Bahía Blanca | Sabado, 04 de mayo

Bahía Blanca | Sabado, 04 de mayo

Bahía Blanca | Sabado, 04 de mayo

Dos bahienses en el Amerigo Vespucci, en una experiencia que va más allá de la ciencia

Los doctores Andrés Arias y Alejandro Vitale, del Instituto Argentino de Oceanografía y del Conicet (dependientes de la UNS) viajaron 11 días en el velero escuela de la Marina Militar italiana. Subieron en Puerto Madero y bajaron en Punta Arenas.

Arias (izq.) y Vitale, los únicos argentinos de la tripulación. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva. y Gentileza Arias y Vitale
imagen
layout="fixed-height">

Audionota: Danilo Belloni

Eran los dos únicos argentinos entre 273 italianos, la mayoría de ellos militares de carrera.

Salieron desde Puerto Madero el miércoles 21 de marzo y llegaron a Punta Arenas —en un viaje sin escalas y luego de atravesar el Estrecho de Magallanes— 11 días después: el 1 del corriente abril.

En uno de esos días navegaron durante 14 horas con olas de hasta 6 metros.

En una transecta de 3.000 kilómetros pudieron recolectar datos y variables físicoquímicas que son clave y que rigen todo proceso biológico como Ph, clorofila, turbidez, temperatura, salinidad y conductividad, entre otros.

Se trata de una suerte de bitácora de viaje para los doctores Andrés Arias y Alejandro Vitale, del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO) y del Conicet (dependientes de la UNS) quienes, mientras trabajaban en la recolección de datos, disfrutaron de una experiencia que sólo el Amerigo Vespucci, considerado alguna vez (y aún hoy) como el buque más hermoso del mundo, puede ofrecer hoy en los mares del mundo.

“Estamos acostumbrados a hacer campañas oceanográficas y a embarcarnos en buques con diferentes destinos. El límite del Mar Argentino es de 200 millas y por eso hay que navegar en embarcaciones grandes dedicadas a la investigación, generalmente tripuladas por personal de Prefectura Naval. Pero no es usual cubrir distancias tan largas”, dijo Arias.

“Una campaña tiene el objetivo ir hasta las 200 millas, hasta el talud y volver, o cubrir un área muy acotada; por ejemplo, en la zona de El Rincón, que es cercana a donde interactuamos nosotros”, amplió.

El Amerigo Vespucci representa arte, cultura, historia, gastronomía, ciencia, investigación, tecnología e industria italianas.

“En el transcurso de esas campañas vamos haciendo muestreos, pero siempre son sectorizados porque insumen un costo muy importante”, añadió Vitale.

“De 4.700 kilómetros que tenemos de frente costero marítimo, ahora descubrimos unos 3.000. Nunca se había hecho esto en la historia del IADO”, aseguró.

La ruta

El Amerigo Vespucci —de 100,5 metros de eslora; 15,5m de manga y 7m de calado— está dando la vuelta al mundo en un viaje de instrucción. Arrancó el 1 de julio de 2023 en Génova y viene de permanecer cuatro meses en el Astillero Río Santiago, en La Plata, para cumplir con tareas de mantenimiento. Tras pasar por Chile, seguirá luego hacia Ecuador, Colombia, México, Panamá, Los Angeles, Hawaii, Australia, Tokio y así hasta julio de 2025, cuando prevé retornar a tierra genovesa.

“¿Cómo surge esta posibilidad? Desde el IADO siempre trabajamos en colaboración con otros países y, entre tantas conversaciones, mostraron interés en hacer algo con Argentina. Eso se fortaleció durante la estadía por el mantenimiento”, relató Vitale.

“En el buque había tres científicos italianos de salud y medio ambiente y querían subir gente de distintos países. Les pareció atinado una primera experiencia con argentinos”, indicó.

A través del grupo Pampa Azul se comenzaron los contactos, así como fue relevante el trabajo del IADO Bahía Blanca ante la comunidad científica. Es decir, una reputación que se valora en esos círculos al momento de tomar decisiones.

Todos los gastos de los 11 días de permanencia de los bahienses en el Vespucci fueron pagados por el Estado argentino.

