Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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¿Cómo transitan los bahienses el rebrote del coronavirus en Europa?

El ingreso a la estación invernal ha obligado a levantar la guardia. En la mayoría de los casos, con barbijos obligatorios y toque de queda, las medidas ahora son más restrictivas.

Una imagen inusual del barrio del Wedding, en la ciudad alemana de Berlín, Alemania, habitualmente abarrotado de gente en tiempos convencionales. / Foto: gentileza Selene Rueda
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Audionota: Juan Ignacio Zelaya

Pablo Alvarez / palvarez@lanueva.com

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   La ausencia de una solución que rompa la dinámica de la pandemia por el Covid-19 antes del invierno, vuelve a poner los ojos en el Viejo Continente.

   Los anuncios sobre las no pocas vacunas para enfrentar al coronavirus, que tienen más repercusión en nuestro país que en el mundo, parecen no distraer a los países y todos, de una manera u otra y a diferencia de la estación anterior, han incrementado medidas para evitar un mayor número de contagios.

   “En septiembre comenzamos a usar barbijos en los transportes públicos. Y, a partir de octubre, los restoranes y bares empezaron a cerrar a las 22, más que nada para evitar el consumo de alcohol y las fiestas nocturnas”, dijo Darío Miraglia, licenciado en Turismo por la UNS, que llegó a Copenhague (Dinamarca) en abril de 2019.

Darío Miraglia, en una típica postal de Copenhague: el puente que une Nyhavn (y sus luces detrás), con Christianshavn.

   “Pero está casi todo en funcionamiento, excepto las reuniones sociales, que antes eran de hasta 50 personas y ahora sólo de 10, y los boliches, que permanecen cerrados”, agregó.

   “También es obligatorio llevar barbijos en ámbitos cerrados, como shoppings, locales comerciales y demás, pero no en la calle”, contó.

   “¿Controles? En ocasiones en los bares. Pero acá se respetan las disposiciones y en todos lados te exigen que empieces a irte a las 21.55. En el transporte público y en locales comerciales no he visto controles”, aseguró el bahiense, quien trabaja en el sector hotelero.

   Miraglia sostuvo que, en Dinamarca, no existen temores por el rebrote y que la pandemia se vive de una “manera natural y sin paranoia”.

   Aunque citó una curiosidad: “En estas últimas semanas se han movilizado grupos de personas en contra de las restricciones del Gobierno", dijo.

“Hubo cacerolazos por las restricciones del Gobierno. Eso es bastante extraño, ya que era la primera vez que la policía veía una protesta como las nuestras”, relató Miraglia.

   Respecto de la economía, Miraglia comentó que en marzo el Gobierno lanzó un paquete de ayuda para la mayoría de las empresas, pero que finalizó en septiembre.

   “A partir de entonces hubo muchos despidos, en especial en el área de servicios como hotelería. Incluso, en el aeropuerto cerraron todos los comercios”, afirmó.

   “¿Vacuna? Se habla bastante de la Universidad de Oxford. También de Pzifer, pero lo más llamativo es que investigadores de la Universidad de Copenhague están trabajando en el desarrollo de una vacuna, en la que el Estado invirtió 18 millones de coronas (NdR: 2.416.158 euros). Quieren probarla en humanos en este enero. Se verá”, concluyó Miraglia.

   “Venía todo más o menos bien, pero de repente hubo cerca de 10.000 casos positivos por día. ¿Por qué? porque se intensificaron los tests. Y ahora estamos confinados otra vez desde fines de octubre”, dijo Camila Paape, quien reside en Flemalle, en la región de Lieja, a 90 kilómetros de Bruselas, la capital de Bélgica.

Camila Paape está en uno de los países con mayor número de casos de contagios por coronavirus.

   “Sólo están abiertos los comercios esenciales y las escuelas. Hoy, los chicos tienen clases de manera híbrida, como dicen acá; es decir, mitad en el colegio y el resto en la casa”, agregó.

   Bélgica es uno de los países de mayor número de contagios por millón de habitantes (540.605 positivos, con 14.839 muertes).

   En el país existe una suerte de toque de queda. Es de 22 a 6, todos los días.  

