Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Ideas para generar futuro

Algo diferente hay que hacer si queremos ser, y debe ser transversal. Si no, seguiremos hablando de  economía, pobreza y  desastres “naturales”.

Tomás Loewy (*)

   Los verdaderos problemas del país no se resuelven en “modo electoral”, con un plan económico o una cosecha récord. Las herramientas que nos pueden ayudar a diseñar un futuro nos remiten a las estructuras y los sistemas. 

   De esta forma, se pueden detectar las “causas raíz” de nuestras frustraciones y aproximar las claves de un tratamiento eficaz. 

   Los doctores López Rosetti y Facundo Manes, desde un punto de vista clínico, diagnostican que “necesitamos un sueño colectivo”. 

   Esta demanda, aún fuera de la agenda pública, se puede materializar a través de un Proyecto de País.  

   Las sociedades evolucionan desde una diversidad de imaginarios y utopías. Estas últimas se nutren en las artes, las humanidades y las ciencias sociales. 

   Anteriormente las utopías fueron motores de la historia, más aun que la lucha de clases. En el siglo XXI ya predominan las distopías (catástrofes ambientales o económicas) sin pasado ni futuro, solo presente. Esto se revierte recreando virtudes como democracia, paz, equidad y ambiente sano.

   Los imaginarios más creativos evolucionan dentro de una democracia: las ideologías y las corporaciones no son conducentes a estos efectos. 

   Esta digresión aparece más clara si recordamos que un Proyecto de País debe contener -al menos- los siguientes objetivos: Identidad, Sentido, Futuro, Ética del bien común, Sostenibilidad y Responsabilidad global.

   En esta lógica, es importante adquirir miradas espacio-temporales y también de especie (supervivencia). Esta triple conciencia habilita imaginar proyectos -estructurales y estructurantes- compatibles con una sociedad-mundo.

   El enfoque economicista presenta al crecimiento económico como fuente de todo progreso: privilegia el abordaje por síntomas y trabaja por sectores, zonas y rubros; confía en la ciencia y la técnica para alcanzar sus objetivos; desatiende lo social, ambiental y el cambio global.

   El enfoque sistémico, empero, contempla la estructura del país, en términos de equilibrio, institucionalidad y sostenibilidad. Enfoca las relaciones sociedad-naturaleza (metabolismo social), satisfaciendo necesidades nacionales en coherencia con las mundiales.

   Adscribiendo al segundo modelo y dada la situación actual de la Argentina, las tres primeras Políticas de Estado que se proponen para comenzar a discutir un Proyecto son: Ordenamiento Territorial (Desconcentración y funcionalidad), Multifuncionalidad Agrícola (Equidad y salud) y Educación Ambiental (Capital natural y ética planetaria).

La gran transformación, subyacente, es el inicio de una desconcentración y repoblamiento del interior, a través de pymes sostenibles. 

   Paralelamente, la Educación Ambiental es un compromiso de calidad de vida y de acciones frente al cambio global. Al respecto, la noticia más importante -de este siglo- es el movimiento de jóvenes contra el cambio climático.

   Políticas equivalentes y coherentes, todas entre sí, deben diseñarse para las componentes urbanas e industriales, de turismo y de servicios. Esto se trata de política, más allá de los políticos: definitivamente, la sociedad civil tiene que ser protagonista.

(*) Tomás Loewy es ingeniero agrónomo.