Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Finalmente el Gobierno marcó la cancha en el camino a octubre

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Los afanes de la primera línea del albertismo para morigerar el impacto de algunos misiles que lanzó el Presidente durante la Asamblea Legislativa -en especial para el lado de la Justicia, que amagan con generar nuevas dudas en los inversores y los factores de poder de aquí y del exterior- se desmoronaron el jueves luego del furioso descargo de Cristina Fernández ante la Sala I de la Cámara de Casación Penal en el marco de la causa conocida como dólar futuro que la tiene procesada. Aunque marcaron, como contrapartida, el fuerte componente a favor de dinamitar cualquier puente de concordancia política en la escena de aquí a las elecciones de octubre.

   Aquellos apuros parecieron incluso coronarse cuando la ministra de Justicia salió el miércoles a desactivar una de las bombas, o al menos el poderío con el que parecía haber caído en analistas y de hecho en los principales nichos de la oposición. Marcela Losardo, de quien se dice en la Casa Rosada que “cuando habla ella el que habla es Alberto”, aclaró que el proyecto para crear una bicameral que controle el accionar de jueces y fiscales no permite a los legisladores arrogarse facultades de otros poderes y que por lo tanto no podrá sancionar ni separar jueces “porque eso no es Constitucional”.

   La huracanada embestida de la vice ante los jueces echó por tierra esa supuesta ”moderación” que Losardo habría buscado imponer. Por el contrario, en una mirada que era fácilmente compartida por  habituales voceros del Instituto Patria, el descargo de Cristina no hace más que reafirmar un análisis que se extendió a ambos lados de la grieta tras el paso de Alberto por el Congreso: su largo mensaje de casi dos horas pareció llevar al pie, o poco menos, el visto bueno de su jefa y mentora.

   La vicepresidenta, en rigor de verdad y si hay que atenerse ajustadamente a su propia parrafada de casi 50 minutos vía Zoom ante la Sala I, ratificó y aun potenció en varios pasajes cada una de las novedades del discurso presidencial, que por su virulencia y carga de munición pesada contra jueces, el macrismo y el FMI, sorprendió a las “palomas” del gabinete que -por alguna razón después no explicada- se esperanzaban con un mensaje “más conciliador”.

   Puede resultar anecdótico si la puesta en escena de esas dos obras cargadas de fortísimas críticas contra Macri y los jueces y fiscales del llamado lawfare fueron en alguna medida escenarios montados para tapar el escándalo del vacunagate, como se sospecha en los mentideros. O darle una cobertura al problema de la inflación, que amenaza con superar hasta los propios cálculos del oficialismo. 

   Tal vez también frente a la preocupación creciente en el círculo rojo sobre problemas del gobierno para avanzar ahora en un acuerdo razonable con el Fondo Monetario, sacudido por derecha y por izquierda por Alberto y Cristina  mientras un sufrido Martín Guzmán prepara las valijas para viajar al organismo con sede en Washington.  

   Es cierto que aquella premura de los confidentes para avisar que Alberto no estaba “enojado”  -en referencia al severo tono del discurso- ni muchísimo menos que lo que había leído ante diputados y senadores ya venía guionado desde el despacho de la vice, sino que el texto del mensaje y sus destinatarios estaban en la cabeza del Presidente desde mucho antes del 1 de marzo, sonó de manual. “También necesitábamos salir de la trampa del vacunatorio VIP”, terminó por sincerarse uno de esos funcionarios que frecuentan la cocina del poder y conoce de esos enjuagues. 

   No habría que ver una desconexión, sin embargo, entre una cosa y la otra. Es decir entre los mensajes y sus destinatarios del discurso presidencial y el poco disimulado deseo de sepultar lo más rápido posible el vacunagate. Dicen los confidentes que las patas centrales del discurso de apertura de sesiones ordinarias no solo marcan que el gobierno nacional “entró en campaña” sino que los ataques al macrismo como el principal responsable de la crisis actual vía acuerdo espurio con el FMI; a los jueces y fiscales que según Cristina fueron culpables de la victoria de Macri en 2015; las críticas al sector empresario; la eterna inquina del kirchnerismo-cristinismo con los medios de comunicación que no le son fieles, y el plan de vacunación masiva serán la ancha base del discurso de campaña hacia las elecciones de octubre. 

   El Presidente, dicen a su lado, vive de desvelo en desvelo al comprobar dos cosas directamente ligadas a la pandemia: que fracasó su plan de sepultar el escándalo de las vacunas bajo cuerda a funcionarios y sus familiares con el despido de Ginés y que, por el contrario el tema crecía en los medio y traspasaba las fronteras para instalarse en Estados Unidos y Europa. Luego, la insuficiente llegada de vacunas al país, la rusa o cualquiera otra que quieran ofrecerle al Gobierno a esta alturas, admiten en Balcarce 50, que permita cumplir con su promesa de tener 20 millones de argentinos vacunados antes de que finalice marzo.

Había aquí en las últimas horas, sin embargo, un fuerte atenuante que calma los nervios del presidente y su desesperación por ver dañada, otra vez, la palabra empeñada. Por un lado el drama de la insuficiencia de vacunas por cuellos de botella en la producción lo están sufriendo casi todos los países del mundo y no solo la Argentina. Y en segundo lugar, que pese a esos inconvenientes en la última semana se aceleró la llegada de dosis al país y ahora ya se planean dos vuelos semanales a Rusia y la India (que produce la vacuna china), al menos para llegar a las diez millones de dosis sino en marzo, seguro a fines de abril, principios de mayo. Es algo.