Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Más allá de la pandemia, el feedlot atraviesa un momento bisagra

“Se está generando una constante descapitalización de las empresas que reducen, en forma importante, su nivel de actividad”, dijo Juan Carlos Eiras, titular de la CAF.

La ocupación de los corrales alcanzó su pico en el mes de junio con el 70 %. / Fotos: Archivo La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   ¿Cuál es la potencialidad del feedlot?

   —El sector aporta carne de calidad para el consumo y la exportación; posee la capacidad para cubrir mayor demanda y es clave en la anhelada intención de sumar agregado de valor.

   ¿Cuáles son los desafíos?

   —Todos los generales de la ganadería, como sustentabilidad, bienestar animal, uso responsable de fármacos y demás y los productivos relacionados con la eficiencia.

   ¿Cuál es la realidad, en esta coyuntura de pandemia?

   — Las variables principales del negocio se presentan adversas para los resultados de los corrales. ¿Por qué? Porque el insumo más valioso, el ternero o novillito de invernada, alcanzó valores que nada tienen que ver con el negocio del engorde, tornándose para los operadores en un activo destinado al resguardo de valor, tal como lo fueron las compras anticipadas de insumos dolarizados durante este año.

   “También el costo de alimentación se vio modificado con la suba del maíz y otros insumos en el último mes y medio”, explicó Juan Carlos Eiras, titular de la Cámara Argentina de Feedlot (CAF), para describir lo que sucede, realmente, con el sector.

   “Del otro lado de la ecuación, el novillo gordo parece haber encontrado un valor de alrededor de los $ 114 kilos para el ternero liviano de consumo, que se muestra relativamente estable en las últimas semanas. Eso nos deja con una relación compra/venta desfavorable y un costo de alimentación en crecimiento”, amplió.

   También dijo que la ecuación marca un quebranto de los engordes de alrededor de los $ 3.500 por animal engordado.

   “Bajo este panorama, aquellos productores con posibilidades de flexibilizar su sistema productivo se vuelcan a recrías pastoriles, o con distintos grados de suplementación, que le permiten diluir la fuerte inversión de entrada, que son los kilos de invernada en más kilos producidos en el ciclo”, aseguró.

Juan Carlos Eiras, titular de la CAF.

   Eiras comentó que, analizando esta situación, es de esperar que el valor del ternero gordo evidencie --en los próximos meses-- algún incremento, en respuesta a la reducción de la oferta.

   “Por otro lado, esta posible suba se encontrará con un consumo restringido por una situación económica sumamente compleja por las situaciones atravesadas en los últimos años. Y al plus de problemáticas laborales causadas por la pandemia en curso”, indicó.

   Respecto de la evaluación de la oferta futura de hacienda gorda, Eiras convino en analizar algunos números de la actividad.

   “La zafra de este año mostró una particularidad: la concentración de ingresos a los corrales de manera más marcada en el mes de mayo”, dijo.

   “A la buena situación climática de los campos se le sumó la incertidumbre del inicio del aislamiento social obligatorio, que redujo las operaciones en abril. A pesar de esa variación en la distribución de los ingresos, el stock de hacienda en los engordes, si bien fue algo menor a los valores del año pasado para marzo y abril, se equiparó —a niveles de 2019— desde mayo”, contó.

   Los niveles de ocupación, con valores generales superiores al año pasado, alcanzaron su pico en el mes de junio con un 70 % de ocupación y mostrando, ya en julio, una baja de dos puntos porcentuales: 68 % de ocupación.

   “En esta época del año comienza el vaciado de los corrales que jugará, junto con la demanda, en generar una situación que —entendemos— llevará a alguna suba de los precios de la hacienda terminada”, añadió.

   “De todas formas, estamos lejos aún de revertir la situación actual de pérdida de miles de pesos por animal producido. Y, situaciones como estas nos ponen en un proceso que, tal como sucedió en los últimos dos años, genera una constante descapitalización de las empresas por la reducción de su nivel de actividad”, concluyó Eiras.