   “En la primera etapa los laboratorios estaban saturados, así que no se podían hacer más tests con la sola excepción de quienes tenían síntomas. Los hospitales también estaban colapsados”, comentó.

   Paape, quien es del barrio Pacífico y se fue de nuestra ciudad cuando tenía 14 años, dijo que en Bélgica hay una consecuencia más perjudicial que la afectación de la economía por el Covid-19.

“Son las enfermedades que se dejaron de lado y sin los adecuados controles. Es el peor efecto colateral de la pandemia”, explicó Paape.

   “Hace poco vi un reportaje a una mujer que contrajo un cáncer que no se detectó a tiempo por el Covid-19, lo que le provocó metástasis. Sólo le quedan un par de meses de vida”, aseguró.

   La joven admitió que el Estado ofrece ayudas y aprueba nuevas leyes frente a la pandemia, pero que no siempre son suficientes porque la demanda es cada vez mayor.

   “No hablo por mí. Tanto mi pareja (NdR: que es belga) como yo seguimos trabajando a tiempo completo, desde casa; a nuestras empresas les va muy bien y eso hoy es un privilegio, pero sé de mucha gente que la está pasando mal”, dijo Paape, quien es asistente comercial en una compañía de industria química.

   Luciano Minervino es arquitecto y, desde abril de 2019, está radicado en Madrid, España. Trabaja para Telefónica.

Luciano Minervino, en un alto hacia el trabajo en la ciudad de Madrid.

   Señaló que, en la ciudad que escogió para afincarse con su esposa Rocío, las sensaciones son contradictorias.

   “Hay mucha preocupación por el tema de las fiestas de fin de año pero, a su vez, existe una especie de negación al riesgo de contagio y esta es una de las razones por las cuales la gente sale mucho. El movimiento acá es casi normal, excepto por el uso de barbijos”, graficó.

   En cuanto a las restricciones, señaló que no permiten juntadas de más de seis personas y que está prohibida la circulación entre las 0 y las 6.

   “En los fines de semana largos prohibieron la entrada y salida de Madrid. Y comenzaron a dividir la ciudad por zonas, de acuerdo al sector de influencia de cada centro de salud. Pero es un confinamiento muy light, en el que no se podría salir de esa delimitación, pero en realidad pocos lo cumplen porque no hay controles”, comentó Minervino.

   Ni siquiera el rumor de un confinamiento más estricto detuvo el movimiento social. “Eso no se traduce en mayores cuidados", afirmó.

“Parece que la gente le perdió el respeto a la enfermedad y eso está causando el rebrote”, dijo Minervino.

   Minervino ya contrajo Covid-19 y tiene anticuerpos, lo que le permite hacer una vida casi normal.

   “Pero en poco tiempo voy a volver a cuidarme por el temor a contagiarme otra vez, ya que mi esposa está embarazada”, concluyó.

  “En realidad, lo que más cambió es la estación del año. Las medidas siguen siendo casi las mismas, pero ahora entramos al invierno”, contó Selene Rueda, quien reside en Berlín (Alemania) desde 2018.

Selene Rueda, en Olympische Strasse, del barrio Neu Westend de Berlín.

   “Los restorans, bares, cines y museos, que reúnen las actividades que más movilizan a esta ciudad, permanecen cerrados. Antes se podía salir a los parques, algo que ahora, por el frío y porque oscurece temprano, a eso de las 16.30, es más difícil de hacer. Luego de esa hora ya nadie anda en la calle”, agregó.

   A diferencia del invierno anterior, ahora en Alemania se establecieron restricciones a la circulación entre las 22 y las 6.

   “Si bien no hay distancia prudencial entre las personas, en los servicios públicos todos deben llevar máscara, así como tienen que mantenerla en las estaciones", sostuvo.

“Quienes hacen los controles pueden multarte con 60 euros si no tenés la máscara puesta”, contó Rueda.

   Rueda, quien se recibió chef en Bahía Blanca, dijo que en los supermercados hay separadores de vidrios y plásticos para que los consumidores no tengan contacto directo con los cajeros. Pero, obligatoriamente, todos deben tener el barbijo colocado. 

