El sóftbol bahiense se quedó sin “Ñoño”, ¿y ahora quien nos va a hacer reír?
Roberto Hugo Rodríguez, multicampeón con Olimpo en las décadas del '70 y del `80, falleció a los 64 años. Uno de los mejores catchers que dio nuestra ciudad, gran formador y permanente luchador para el crecimiento de un deporte que amó hasta los últimos días de su vida.
Egresado del Instituto Superior en Ciencias de la Comunicación Social. Cronista de la sección Deportes de La Nueva. desde el 9 de octubre de 1995, especializado en fútbol. Entre 2002 y 2018 cubrió a Olimpo en Primera división. Trabaja en televisión y radio. Además, integró el equipo periodístico de "El Diario del Mundial", que se emitió en La Nueva Play.
“Nene, no estás en Galería Plaza, ponéte serio y prestá atención”.
Las veces que me lo ha dicho, si todavía hoy sigo sintiendo ese vozarrón con eco hacia el infinito que espantaba hasta el último loro del parque de Mayo. Sus bigotes gruesos te hacían temblar de miedo y su mirada enderezaba hasta el más rebelde. A los 64 años y víctima de una cruel enfermedad, falleció Roberto Hugo Rodríguez, “Ñoño” para todos, un pilar de fierro en la historia del sóftbol bahiense.
Querido por muchos y odiado por los que siempre hablaron sin saber y lo culparon sin razón, Hugo fue jugador y entrenador, pero por encima de eso fue un gran formador, un cultor del respeto y de los buenos modales que, al menos a mi, me marcaron para siempre. No fui un gran softbolista, pero de él aprendí que “lo mejor de la vida son los momentos y que cada momento se debía disfrutar con la máxima alegría”.
Vaya si me aleccioné. “Tus amigos del sóftbol son gente de buena madera, si estás con ellos, además de sentirte a gusto, te vas a enamorar de este deporte”, me aconsejó cuando agarré el primer bate y me calcé el primer guante, allá por 1988 y mientras “Ñoño” seguía festejando campeonatos con Olimpo en la categoría mayor.
Siendo un gurrumín, en 1969, inició su periplo softbolístico en Bella Vista, obteniendo tres títulos locales (el primero en 1972, el Preparación de la Asociación Bahiense) antes de pasarse, en 1978 y junto a todos sus compañeros, a Olimpo, donde hicieron “capote” entre ese año y 1990.
En ese lapso, el aurinegro, siempre dirigido por Miguel Suárez y con Huguito de catcher, puesto donde formó un estilo auténtico e inigualable, consiguió 13 torneos oficiales de mayores y 12 denominados “Preparación” de la ABS.
A esa seguidilla de 25 títulos en forma consecutiva hay que agregarle, siempre con los colores olimpienses, la participación en 13 campeonatos nacionales de clubes (obtuvo 5) y 13 de Selecciones (Bahía se alzó con 3 Copas).
"Era un ser humano espectacular, además de un gran receptor y un bateador de mucha potencia", lo definió Miguelito Suárez,
En 1982 fue parte del plantel de Olimpo que se adjudicó el “Grand Slam” desarrollado en el estadio de fútbol Roberto Carminatti y en 1983 fue gran figura en el conjunto del centro bahiense que obtuvo el bicampeonato en el Metropolitano de béisbol, el segundo en calidad de invicto en 12 cotejos disputados.
Ese mismo año, junto a sus compañeros Omar Choy, Jorge Grandes y Hugo “Largo” Rodríguez, integró la plantilla de la Selección Argentina que participó de los Juegos Panamericanos de Caracas (Venezuela).
"Uno de los mejores receptores que vi en nuestro medio, de mucho carácter y de enormes condiciones para jugar de catcher", sostuvo su compañero Omar Choy.
Siempre ligado a la enseñanza, como coach de mayores estuvo a cargo de los equipos de Indios femenino y El Nacional masculino.
Hasta los últimos días dejó todo lo que tenía para el crecimiento de Bahía Sóftbol, un emprendimiento que iba viento en popa con él a la cabeza.
Vivió, sufrió y fue feliz en un “diamante” o en todo aquello con forma de sóftbol. Era un enamorado de sus hijos (Solange, 38 años; Diego, 32 y Oriana, 27) y siempre priorizó el diálogo, porque si algo sobresalía en Huguito era eso, que sabía hablar y explicar, y como lo hacía con el corazón, nadie podía dejar de escucharlo. QEPD.