Con la pelota y los libros a España: “Se sorprenden cuando digo que soy abogado”, contó Juani Reiner
Se recibió a los 26 años, dejó la ciudad y jugó en tres equipos diferentes de Italia. Hoy, con 29, cambiará de rumbo, para continuar disfrutando del básquetbol en Cantabria y, paralelamente, desarrollando su carrera.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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Instagram: ferodriguez_
Las vacaciones que Juan Ignacio Reiner está disfrutando en la ciudad lo llevan a reconectar con los afectos, recorrer algunas canchas manteniendo el ritmo de entrenamiento y cargarse de energía, antes de volar, el próximo mes, con un destino que incluye un plan algo más amplio que jugar al básquetbol.
Esta vez, además de llevar ropa deportiva, cargará algún que otro archivo relacionado con información de su profesión: abogado.
Juani se recibió a los 26 años y en septiembre cumplirá dos de la primera salida a Italia. Ahora será España, más precisamente Cantabria, donde repartirá el tiempo jugando para Pas Piélagos y realizando un master relacionado con su carrera.
“La Universidad se me estiró, porque mientras estudiaba seguí jugando y trabajando como administrador en una empresa, también en el estudio de mi viejo (Darío, que es contador) y como consultor financiero. Haciendo malabares -admite Juani, hoy con 29 años-, pero al final se puede”.
-¿Qué te lleva a seguir insistiendo con el básquet, ya con un título?
-Estas experiencias se deben tomar de más chico, algo que no hice por diferentes motivos. Y creo que es ahora o nunca. Además, porque es más bien disfrutar de los últimos años de la carrera deportiva, porque se sabe que la vida útil de un jugador no es muy larga. Así que aprovecho a conocer lugares, gente, distintas ligas y mejorar el rendimiento deportivo, llegando lo más alto que se pueda.
-Es decir que el aspecto económico no es lo primordial en estas experiencias.
-En realidad, económicamente tiene las ventajas que te permite estar en distintos lugares del mundo y que, de otra manera, para conocerlos tendría que ser vacacionando. Suma el hecho de tener casa, comida y, dependiendo de tu rendimiento deportivo, poder arreglar más o menos económicamente.
-¿Estabas convencido de hacer en algún momento estas experiencias?
-Siempre fue un desafío. Estuve casi toda mi vida en Bahía y siempre dentro de una zona de confort. Y me parece que para encontrarte como persona, atleta y demás, es necesario salir de esa zona. No te voy a mentir, porque la primera decisión de irme fue de las más difíciles de tomar en mi vida. Viajé más que asustado. Imaginate que no sabía dónde iba a parar, no conocía el lugar, no hablaba una palabra italiano y si bien estaba seguro de mis capacidades, no sabía cuánto podía rendir. Y estaba solo, algo que pesa, porque la persona más cercana estaba a 15 mil kilómetros.
-Y sumale el subibaja emocional que genera el deporte en sí mismo.
-¡Ni hablar! Me pasó de sufrir lesiones y se te viene el mundo abajo. Cuando vas a hacer únicamente eso, tu vida es el deporte, entonces, si te va mal parece que se cae el mundo. Es todo un proceso de conocer gente, aprender el idioma, buscar un trabajito... Aunque la soledad termina siendo tu amiga en ese momento.
Fratto Umberti (en la Serie C Silver) fue el primer equipo donde desembarcó Reiner, jugando 17 partidos, promediando 21,6 puntos y con un tope de 36 en un juego.
“Ya me había recibido, también tenía la ciudadanía y, por intermedio de Javier Musumeci, que me venía insistiendo que probara, me decidí. Me cerraba como primera experiencia”, recordó.
De ahí pasó a Veni Basket, llegando a mitad de temporada y jugando 10 partidos.
“No jugué mucho porque, en realidad, tenía el contrato casi cerrado con un equipo más al sur, y cuando llegué para conocer el lugar y hacer una pretemporada, el lugar era un desastre. Así que le dije que no me quedaba. Me volví a Bologna y justamente el entrenador de este equipo me había dirigido en un campeonato de verano, algo que allá está muy de moda, jugando 3x3, 4x4 o 5x5. Me invitó a entrenar con ellos. Estuve hasta diciembre, cuando me llamó un equipo de una categoría más alta y me fui.
-Promediaste 21,2 puntos y anotaste 42 en un partido, contra Massi Casalecchi.
-Fue una noche iluminada (13 de diciembre), je.
-De ahí te fuiste a Guelfo Castel.
-Claro, que era una categoría superior, la Serie C Gol. Jugué toda la segunda parte del año y los playoffs, desde diciembre a junio. Tenía la opción de un año más de contrato, pero hubo problemas internos en la sociedad y no sabían si jugarían la C Gold o retrocedían a la C Silver.
-¿Por qué ahora tomaste la posibilidad de España?
-España era una buena posibilidad, porque conocía a varios chicos que habían jugado, como los dos Ruesga (Franco y Fausto) y mi primo Joaco (Sánchez), y es una buena Liga. El entrenador es el mismo que dirigió a Franco Ruesga, a quien le pidió referencias. Vamos a ver...
En el equipo de Pas Piélagos ya estuvo otro bahiense, Rodrigo Gerhardt, en 2016.
