Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Las restricciones para importar jaquean al esperado repunte de la economía

Nuevas y cambiantes trabas para adquirir divisas complican a la producción industrial y a las grandes empresas.

Por Francisco Rinaldi / frinaldi@lanueva.com

   La falta de divisas obligó al Gobierno a “pisar” las importaciones de bienes a través de la considerable extensión de los plazos que los organismos competentes tienen para decidir su autorización, lo que constituye una amenaza para la recuperación post-pandemia de la industria.

   Así, desde el 17 de septiembre las importaciones que se declaren a través del Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI) cuentan con un plazo de hasta 60 días hábiles antes de ser aprobadas.

   Como el plazo anterior era de hasta 10 días hábiles, la iniciativa busca el ahorro forzoso de divisas para pagar importaciones, en un contexto de demanda para atesoramiento que no afloja, lo que genera reservas menguantes.

   “El SIMI es el sucesor de la anterior Declaración Jurada Anticipada de Importación (DJAI). Se implementó durante el Gobierno anterior y aunque su espíritu no era trabar importaciones, en la práctica y cuando hubo situaciones de faltante de divisas, como la actual, funcionó como un mecanismo para impedirlas, muy similar a lo que se hacía con las DJAI”, explicó a La Nueva. la Licenciada en Comercio Internacional y Despachante de Aduana Pamela Lorenzo.

   Advirtió que esta situación “genera una dilación muy importante en los tiempos para la destinación definitiva de lo que se compra afuera, porque a los 60 días se agregan otros plazos extra, propios del comercio internacional. Hay que tener en cuenta que somos un gran importador de insumos y maquinarias, con lo cual, todo esto tiene efectos en la producción de bienes”.

   Y los propios datos oficiales avalan su conclusión: de acuerdo con el INDEC, a agosto de este año, más de siete por cada diez dólares de importaciones se destinaron a bienes de capital, insumos y piezas y accesorios para bienes de capital, vale aclarar, bienes indispensables para que la industria argentina pueda funcionar.

   Desde la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) estimaron una recuperación interanual de la industria del 13% a agosto del corriente, aunque notaron que “no pueden descartarse mayores restricciones a las ya vigentes al acceso a divisas, lo que podría obstaculizar la dinámica de la recuperación”, algo que, finalmente, está pasando.

   Además del mercado de bienes, las grandes empresas se ven afectadas por el canal del financiamiento externo al que habitualmente acuden, ya que deben dilatar pagos de capital e intereses.

   “Las regulaciones se modifican permanentemente y por eso, se les hace muy complicado adquirir divisas. Pueden demorar 15 días o tres meses en pagar, lo que les genera muchos probelmas, porque no todos los acreedores entienden lo que está pasando acá”, explicó una fuente.

   Así, se ven forzadas a hacerse de divisas en canales alternativos al Mercado Único y Libre de Cambios (MULYC), uno de los mercados legales donde también interviene el BCRA. Entre las opciones disponibles está el “Contado con Liqui” (CCL), donde una persona o una empresa puede cambiar pesos por dólares en el exterior, utilizando la compraventa de acciones, letras o títulos de deuda.

   Claro que esto tiene un costo mayor, ya que el tipo de cambio al que obtienen las divisas es superior al del MULYC.

Desconfianza extrema

   “Los niveles de desconfianza actuales son inéditos y sorpresivos en estos momentos del país, donde hay superávit comercial y recuperación económica”, manifiesta el economista Pablo Besmedrisnik.

   Así, la balanza comercial argentina, que es la diferencia entre exportaciones e importaciones, redondeó 8 meses consecutivos con números en negro tras el saldo positivo de agosto (U$S 2.339 millones). El superávit del octavo mes es el más elevado desde agosto de 2019, según datos oficiales.

   Pese a ello, los dólares que ingresan por el lado del comercio exterior son insuficientes para abastecer a la demanda necesaria para afrontar intereses de la deuda, pagar importaciones y atesorar: hasta el 19 del corriente, el BCRA llevaba vendidos en el MULYC 962 millones de dólares, 200 millones menos que en septiembre de 2020, mes en el que se endureció el cepo cambiario.

   Precisamente, fue allí donde se decidió monitorear la capacidad económica y de ingresos requeridos para la apertura de nuevas cajas de ahorro en moneda extranjera, límitar el acceso de cotitulares a la compra de dólares, y establecer que los pagos realizados por los consumos en dólares con tarjetas de crédito y débito se tomen en cuenta en el cupo mensual de U$S 200 por persona. También se estableció la aún vigente percepción a cuenta del pago de los impuestos a las Ganancias y sobre los Bienes Personales del 35%.

   A un año de esas medias, no pueden descartarse nuevas restricciones, aseveran economistas como Gabriel Rubinstein.

   “La gente descuenta una devaluación después de las elecciones. Por eso busca quedarse con todos los dólares que pueda”, explicó Besmedrisnik.

   En este contexto, pensar en exportar mayor valor agregado e iniciar el postergado camino hacia el crecimiento y el desarrollo económico parece, al menos en lo inmediato, una auténtica utopía.

    “¿Cómo se va a hacer para apuntalar las ventas externas de bienes con valor agregado sin máquinas que los produzcan? Argentina no es un gran productor de bienes de capital, por lo que, nos guste o no, para exportar más, también tenemos que importar. Los diferentes gobiernos no han tenido una política de comercio exterior de largo aliento, por eso se dan en forma recurrente estas situaciones”, finalizó Lorenzo.