Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Los hornos de ladrillos, una práctica artesanal en riesgo de desaparición

Actualmente, en nuestra ciudad funcionan unos 20 hornos, cuando hace una década la cantidad orillaba los 50. La Cámara de Ladrilleros analiza dejar de funcionar por la falta de ingresos.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Mario Minervino /  mminervino@lanueva.com

   En los últimos diez años al menos el 40% de los hornos de ladrillos ha dejado de operar en nuestra ciudad, mientras que la actual situación de pandemia un gran porcentaje se encuentra complicado debido a la baja en la demanda por parte de la construcción.

   Ese el panorama que comparte Omar Sánchez, titular de la Cámara de Ladrilleros de la ciudad, la cual, aclara, “está cerca de dejar de funcionar” considerando que son pocos los ladrilleros que están realizando los aportes económicos que permitan su funcionamiento.

   El directivo señala que el panorama local es preocupante desde hace tiempo, al punto que estima que hoy funcionan unos 20 hornos, cuando hace una década la cantidad orillaba los 50.

   Una de las situaciones más preocupantes es que la mayoría de estos hornos opera con gente en negro trabajando en condiciones poco menos que calamitosas, según se pudo verificar en distintos procedimientos realizados por la AFIP en los últimos años.

   Para Sánchez, esos empleados trabajan por temporadas, ya que en determinadas épocas del año dejan el horno sin operatividad para realizar otros tipos de tareas en pueblos de la zona.

   “Es muy complicado para que esta ocupación sea rentable, por eso se trabaja con personal eventual. No digo que van a desaparecer todos los hornos, pero sin dudas serán pocos los que queden operativos”, aseguró.

   Un estudio realizado en 2011 mencionaba la existencia de unos 1200 hornos en la provincia, de los cuales 300 estaban en Mar del Plata; 200 en Chacabuco, 100 en Chivilcoy y 60 en Bahía Blanca aproximadamente. De esa cantidad, apenas el 1% estaba registrado.

   Si bien el ladrillo común ha resignado su protagonismo en la construcción, sigue siendo indispensable en la construcción de cimientos, relleno de muros o en las cargas. 

   También es habitual usarlo en muros medianeros de 30 centímetros. Sin embargo tanto el ladrillo hueco cerámico como las divisiones con tabiques en seco son los materiales que hoy dominan el mercado. 

Un trabajo artesanal

   La fabricación del ladrillo es parte de un proceso artesanal del cual hay rastros unos 4 mil años antes de Cristo y que todavía se resuelve con medios manuales.

   El procedimiento consiste en la preparación de la materia prima que se extrae del suelo, formando adobe, con la aplicación de agua, y su molienda con algún agregado (aserrín). Luego se van llenado moldes de madera que permite fabricar dos ladrillos, sigue el secado de esas unidades y por último la cocción.

   Los reconocibles hornos de ladrillos tienen forma trapezoidal y se forman apilando los ladrillos crudos, formando una pila de 10 x 7 x 4 metros de altura. En la parte inferior se dejan túneles que donde se coloca la leña para iniciar la cocción. 

   Se coloca carbón en las filas durante el armado del horno que hará las veces de combustible para que el fuego cocine todos los ladrillos. La cocción dura una semana y un horno produce 250 mil ladrillos. 

Mudanza y parque

   En 1990 comenzó en la ciudad la inquietud por trasladar a los hornos ladrilleros a un único sector, conformando una suerte de parque ladrillero, ya que en general la ubicación de los mismos quedó en lugares donde han surgido decenas de barrios y no habilitados para ese tipo de práctica.

   La industria de ladrillos utiliza la capa fértil del suelo como materia prima y cuando ésta se agota el piso queda sin posibilidades de recuperación.

   “La periferia sufre la amenaza latente de convertirse en un semidesierto”, se dijo.

   En 2009 se anunció que el parque ladrillero se montaría en un campo de 150 hectáreas que la comuna poseía en Calderón, sobre la ex ruta 3 norte. Era la segunda vez que se intentaba esa mudanza, ya que años antes la comuna decidió desistir por la oposición de vecinos del lugar, quienes argumentaban que la fabricación de ladrillos era agresiva para el medio ambiente. 

   El parque ladrillero sería además el primer paso para la legalización de las actividades, por entonces completamente irregulares. 

   Los ladrilleros presentaron algunas condiciones para aceptar el traslado, por caso la provisión de energía y agua; una indemnización por el traslado y quedar exentos por cinco años de las tasas de Seguridad e Higiene. Nunca se avanzó con el proyecto.