En imágenes: Napostá, ahora, mira a todos desde arriba
Una noche colorida y de fiesta en la Avenida Alem, que se coronó con el triunfo de Napostá y el cuarto título en Primera.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
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Habían preparado la casa para recibir a la visita. Si el plan de juego salía bien tenían mucho por festejar en la Avenida Alem.
El Antonio Palma estaba colmado para ver lo que podía ser el último Napostá-San Lorenzo, el tercer partido de la final de Primera.
La presentación de los equipos fue muy colorida y Claudio Queti, el DT visitante, por un momento se adueño del "souvenir" de la fiesta.
Los rostros de Guido Muzi, Mauro Zalguizuri, Ramiro Heinrich, Nicolás Quiroga y Matías Martínez exteriorizaban el disfrute.
En la tribuna crecía la expectativa. Ahí, en ese lugar que en poco tiempo desaparecerá para ampliar la cancha.
Lo cierto es que el juego llevó a dominar rápidamente al local. Y Nico Quiroga fue uno de los que definió solo.
También, por momentos el partido se cerró, y más de uno encaró, como hizo Antonio Iturrioz contra Alejo Agulló.
Afuera lo sufría, una vez más, Mateo Fernández Solari, añorando volver alguna vez a calzarse la de su Napo querido.
Adentro, poco a poco lo empezaban a festejar, como Maute con Leo Alemañy.
Y los chicos en el banco copiaban a los grandes que estaban en cancha.
La diferencia se ampliaba. Aunque nadie regalaba nada. Muzi y Joaquín Coria, así jugaban.
Hasta que el trámite definitivamente se quebró. Y el abrazo llegó.
Los de afuera se mezclaron con los de adentro y, como en todo el año, Ramiro Heinrich sobresalió.
Los chicos, con bengalas y pintando el Antonio Palma de azul y blanco, soñaban con ser grandes alguna vez.
Poder disfrutar, saltar y cantar.
Y por qué no quedarse con la red del campeón. Mirando a todos desde arriba, como Gustavo Gentili. Si él también alguna vez fue un pibe que soñó y, al final, lo concretó.