicto solo se habían escrito tres o cuatro libros que contaban qué era lo que habían vivido los pilotos argentinos durante esos 74 días de 1982.


Una foto histórica: Claudio Meunier en las islas, poco antes de que estallara la guerra.


   “Me pregunté ¿cómo podía ser que no hubiese más? Entonces comencé a escribir, reorganicé las escuadrillas y empecé a contactar a los pilotos, tripulaciones de a bordo y personal de tierra: me metí en un submundo y todo eso lo volqué en un libro que salió en 2012”, recuerda.

   Ese Malvinas: Jamás serán olvidados tuvo su reedición en 2016 con nuevas fotos e informaciones y más páginas -480 en total, en una encuadernación que orilla los 2 kilos-, sumándose a Malvinas: Fuego en el Aire (2013, junto con otro escritor y a partir del accionar de la Fuerza Aérea Argentina) y Dónde estuviste (2015).

   “El libro cuenta las cosas brillantes que se dieron en un marco de guerra, los errores, las bajezas humanas y también los gestos de humanidad”, asegura.

 

Además de Malvinas: Jamás serán olvidados, Meunier escribió los libros Malvinas: Fuego en el Aire y Dónde Estuviste, entre otros. Todos se pueden conseguir en las librerías de Bahía Blanca.

 

   Fue, como dice, la posibilidad exorcisar sus propios fantasmas a través de la escritura.

   “Habían pasado 30 años de mi foto en Malvinas, antes de la guerra, y yo no había querido volver a verla -reconoce-. Escribir me alivió mucho, porque empecé a sacar todo lo que tenía dentro mío”.

   En medio, comenzó a trabajar en el Centro Cultural Islas Malvinas de Bahía Blanca. Todo lo que había volcado en el papel empezaba a tener caras y voces en forma diaria. Los decibeles y su ansiedad bajaban y el conflicto tomó otra forma en su cabeza, así como los protagonistas de esas historias.

   A Meunier no le gusta hablar de héroes al referirse a los pilotos argentinos; prefiere denominarlos profesionales que habían pasado horas y horas de entrenamiento y “para quienes la culminación de todo eso era hacer lo correcto”.

   “Hoy, en la masa colectiva se dice que héroes son los que están vivos, pero para mí son los que murieron, los que no volvieron; y eso también se puede discutir. Puedo aceptar que un nieto de un veterano diga que su abuelo es un héroe; o que se hable así de alguien que haya sido condecorado. Para mí, son profesionales que iban a volar, que habían entrenado y que sabían desenvolverse y resolver problemas en situaciones extremas; no héroes”, explica.

   En esa cuestión, en el profesionalismo, es donde el escritor ve la diferencia hecha por nuestros pilotos, que en muchas ocasiones debieron improvisar y luchar siempre en desventaja, con aviones ya en desuso y de tecnología casi antigua para ese momento, a los que se le trababan los cañones, no funcionaban los asientos eyectables o perdían líquido hidráulico.

   “Se hicieron cosas increíbles, como usar una sistema único de ataque, que figuraba en un cuadernillo de estadísticas creado en la UNS. Fue la única unidad aeronaval que contaba con una doctrina propia de ataque”, recuerda.

   En eso no tiene dudas: la diferencia que hicieron los pilotos argentinos fue “brillante”.

   “Supieron improvisar, con profesionalismo y en clara desventaja. Hicieron cosas increíbles, 'made in casa'”, asegura.

   Desde el 21 de mayo, a partir del desembarco de la flota en las islas, por los aviones argentinos, las fuerzas británicas perdían un buque de guerra día por medio, algo que ni siquiera les había ocurrido en la Segunda Guerra Mundial: ese día les hundieron el HMS Ardent, el 23 el HMS Antelope y el 25 el HMS Coventry y el Atlantic Conveyor.

 

Los apuntes de la UNS que permitieron hundir un barco en la guerra

 

   “¿Cómo un país como el nuestro podía hacerle eso a un país de la OTAN? -cuestiona-. La aviación naval argentina reemplazaba su parque aéreo cada diez años: estaban los Panther, después llegaron el Aermacchi y los A4 Skyhawk y más tarde los Super Etendard. Si nosotros teníamos eso, hay que imaginarse lo que podían hacer los otros”.

   Asegura que el gran error que tuvieron los ingleses, en ese sentido, fue subestimar lo que significaban esas islas perdidas en el Atlántico Sur para los pilotos nacionales.

   “Es decir, el sentir que tenían por ellas -cuenta-. Por aquellos tiempos, en la escuela se enseñaba sobre las Malvinas y lo que significaban para nuestro país, y todo eso estaba grabado en su cabeza. Eran hombres de acción: ese era nuestro territorio nuestro y lo defendieron”.


"Si perdimos la guerra, tenemos que hacer una autocrítica"

 

   Meunier dice desconocer cómo -en diez años o más- podrá verse, entenderse o recordarse lo ocurrido en Malvinas hace ya cuatro décadas. Sus libros, cuenta, buscan retratar lo ocurrido durante esos casi tres meses del otoño-invierno de 1982.

   “Son (serán) la memoria viva de las voces de quienes estuvieron ahí. Quien los lea va a encontrar esa información, relatada por quienes lo vivieron. Después, lo que piensen o hagan las siguientes generaciones, se verá; el mundo evoluciona muy rápido”, analiza el escritor.

   En ese sentido, señala que a partir de sus textos, cada uno podrá hacer un análisis profundo y tener y defender su posición.

 

Obsesionado por los aviones, durante tres décadas no quería pensar en la guerra. "Escribir me alivió mucho", reconoce.

 

   “Como autor no quiero decirle a la gente cómo nos fue, sino dejarles un relato de lo que vivieron ellos, los pilotos, y que sea el más fiel, el más lógico y el más ajustado a los hechos”, sostiene.

   Para esto, dice, todavía es necesario que la Argentina libere y publique mucha información de lo ocurrido durante el conflicto. A 40 años, todavía hay gente y protagonistas que se callan, secretos que se guardan y documentos que se ocultan.

   “En Gran Bretaña está el archivo de la guerra abierto para cualquier persona, y se puede ver todo: la bitácoras de los buques y las acciones diarias, por ejemplo. Acá, en cambio, todavía nos falta documentación”, lamenta.

   Ante cada pedido de información en nuestro país, reconoce, cualquiera que pregunte se termina encontrando con trabas; hay problemas y hechos que se cuentan, pero se pide que no se divulguen.

   “¡Es historia! Necesitamos que hablen, pero sin la camiseta puesta. Si perdimos la guerra, tenemos que hacer algún ejercicio de autocrítica”, finaliza Meunier.