Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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Apostasía colectiva: el mensaje de un sacerdote que se hizo viral

"El poder de la Iglesia no está en su número de miembros ni en el dinero, sino en el amor", dice una parte del texto.

   El texto de un sacerdote sobre la apostasía colectiva se hizo viral en las redes sociales.

   Leandro Bonnin, de la Arquidiócesis de Paraná, publicó un largo escrito en su cuenta de Facebook sobre este trámite que realizan las personas bautizadas para renunciar a la creencia religiosa y desligarse del catolicismo.

   Hubo muchos mensajes de apoyo. Muchos en contra. Y una gran cantidad de compartidos. 

El texto completo

Amigo:

Me contaron que decidiste hacer tu apostasía de la Iglesia católica.

Que ya sacaste tu turno, y que esperás ansioso el día en que por fin puedas sacar de tu vida la pertenencia a esta terrible institución.

No pretendo hacerte cambiar de decisión ni mucho menos presionarte. Sólo me mueve el deseo de que lo que hagas, lo hagas sobre la verdad, y no sobre el error y la mentira.

Calculo que te dijeron, como leí por ahí, que al hacer la apostasía "le estás sacando poder a la Iglesia, la cual cobra dinero por cada bautizado, como si fuera un afiliado".

Cuando leo frases comos esas, te juro que se me aparece en mi imaginación la musiquita que oía antes de los dibujitos cuando era niño, que acompañaba la frase: "fantasías animadas de ayer y de hoy, presenta...". No es verdad. Te están engañando. Eso no existe en nuestro país. En otros lugares del mundo las personas eligen libremente dar parte de sus impuestos a una religión, iglesia o institución, pero ese sistema no está en la Argentina.

Tal vez no te mueve esa primera motivación, sino que te convenciste de que es un horror pertenecer a una institución que es la suma de todos los males de la historia. Una institución compuesta en su totalidad de manipuladores, asesinos, mafiosos y pedófilos.

Obviamente, si eso fuera verdadero, yo también pediría la apostasía.

Y claro que en la Iglesia han existido y tal vez existen miembros que son manipuladores, asesinos, mafiosos y pedófilos. Pero no es justo optar por la parte y olvidar el todo.

A lo largo de toda la historia el pecado ha herido y ha manchado el rostro de la Iglesia, pero también ha existido y existe mucha, muchísima santidad.

Seguro te contaron de Constantino y su maquiavélica unión del poder religioso y el civil al servicio de su imperio, pero seguramente no del heroico subsistir de los cristianos antes de él, de la revolución cultural que los cristianos generaron en el interior de una Roma corrompida en todas sus facetas.

Seguro te hablaron de la Alianza entre el trono y el altar en el medioevo, pero no te contaron de la gesta de los benedictinos conservando la cultura clásica ante la destrucción de los bárbaros, ni la conversión e integración de pueblos violentos en lo que hoy es Europa, gracias a la fe.

Seguro te instruyeron largamente sobre los truculentos detalles de la oscurantista edad media, del horror de las Cruzadas, de las torturas de la Inquisición, de la opresión de la mujer... pero no te contaron sobre el surgir de la ciencia moderna y de la universidad en la Iglesia, de la poesía de San Bernardo de Claraval, de la vida evangélica de San Francisco de Asís, de la apertura de mente de Santo Tomás y y del genio femenino multifacético de Santa Hildegarda de Bingen...

Te contaron de masacres de indígenas y de guerras de religión en el Renacimiento, pero no te contaron de la gesta de los jesuitas en sus reducciones ni de los religiosos defensores de los indios frente a ciertos conquistadores inescrupulosos, del surgimiento de los hospitales y manicomios, de la explosión polícroma de la cultura en todas sus facetas bajo el influjo de la fe.

Te hablaron de la Iglesia y las dictaduras, de la Iglesia y el nazismo, de la crisis de la pedofilia en el siglo XXI, pero no te contaron de la obra de Don Bosco, de Don Orione, de Maximiliano Kolbe y los mártires en cada revolución, ni de la obra de la Iglesia en África y en todo el mundo en innumerables obras sociales, ni de la lucha a brazo partido contra el mal horrendo del abuso de menores, lucha que no tiene parangón en otra institución actual.

Yo jamás voy a defender lo indefendible, pero sí, permitime, exponer lo oculto. Lo que te están ocultando, porque -sobre todo si sos adolescente- quieren manipularte.

Pero lo más importante, amigo, es lo que quiero decirte ahora.

Si vos querés, te otorgaremos la apostasía, según lo pedís.

Pero tu nombre nunca dejará de estar escrito en el corazón de Dios y en el corazón de la Iglesia.

Y el día en que necesites, no lo dudes: te vamos a recibir con los brazos abiertos, con una enorme sonrisa y con lágrimas de alegría. Cuando estés con un familiar internado en terapia intensiva, cuando hayas perdido un hijo o a tu padre y necesites una palabra de consuelo, cuando tu hijo adolescente tome un mal camino y no sepas ya a dónde acudir, cuando sientas miedo, vergüenza o angustia y no tengas con quien hablar, cuando necesites ser perdonado porque la culpa ya no te deja vivir... te estaremos esperando.

No nos vamos a fijar si tu nombre está en el libro o no, porque Jesús nos envió para ser amigos de todos, abrazo y caricia para todo dolor, lo padezca quien lo padezca.

Nos envió para ser Iglesia Madre, Iglesia Maestra, Iglesia samaritana. Con nuestras miserias, intentamos hacerlo, aunque te digan lo contrario.

Porque el poder de la Iglesia no está en su número de miembros ni en el dinero, sino en el AMOR.

En el amor de Dios que nos sostiene y nos mueve.

Ese amor que le ha permitido y le permite subsistir en medio de regímenes totalitarios, en países musulmanes, en la pobreza y el destierro, y en esta Argentina que nos duele pero que amamos con todas nuestras fuerzas.