   También dijo que, a diferencia de la anterior etapa, los kindergartens (NdR: guarderías) y las escuelas están abiertos.

Diseño e imagen: Guillermo Kluin-La Nueva.

   En las escuelas los barbijos son obligatorios para alumnos y profesores y durante todo el tiempo. En la mayoría de los casos, el tamaño de las clases se redujo a la mitad de personas.

   “Al haberse comprobado que las nuevas infecciones se producen en gran medida en entornos privados ahora también hay restricciones para las reuniones. El máximo es de dos personas. Al menos así será hasta el momento de la Navidad, que es especial en Berlín por los mercados y todas las actividades que se movilizan en su entorno por la festividad”, concluyó Rueda.

   “Tuvimos un primer cierre en el país, que fue muy estricto y dio resultado, desde marzo hasta mayo”, dijo Daniela Katz, de 22 años, quien llegó a Israel —con su pareja— en julio de 2019.

Daniela Katz en el Museo de Israel de Jerusalén. Una escultura que, en hebreo, dice amor (ahava).

   “Como vieron que la gente obedecía y había unos 150 casos por día, se reabrió el país y en mayo empezó a funcionar casi todo, desde educación, shopping, negocios, cines, teatros y hasta boliches bailables”, agregó.

   “Pero en julio comenzaron a subir los casos a casi 2.000 por día. Y en agosto a 4.000. Ahí el Gobierno decidió cerrar todo, aunque con medidas menos estrictas. Eso fue el 18 de septiembre, para las fiestas judías de Israel, en el Año Nuevo. Por tres semanas”, comentó.

   “Se podía salir hasta un kilómetro de tu casa y, por ejemplo, las niñeras podían ir a trabajar. Pero esta vez, acaso porque todo era menos estricto, los casos comenzaron a subir y el 30 de septiembre fue el pico máximo de 9.000 casos. Ahí se cerró hasta el aeropuerto”, afirmó Katz.

   Una de las consecuencias de la medida está a la vista: hoy existen entre 300 y 400 casos por día y, de a poco, hay más apertura.

“Está abierta la educación inicial, donde trabajo yo; la primaria y secundaria, aunque no se volvió a las clases presenciales en las universidades; es todo online”, aseguró Katz.

   “Los negocios estuvieron cerrados hasta la semana pasada. Los que permanece sin modificaciones son los shoppings, que no abren. Los bares y boliches están, pero no para que la gente se siente, sino en la modalidad take away”, afirmó.

   Katz vivió en Jerusalén cuando llegó; estudió hebreo, en un curso intensivo de un año, e inglés y hace seis meses está radicada en Tel Aviv.

   Por su parte, Claudio Ruffini se fue a Italia en 2002.

   Desembarcó en la provincia de Pavia, donde consiguió trabajo como enfermero. Hoy, junto a su familia y la de su hermano Claudio y su papá Julio, se encuentran afincados en Rossano.

   “Está muy complicado acá. Todo comenzó con la llegada del verano, cuando la gente se relajó y se descuidó”, señaló Claudio, quien actualmente se desempeña como enfermero de fábrica y emprendimientos privados.

   “Sucedió lo que dijeron los epidemiólogos: que habría un rebrote ni bien llegaran los primeros fríos. En números, estamos igual que en marzo-abril, que fue el peor momento aquí”, añadió.

“Muchos hospitales están colapsados por la gran cantidad de casos”, sostuvo Claudio Ruffini.

   El proceso laboral que está viviendo Italia es muy similar al de Argentina.

   “Mucha gente se quedó sin trabajo, ya que no pocas empresas y comercios debieron cerrar sus puertas. Otra gente desarrolla labores desde sus casas y muchas han visto cómo le recortaron el sueldo, así que cada uno se adapta como puede a la situación. En mi caso, en mi profesión, tengo muy poco trabajo”, aseguró.

   “Las escuelas no abrieron en ningún momento y los chicos siguen con clases virtuales. Ni se menciona aún la posibilidad de la vuelta presencial”, concluyó Ruffini.