Al tratarse de una embarcación militar en pleno entrenamiento, esta vez los trabajos de investigación más específicos quedaron descartados. Es decir, el viaje se realizó de acuerdo con los parámetros de navegación, clima y demás.

“Presentamos un proyecto de acuerdo con esas circunstancias. Al no ser un buque oceanográfico no hay nada preparado. Tampoco podemos manejar los tiempos en cuanto a quedarnos para bajar elementos de observación y demás”, expresó Arias.

La instalación de los equipos, que llevaron desde el IADO Bahía Blanca, se realizó el martes 20 de marzo.

“Pero cierto es que estuvimos trabajando en el tema más de un año. En todas las etapas debimos presentar proyectos, documentación y hasta los certificados de vacunas. Si bien teníamos algunos indicios, recién una semana antes nos confirmaron que íbamos a subir”, sostuvo Arias.

Lorenza Notargiacomo (izq.), Vitale, Arias, Prof. Marco Giovine (Universidad de Génova) y Giorgia Mattei (del Instituto Superior de la Sanidad de Italia, ISS), los científicos.

“Incluso, el capitán Giuseppe Lai pidió vernos en diciembre, cuando ya estaban en Argentina, pero nos retrasamos por el temporal del sábado 16. Recién nos encontramos con él, y su tripulación, en febrero. En la entrevista, que duró una hora, les explicamos lo que íbamos a hacer y les mostramos los instrumentos. Estuvieron de acuerdo, informaron a Roma y luego llegó la confirmación”, añadió.

La partida fue el miércoles 21 de marzo desde Puerto Madero, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, saliendo por el Río de la Plata y desde allí mar adentro hasta 150 kilómetros de la costa, en línea recta, hacia el sur (y sin paradas).

“Con motor el buque va en línea recta, pero cuando pone las velas es diferente. Las instalaron un día y medio, cuando hubo viento norte. ¿Si nos movimos alguna vez? Sí, el Viernes Santo. Cuando llegábamos a Río Gallegos había mar 6 (olas entre 5 y 6 metros). Fueron 14 horas, con todas las consecuencias previsibles para la tripulación”, recordó Arias —no sin una sonrisa.

Llegaron a Punta Arenas el lunes 1 de abril a las 8. Desde allí se trasladaron en ómnibus hasta Río Gallegos y luego, en avión, a Bahía Blanca.

El trabajo a bordo

“Nuestro objetivo, como científicos, es el estudio del océano, del Mar Argentino en este caso, que es la base de sustentación de la vida tal y cual la conocemos”, dijo Arias.

“Muchas veces se cree que el mar es el patio trasero de los continentes, pero en realidad el clima se sustenta en el mar; la base biológica también y que hoy tengamos agua potable y que llueva se basa en el cierre del ciclo del agua en el mar”, amplió.

“De allí la importancia de monitorear todos los procesos físicos y meteorológicos que suceden en los océanos y, particularmente, en el Mar Argentino. Nuestro país tiene 3,7 millones de kilómetros cuadrados”, relató.

“Una referencia: ahí entra toda Europa”, añadió Vitale.

“Con los pocos institutos dedicados al mar que existen en el país, y digo pocos en relación a la superficie y a la diversidad biológica, productiva, energética, minera y demás, más la producción de alimentos a través de la pesca y hasta la actividad turística, es poco lo que sabemos del Mar Argentino. En este caso, conocer genera entender estos procesos y cuándo algo anda mal y cuándo anda bien”, sostuvo Arias.

“Necesitábamos medir variables físicoquímicas que son clave y que rigen los procesos biológicos: pH, clorofila, turbidez, temperatura, salinidad y conductividad que van describiendo qué pasa en la columna de agua. Y como parte de nuestra tarea es investigar cuál es el impacto del hombre sobre el sistema marino resulta clave medir ciertos contaminantes. Así nos enfocamos en los plásticos y en los hidrocarburos y fuimos tomando muestras para tener idea de la concentración de este tipo de contaminantes. Esto es lo que trajimos”, comentó.

