Bahía Blanca | Miércoles, 27 de agosto

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Ex Palacio del cine: una fachada que merece lo mejor

Una de las fachadas art decó más destacadas de la ciudad, completamente degradada.

En la sección entre Tasas y Café del domingo último se dio cuenta sobre el incierto futuro del edificio donde durante casi 75 años funcionó el Palacio del Cine en Chiclana 174, una de las salas más importantes que tuvo el país.

Desde su cierre, en 1991, la planta baja que fuera un bellísimo espacio de líneas art decó fue ocupada por diferentes locales comerciales.

Por otra parte, la sala que tuviera 1.500 butacas pullman se ha convertido en una cochera, a la cual se accede por calle Belgrano y se ingresa por una abertura que se realizó donde estaba la pantalla, con lo cual los vehículos transitan por el que fuera escenario y, por una rampa.

 En síntesis, el cine, como sala, como lugar emblemático, como espacio reconocible, ha dejado de existir. Un tiempo que hace incluso que al menos un par de generaciones no sepan siquiera de su existencia.

Sin embargo, el edificio, aún en las condiciones mencionadas, está incluido en el inventario de bienes patrimoniales de nuestra ciudad, en particular por su espléndida fachada art decó, una verdadera obra de arte de ese estilo que tuvo desarrollo en el mundo en la década del 30.

Ese componente, más allá del uso que tenga la planta baja, merece ser recuperado y puesto en valor. Es una verdadera obra de arte que ha sido penosamente intervenida en el tiempo, al punto que incluso se muestra pintada en tres colores diferentes, de a pedazos, sin criterio alguno.

Por otra parte, existen dos estructuras verticales de hierro y vidrio que han perdido ese segundo material, a lo que se suma la ocupación del frente por parte de cientos de palomas, una plaga por demás agresiva para el edificio.

Si algo se puede exigir entonces a los propietarios del bien, es adecuar ese frente, que no requiere más que un buen trabajo de pintura y unos pocos arreglos generales. Qué además de favorecer al paisaje urbano de la ciudad sería un valor agregado para los propios ocupantes del lugar.

De no avenirse los dueños a llevar a delante esa obra, podría incluso el municipio intimarlos o tomarla a su cargo, considerando el impacto por demás favorable que tendría para la ciudad