Docente de la UNS ganó un premio a la excelencia por un trabajo sobre desechos agroindustriales
La doctora Juliana Moisés. ganó el premio CIAFBA a la Excelencia en Investigaciones Agroalimentarias Sostenibles, del Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales de la Provincia de Buenos Aires.
La dra Juliana Moisés, docente e investigadora de la UNS ganó el premio a la excelencia en Investigaciones Agroalimentarias Sostenibles, del Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales de la Provincia de Buenos Aires por su aporte tangible al sector, como un bioestimulante ideado con recursos renovables provenientes de la misma actividad.
“El trabajo de Juliana Moisés se destaca por su rigor científico y la aplicabilidad de sus resultados en sistemas productivos reales, aportando soluciones para la reutilización de residuos agroindustriales como enmiendas orgánicas.
“Sus hallazgos muestran beneficios en la salud del suelo, la nutrición de cultivos y la generación de insumos valiosos dentro de la economía circular. Además, la investigación abre oportunidades de empleo rural y promueve el desarrollo de prácticas agrícolas más resilientes frente al cambio climático”, destaca el fallo de la comisión de Educación del concurso del Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales de la Provincia de Buenos Aires.
Moisés ganó la primera edición recibió el Premio CIAFBA a la Excelencia en Investigaciones Agroalimentarias Sostenibles, organizada por la entidad bonaerense, con su tesis de posgrado “Utilización de Residuos Agroindustriales: Biotransformación, Evaluación de las Técnicas de Caracterización y Efectos en la Calidad del Suelo y el Cultivo de Trigo”, dirigida por Juan Alberto Galantini.
La entrega de la distinción, que consta de un millón y medio de pesos y un diploma, será el viernes 5 a las 11, en Av. Colón 80, con la participación de autoridades del ente organizador y la UNS.
Moisés, de 35 años, es bahiense, docente del Departamento de Agronomía y fue becaria en el Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida (CERZOS- UNS-CONICET).
En su trabajo, analizó los componentes de los residuos de distintas actividades agroindustriales del SOB, como la cáscara de girasol derivada de la industria aceitera, alperujo de la obtención de aceite de oliva, residuos de la malta de la fabricación de cerveza artesanal, borra del aceite de soja, compost de estiércol bovino y residuos de la cosecha de cebolla, entre otros.
La investigadora indicó que se basó en dos problemas que se evidencian en la zona: la degradación del suelo y el aumento de la generación de residuos orgánicos sin destino ni plan de gestión acorde, y que el resultado es la posible valorización como enmiendas para mejorar la salud de los suelos y la obtención de productos bioestimulantes para favorecer el desarrollo de los cultivos.
“Muchos de estos residuos son difíciles de descomponer, lo que provoca contaminación y problemas de salud. Es importante destacar que, bajo condiciones adecuadas de manejo, los residuos orgánicos agroindustriales constituyen un recurso agronómico de alto valor como enmiendas y/o fertilizantes, además de reducir el riesgo de los efectos ambientales negativos que produce su concentración.
“El objetivo general fue estudiar diferentes residuos orgánicos agroindustriales generados en el sudoeste bonaerense, su factibilidad de reutilización valorización y aplicación al suelo, y su posterior efecto sobre el desarrollo y nutrición del cultivo de trigo.
A partir del análisis, desarrolló además un bioestimulante para mejorar la salud de los cultivos, especialmente del trigo, que es el cereal más cosechado en la zona.
“Se comprobaron los efectos positivos del producto sobre trigo en diferentes estadios de desarrollo. Su aplicación como bioestimulante mejoró la producción del cultivo, con efectos positivos en la mayoría de las variables que influyen directamente sobre la producción.
“En zonas semiáridas, el efecto positivo en años con estrés hídrico, le confiere aún mayor relevancia, dado que le otorga al cultivo mayor tolerancia, factor fundamental en el SOB. La base sobre dichos residuos constituye una alternativa de valorización con un doble efecto ambiental positivo: por un lado, el aprovechamiento del residuo sin una acumulación y/o disposición final inadecuada, por otro, la posibilidad de obtener a partir de fuentes renovables, dado que en la actualidad se obtienen de fuentes no renovables.
“Es una forma de abordar la actividad agropecuaria de una manera más sistémica, identificando que la solución a problemas existentes, puede estar dentro del mismo sistema productivo”, refirió.
Sostuvo que “este tipo de soluciones generan círculos virtuosos dónde la economía se favorece directamente por la generación de dos productos y la no disposición final de los residuos, e indirectamente por la generación de empleo y la salud que se consigue en el suelo, teniendo en cuenta que un suelo más sano es más productivo y resiliente”.