“Lo bueno de este equipo es que participa en la Tercera FEB, cuenta con un equipo principal en LEB Oro (Grupo Alega Cantabria en la Primera FEB, segunda división de España) y por contrato tengo que entrenar con los dos. Obviamente tenés la posibilidad de ganarte un lugar en la categoría superior, que tiene un nivel muchísimo más alto, pero es un gran desafío deportivo.
-¿Más allá de la experiencia que te espera, en tu cabeza está regresar a la ciudad o la idea es seguir descubriendo posibilidades?
-Hoy lo tomo como experiencia y algo que tiene que sumar. En este caso es una experiencia deportiva muy interesante y me va a sumar desde lo académico, porque quiero hacer algo más respecto de mi carrera laboral a futuro, pero realmente es un dilema que tengo, no sé dónde voy a radicarme. Está la posibilidad de volver a la ciudad o de echar raíces en otro lugar.
-Ahora, disfrutando el tiempo con tus afectos y viviendo el clima de las finales, sumado a alguna propuesta para volver a jugar a Bahía, ¿te hizo dudar de seguir en Europa?
-Je, je. No. Sí me hubiera gustado poder regresar a Bahía un poco antes para sumarme a los chicos de Olimpo. Los pibes que estaban dando los primeros pasos cuando me fui, hoy están afirmados en Primera. Hubiese sido espectacular compartirlo, lamentablemente no se puede. Entreno con ellos y con el Oso (Santini) tengo una relación más de amigo que de entrenador-jugador.
-Estás entrenando con Olimpo, también con Facundo Sastre individualmente y vas al gimnasio. Son muestras de tu conciencia respecto de la preparación.
-Como deportista, para rendir el entrenamiento tiene que ser constante, no alcanza con lo mínimo e indispensable. Mucho más en mi caso, que terminé de jugar en junio y vuelvo en septiembre. Si estoy dispuesto a afrontar un desafío deportivo, tengo que comportarme acorde. Y, además, es un trabajo, porque te pagan, te dan casa y comida.
-¿De qué manera tomabas el básquet jugando en Bahía?
-Primero que nada, siempre fue algo que me gustó, no me pesaba. Hay jugadores talentosos, pero no lo disfrutan ni lo viven y se hace más difícil. Yo no era el más talentoso o dotado físicamente, pero disfrutaba entrenar y jugar. Era mi oxígeno para la vida diaria, en medio del trabajo y estudio. Y después, al ser competitivo, siempre querés ganar y ser el mejor.
-Otro ejemplo que se puede estudiar y jugar.
-Yo inicié este desarrollo con el ejemplo de mi padre, que se recibió siendo jugador, estudiando mientras viaja en colectivo y demás. Entonces, poder se puede. También es normal trabarse y que se alarguen los tiempos y ponerlo de excusa, después queda en cada uno cuánta voluntad tiene para llevarlo adelante. El hecho de disfrutarlo ayuda muchísimo.
-¿Qué ves en cuanto al básquet cada vez que regresás a Bahía?
-Partiendo de la base que Bahía siempre tuvo un gran nivel de básquet, lo que más me sorprende es cómo se van renovando las camadas de jugadores de elite.
-¿Notás un contraste entre el nivel que jugás allá con el básquetbol local?
-Lo que más encontré es que físicamente en Europa son superiores. Te obliga a reinventarte, a buscarle la vuelta... Lo que tenemos los argentinos es que jugamos mucho con actitud, picardía, algo que allá, en niveles intermedios, falta muchísimo. Porque son jugadores con mucho talento y capacidades, pero poca lectura y viveza.
-¿Lo atribuís a que acá se juega mucho o más bien a un tema cultural que aplica en los diferentes órdenes de la vida?
-Para mí es una cuestión cultural, porque pasa en otros deportes. El argentino tiene esa chispa que le permitió, en el caso del deporte, suplir siempre la carencia de cualidades físicas. Igual no alcanza simplemente con eso.
-¿Les sorprende cuando les contás que tenés un título y estás jugando al básquet?
-Sí, se sorprenden cuando les digo que soy abogado, porque se imaginan al abogado tradicional, de otra manera. Y yo estudié porque tenía en claro lo que quería, era la carrera más acorde en su momento, pero nunca me vi ejerciendo de manera tradicional. Seguramente el día de mañana tendré que reinventarme para ponerlo en práctica.
-¿De qué manera te ves ejerciendo?
-Siempre me interesaron mucho las finanzas, el master que voy a hacer tiene conexión entre derecho y finanzas, así que será encontrarle la vuelta a la carrera y no la carrera a mí. En el Derecho tradicional no se puede volver a crear la pólvora, así que es necesario reinventarse, aunque no digo que sea fácil. De hecho, todavía estoy intentando encontrar el rumbo.
-Bueno, de todas formas, por lo que decís, no te imaginás caminando cerca de Tribunales con los expedientes bajo el brazo, je.
-Je, je, je... Por ahora no está en mis planes, pero nunca digo “nunca”. Siempre está la posibilidad de probar. Quién te dice...
-Y todavía, de alguna manera, te moviliza la pelotita...
-Por ahora sí. Obviamente que ya quiero empezar a equilibrar las cosas, que no solamente pese lo deportivo.
Juani todavía disfruta de este presente de poder combinar básquetbol y estudio, al menos, hasta que la pelota deje de tener tanto peso y la balanza, definitivamente, se incline hacia un solo lado.