Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Calle Viamonte: una maqueta que emociona, una puerta cerradura y un petit-hotel verde

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"La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no es solo el reflejo de una época, sino también la manifestación de sus valores y aspiraciones." Eero Saarinen

La ciudad consolida sus calles mediante un telón que sobre la línea que separa lo público de lo privado se materializa a través de la arquitectura, que se ordena formando un macizo que va variando su plano principal, que suma estilos, paredones, casas de altos, el estrato del tiempo que se mantiene y sobrevive, pero que también se renueva.

Recorrer cada cuadra significa leer un libro. Porque la arquitectura es una forma de expresión que no deriva de manera exclusiva de un estilo de época, sino que refleja a la sociedad que la generó, a un momento social, económico, político. Y detrás de cada fachada hay un espacio, que no se ve pero se sabe, un espacio que guarda historias, que es cobijo y hogar. Cada camino que se elige es una propuesta diferente, donde aparece lo inesperado, lo agradable, lo perdido.

En este caso el recorrido es en calle (Juan José) Viamonte (1774-1843), que evoca a un protagonista de la época de la independencia, entre la avenida Colón y Patricios, menos de diez cuadras, más que suficientes para disfrutar. “De alguna manera, los edificios son biografías”, señaló el arquitecto Norman Foster.

El estilo del glamour

Pocos estilos más cuestionados que el art decó. No en la actualidad, valorado y reconocido, sino en su tiempo, contemporáneo del movimiento moderno que contradecía su propuesta. De hecho es un estilo que ha sido ignorado por muchos estudiosos de la Historia de la arquitectura.

Bahía Blanca es muy rica en ejemplos de este modo de diseño, básicamente geométrico y abstracto, nacido en París y elevado a calidad de glamoroso al ser adoptado en los filmes de Hollywood, en los hoteles y casinos de Miami y en los rascacielos de Nueva York.

En particular este tramo de calle Viamonte sorprende por la cantidad de modelos, por el tratamiento de su rejería y el juego geométrico. Algunas viviendas "más" art decó, otras con pequeños gestos del estilo.

Una variante del estilo son las denominadas casas-barco o naúticas, inspiradas en las cabinas de los buques, con su resolución curva de balcones, el uso del aluminio en barandas y algunas ventana simulando ser un ojo de buey.

Cosas sueltas

Viamonte es una de las calles que ha modificado su estructura al destinar una franja de la calle a servir como ciclovía pero además mantiene una franja para estacionamiento vehicular, con lo cual queda disponible una única mano para circulación. Un paisaje que sorprende a muchos que visitan la ciudad, una singular distribución de la calzada.

Los lotes de principios del siglo XX eran de 8,66 metros, el equivalente a 10 varas. Los italianos resolvieron ese ancho de lote recostando la vivienda contra una de las medianeras, la famosa casa chorico. Pero a veces también hay lotes más angostos, que no llegan a cinco metros y en ese ancho se arma la vivienda.

La identificación de cada casa, con su nombre y número. Los clásicos de losa, la forma ovalada, fondo blanco, letras negras. Pero también a veces quedan las propuestas de otros tiempos, de hierro, decoradas, de estilo. Conviven de buena manera, marcan dos lenguajes.

La rifa verde

En 1937 el club Pacífico organizó una rifa con el objetivo de reunir dinero para pagar el terreno adquirido en calle Charlone y Güemes y poder iniciar la construcción de sus instalaciones deportivas. El primer premio, una Casa-habitación –también presentada como un petit-hotel-- en la céntrica esquina de Viamonte y Moreno.

El diseño realizado por el estudio del ingeniero Norberto Arecco y el arquitecto Herminio Manfrin, actuando Palma como empresa constructora. La casa se sorteó con la lotería de navidad de aquel año y con apenas Un peso se compraba un número.

La vivienda sigue ahí, desde hace tiempo con un uso comercial. Ha perdido parte del tratamiento dado a la esquina, donde una columna central hacia las veces de mástil con un singular remate de aires art decó.

El infaltable Fulget, el revestimiento de moda en los 60, hecho con pequeñas piedras de colores que admitían combinaciones y dibujos. Una vivienda con aires modernos, con n alero sobre el jardín del frente y sobre la medianera un juego geométrico de distintos colores. En un rincón, casi perdido, la firma del arquitecto José María Pascualetti y el constructor Matrangolo. Otra en esquina, combinando colores y texturas.

El nieto con su maqueta

Una vivienda que hay que detenerse para apreciarla. Porque no alcanza una mirada para abarcar todos sus detalles.

Organizada en dos plantas es una alegre mezcla de estilos, donde parece predominar el estilo barroco, en el tratamiento de sus dos pilastras que flanquean la puerta de ingreso y, sobre todo, en las columnas torneadas que aparecen en la planta alta, separando las aberturas.

Hay además un frontis sobre la que se supone puerta de servicio y hasta un mínimo alero superior terminado con tejas coloniales.

En ese inmueble estaba la vivienda familiar y el estudio del arquitecto Bernardo Paesa, que dejó su firma en varias obras del patrimonio arquitectónico local.

Y cuando hacía las fotografías de cada detalle, se abrió la puerta y sale su ocupante, sorprendido un poco al ver que tomaba imagenes pero que cuando se entera que la situación es sobre la arquitectura se muestra entusiasmado. “Esta era la casa de mi abuelo, Bernardo Paesa. Incluso tengo la maqueta de cuando la diseñó”, dijo.