De Suárez a Países Bajos

   Estefanía Cascallares nació hace 28 años en Coronel Suárez y es jugadora profesional de hockey. Jugó en River Plate el torneo Metropolitano y en 2017 emigró a España, donde militó en el Real Sociedad.

Estefanía Cascallares dijo que, curiosamente, en Países Bajos los menores de 18 años no se ven afectados por las medidas de prevención.

   La cuarentena la encontró en Rotterdam, en los Países Bajos, ya que en agosto se incorporó al HV Victoria Hockey, que pertenece a Liga de Honor de dicho país, club en el que también se desempeña como profesora de categorías formativas.

   “Llegué en agosto, cuando todo parecía medianamente controlado. Pero en este último mes y medio se complicó todo por el rebrote, lo que obligó a tomar decisiones drásticas para controlarlo”, señaló.

“Si llegás a salir del país por algún motivo, que es bastante común porque todo queda cerca, tenés que hacer 15 días de aislamiento obligatorio”, dijo Cascallares.

   Además, se redujo la cantidad de personas que pueden salir a la calle a hacer ejercicios.

   “Antes podíamos correr de a cuatro personas y hace 15 días se redujo a dos. Y no importa si es por esparcimiento o por entrenamiento profesional. Así estamos entrenando”, contó.

   “Los centros comerciales están abiertos, pero lo que recomiendan es acudir sólo en caso de ser indispensable. Los restorans y los bares están cerrados al público, funcionando con la modalidad take away. En las casas sólo se puede recibir una persona de visita. Y aquí la gente cumple las normas”, añadió Cascallares.

   Curiosamente, los menores de 18 años no se ven afectados por las medidas de prevención.

  “Mis clases con los planteles formativos son absolutamente normales, con la cantidad total de chicos. Y los colegios siguen funcionando a pleno. Aquí no ven a los jóvenes como propagadores de la enfermedad”, admitió.

   “Desde que estoy acá pasamos por tres estadíos: en el verano prácticamente no hubo restricciones; después de eso comenzaron algunas específicas y, actualmente, se volvió a la etapa de mayores controles. Pero los contagios han disminuido rápidamente, por lo que creemos que pronto se retornará a la fase anterior”, aseguró Cascallares.

Una visión desde Australia

   Marcos Kohler es bahiense y está radicado en la ciudad costera de Noosa Heads, en el estado de Queensland, en el nordeste de Australia.

   Precisamente, ese país de Oceanía está atravesando, al igual que Europa, un rebrote de casos de Covid-19.

   “Aquí no sólo cerraron las fronteras para entrar y salir del país, sino que también hay muchas restricciones para moverse entre los Estados, que serían las provincias de nuestro país. Esto es así desde marzo y les dio muy buenos resultados”, señaló Kohler, quien llegó este 3 de marzo a Sydney.

Marcos Kohler reside en la ciudad costera de Noosa Heads, en el estado de Queensland, en el nordeste de Australia.

   Quince días después, el Gobierno decidió clausurar sus pasos fronterizos.

   “Cuando vi que se iba a poner muy duro, decidí irme a Noosa, que es una ciudad bastante chica y se controló bastante bien. En este país, los controles siempre fueron sectorizados, para cortar de forma rápida la cadena de contagios”, agregó.

   Lo curioso, dice, es que en la ciudad donde se encuentra actualmente no se utiliza el barbijo como principal herramienta de prevención.

   “Sí recomiendan el uso permanente de alcohol en gel y te toman la temperatura en casi todos los lugares”, dijo.

   “En abril, mayo y junio me sostuve con el dinero que había traído y en julio entré a trabajar en una cafetería. Esta es una zona muy turística, que recién ahora está empezando a moverse, y en la que nunca hubo cuarentena obligatoria”, explicó.

   Kohler, quien es de Bahía Blanca, señaló que el rebrote de contagios se percibe en las ciudades grandes, como Sydney, Adelaida y Melbourne.

   “En esta ciudad está bastante relajado, pero sé que en las más importantes decidieron distintas restricciones de circulación para evitar que el virus se propague otra vez. Ahora se habla que las fronteras recién las van a abrir para 2021”, concluyó.