“Nunca paramos. Diagramamos una metodología con la cual sólo podíamos hacerlo con las tomas de agua desde el barco. Trabajamos con filtros para obtener muestras con dos tipos de trabajo: continuo y tradicional, adaptado a esas tomas. Y esta vez no se pudo trabajar con redes, por ejemplo”, dijo Vitale.

Vitale (izq.) y Arias, en el ámbito de trabajo del IADO y junto a elementos utilizados en la campaña.

“Por la extensión, por los sistemas continuos, por las tomas y la cantidad de muestras, casi 5 por día con horarios de las 7 y las 23, el trabajo es inédito. Ahora estamos armando gráficos sobre clorofila, hidrocarburos y temperatura. Y de acá a fin de año vamos a tener el resto”, afirmó.

“¿Conclusiones? La ciencia debe ser colaborativa, por el intercambio de información, y acumulativa. Nosotros nos apoyamos en datos y descubrimientos que otros hicieron y, al mismo tiempo, buscamos generar otros que sirvan para diferentes conocimientos”, indicó Arias.

“Cada vez que lo hacemos, como en este caso, es llevar la bandera de nuestra ciencia y de nuestros científicos, de la universidad y de la ciudad. Lo hacemos con orgullo. Por eso fue muy importante mostrar el trabajo de la ciencia argentina y todo lo que se puede hacer. El científico es bueno haciendo lo que sabe, pero no siempre sabe comunicarlo. Por eso estamos visibilizando estos proyectos que los científicos pueden seguir concretando aún con no pocas restricciones en los tiempos que corren”, concluyó Vitale.

La visión desde adentro

“Nuestro primer objetivo era el científico a los fines de asegurar la calidad analítica, pero también sabíamos que conviviríamos con una experiencia inédita”, dijo Arias.

En el Amerigo Vespucci, los bahienses tenían una suerte de rango de oficial y, de esta manera, almorzaban y cenaban con ellos. En total, la tripulación era de 270 militares y 3 científicos italianos, más Arias y Vitale.

“Mantener un barco oceanográfico es muy costoso y cuando uno tiene embarcaciones que se mueven con otros objetivos, como en acciones de patrullaje y demás, se pueden incorporar científicos. Este modelo es muy nuevo, de hecho hace tres años que lo realizan en Italia, y sería interesante hacer algo semejante en la Argentina”, contó Arias.

“¿Qué destaco del viaje? La calidez. Nos ayudaron y estuvieron siempre a disposición. Nos trataron como a un par”, señaló Vitale.
“Hemos hecho campaña en buques de muchos países, pero aquí hubo una cuestión de calidez de raíz de cercanía que colaboró mucho”, amplió Arias.

“Además, es lindo ver cómo trabajan y cómo realizan la dinámica de un barco tan particular. De hecho, mantienen la tradición de las actividades tal como en 1931 cuando se botó el barco al mar”, agregó, en tanto que Vitale contó: “En muchos sentidos es como viajar en el tiempo, porque hasta los aparejos son de madera. Y todo se hace en forma manual”.

De quiénes se trata

—El Dr. Andrés Arias es investigador independiente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y profesor del Departamento de Química de la Universidad Nacional del Sur (UNS). También asesor en Naciones Unidas (PNUMA) para el Comité Internacional sobre Basura Marina y Microplásticos y es miembro del Grupo de Trabajo 40 (Basura marina plástica y microplásticos) del Gesamp (Grupo Global Mixto de Expertos sobre los Aspectos Científicos de la Protección del Medio Marino).

Se especializa en temas océanico-ambientales, abarcando, entre otros, el transporte y destino de hidrocarburos, plásticos, microplásticos y otros contaminantes en el mar argentino e incluyendo su ingreso a las especies marinas (peces, aves y moluscos bentónicos).

—El Dr. Alejandro Vitale es investigador independiente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Computadoras y profesor del Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur (UNS).

Es coordinador del Consejo Asesor Tecnológico de la Iniciativa Pampa Azul e integrante de la red ROMA (Red de Observación Marina Argentina) y miembro del Advisory Board del DynAMo - Beagle Channel Observatory. Asimismo, se especializa en el desarrollo de instrumental oceanográfico y de plataformas de monitoreo ambiental remoto, así como en energías renovables marinas.