Y ahí estaba entonces, en la vereda, esa obra de arte hecha en madera y cartón, modelo 3D, con colores y desmontable para poder entender la distribución de la planta baja. Un trabajo artesanal que ha sobrevivido al paso del tiempo, de la mano, el amor y el orgullo de un nieto.

Un chalé y una propuesta árabe: clásicos de la calle

Una propuesta distinta. Seguramente una de las primeras viviendas de la cuadra, mezcla de chalet normando, con un toque Tudor. Un murete marca la línea municipal y una ventana avanza en la planta baja permitiendo generar una terraza en su parte superior.

Fue construida entre 1928 y 1930 por Francisco Luisoni, el mismo que hizo el teatro Municipal y la Casa Canessa (Mitre 60) entre tantísimas obras.

Su primer morador fue Adolfo Olivet. Algunos memoriosos mencionan a las familias Suárez Porto y Pérez Godino como otros moradores. Sigue ocupada y en buen estado, casi centenaria.

Otra vivienda singular. En esquina. La referencia más repetida es que fue el consultorio de un médico de apellido Cantarelli. Muy curiosa, torretas, balcones cerrados, una puerta de aires árabes, ladrillo y revoque en contraste de colores y texturas. No ha tenido modificaciones, salvo la pintura, que imita el revoque símil piedra original.

Otra esquina, resuelta con un patio delante. Sobre la pared un escudo y la leyenda “Derwent”. Google habla de una fábrica de lápices con ese nombre. Y algún río.

Casas de autor

Era costumbre a principios de siglo estampar la firma del proyectista y el constructor. Como quien firma un cuadro o una escultura. La arquitectura como obra de arte. Una vivienda de líneas modernas lleva las de los ingenieros Segundo Fernández Long y Guillermo Martín, ambos integrantes del staff de la empresa Marseillán. Martín diseñó el primer edificio en altura de la ciudad, en la esquina de Portugal y Zeballos.

Esta obra, mezcla de casa chorizo, italiana, con pequeña balaustrada de remate, lleva la firma de Santiago Teddi, otro peso pesado de la construcción, hacedor, entre otras obras, del monumental edificio de la Escuela Nº 2 –Vieytes 51—y del Banco Hipotecario Nacional, de avenida Colón y Vicente López. El proyecto de Mayer-Méndez, el estudio de Enrique Cabré Moré y Manuel Mayer Méndez.

La parte de atrás de la escuela de un premio Nobel

Pocas veces la parte posterior de un edificio, más allá de conformar también un frente a la calle, adquirió tanta relevancia como esta obra de Viamonte al 400. La casona era originalmente la vivienda de la directora de la Escuela 3, Máxima Vapñarsky, madre de César Milsteon, quien cursó sus estudios primarios en ese establecimiento, habitó esa vivienda y en 1984 recibió el premio Nobel de Medicina. Una referencia histórica en la vereda da cuenta de esa situación.

César MIlstein, premio Nobel de Medicina, 1984
Esciela Nº 3, foto de época, Terrada 445

Como en botica

El final para una variedad. Una casa con fecha, 1911, ubicada dentro de un ornamento de aires barrocos, sobre una generosa puerta de madera con un arco de mediopunto.

Por supuesto que no faltan, aunque son pocos, algunos edificios en altura, viviendas multifamiliares. En este caso dos estilos. Uno de líneas modernas, un remate con alero, recto. Dos volúmenes ciegos celestes rompen la planitud del frente que tiene un gran dinamismo a partir de sus entrantes y salientes. El segundo suma dos hileras de balcones y recurre al remate triangular, al típico elemento tomado de los frontis de los templos griegos, que simula ser el frente de una cubierta a dos aguas.

Los ferroviarios y su legado

El final del recorrido con uno de los hospitales históricos de la ciudad, hoy conocido como HAM (Hospital de la Asociación Médica) y que lleva el nombre del médico Felipe Glasman (1939-2002). La génesis de este establecimiento data de 1945, cuando la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, entidades gremiales del ferrocarril, adquirieron el edificio que ocupara la clínica del Dr. Aristóbulo Barrionuevo.

En 1959 comenzó la construcción del nuevo edificio, financiado y diseñado por la Dirección general de Asistencia y Previsión social para ferroviarios.

Con la obra a cargo de la empresa Virgilio Bernardis, fue inaugurada en 1968. En 2002 fue adquirido por la Asociación Médica de nuestra ciudad. Recientemente pintado de un color azul intenso conserva en su fachada grandes paños realizados con Venecitas –pequeñas piezas cerámicas—que a pesar del paso del tiempo se mantienen de manera inalterable, consecuencia de la calidad del material y de la mano de obra utilizada.

Final

"La auténtica riqueza de una ciudad se encuentra en la autenticidad de sus rincones y en la relación entre su pasado y su presente." Italo Calvino

Puede resultar sumamente asombroso para muchos caminar por las mismas calles de cada día pero con una atención distinta hacia el entorno. Con menos prisa, simplemente a mirar esa formación de piedra y ladrillo, esos colores rojos de las tejas, la textura del ladrillo, el muro que esconde secretos, un balcón que espera, un patio que brinda sombra y aroma.

Eso es reconocer la ciudad, el barrio. De una manera distinta. Es que, como escribió Italo Calvino, las ciudades son un conjunto de muchas cosas: “memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos."