Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El Ángel de la Catedral: sube 115 escalones para dar cuerda al reloj

Ángel Molaro se encarga de forma voluntaria de cuidar esta máquina francesa y mantener la referencia horaria actualizada para quienes transitan por el centro.

Ángel Molaro, voluntario ejemplar de Nuestra Señora de la Merced. Crédito: Rodrigo García -La Nueva.

“No puedo estar sentado en una silla, tomando mate y viendo la vida pasar. Tengo que programar día a día. Estoy siempre ocupado. Vos dirás ¿a esta edad? Sí, tengo cosas que hacer”.

Se llama Ángel, tiene 86 años y los ojos como el cielo. 

Recuerda día y año en que sucedieron los acontecimientos más importantes de su vida y también los detalles.

Cada semana deja a un lado algunas molestias que aparecieron con la edad y con entusiasmo y actitud lleva a cabo una labor muy especial: sube 115 escalones de la Catedral Nuestra Señora de la Merced para darle cuerda al reloj de una de las torres y se asegura de que la hora coincida con la oficial.

La escalera tiene tramos angostos y empinados, pero Ángel demuestra a cada paso su decisión y vitalidad. Y sube sin el bastón.

Además de poner en hora al reloj diseñado por la empresa de Paul Garnier de París (uno de los relojeros más prestigiosos de la historia) cuida y mantiene en condiciones el recinto donde está instalada la máquina que se creó en 1903 y llegó a la Catedral desde Dunquerque (Francia).

Esta reliquia histórica y patrimonio de nuestra ciudad funciona de forma mecánica -no electrónica- y recibe la atención y servicio del Ingeniero Andrés Romero, el encargado. Ángel es un voluntario que le presta una mano.

Los cuadrantes con sus sofisticadas agujas y números romanos están en el mismo piso de la cámara donde se aloja la máquina que aún conserva todas sus piezas originales (con algunos engranajes rectificados) incluidas las dos enormes campanas que marcan los cuartos de hora y la hora en punto. 

El reloj tiene un mecanismo similar al de los tradicionales cucú y se le da cuerda con una manivela. Tiene un sistema de poleas con peso cuyo movimiento no cesa y va marcando el devenir con su tic toc.

Ángel tiene llave para entrar a la que considera su casa.

En este momento las campanas no están activas para evitar vibraciones en el edificio que “supuestamente” podrían ocasionar inconvenientes o daños en su estructura, aunque se trata de una construcción con paredes de 80 cm de espesor. 

“Es una lástima que no anden ahora”, expresó Ángel haciendo alusión a la rotura de una ménsula que nunca se reparó.

No es sencillo subir hasta allí porque la escalera de hierro tiene tramos muy empinados y mide 35 metros. Sin embargo, su médico de cabecera lo alentó a continuar con esta actividad que lo mantiene en excelente estado.

La estrecha escalera de hierro que Ángel toma como un desafío.

Ángel tiene independencia en la mayoría los quehaceres cotidianos: limpia, ordena, escucha música, cocina y hace las compras además de ejercitarse en su bicicleta fija a diario. También presta ayuda si alguien lo requiere porque es muy servicial.

Vive solo ya que en agosto pasado partió su compañera Marta Pilotti después de 69 años juntos (entre noviazgo y matrimonio) y 4 nietos fruto de los matrimonios de sus hijos Claudio con Marcela Gatti y Florencia con Pablo García.

Esos ojos celestes que resaltan aún detrás de los lentes a veces se nublan un poco cuando piensa en algunas cosas que le hubiera gustado hacer y no se dieron.

Junto a su familia, lo más importante para él.

Tiene una gran vocación por los medios de comunicación. Incluso alrededor de 1967 lo contrataron desde Canal 9 para encargarse de la programación. Sin embargo, eran tiempos en que los padres aún tenían mucha influencia en la vida de los hijos y su mamá deseaba, casi imponía, que trabajara en una farmacia. 

Durante 26 años estuvo detrás del mostrador de una de las farmacias más tradicionales de la ciudad, en la que fue empleado y mano derecha del dueño, y a la que renunció para convertirse en viajante.

Su yerno, Pablo García, lo describió así: “Si bien su vocación siempre fue ser locutor de radio las oportunidades y algunas cuestiones familiares hicieron que terminara trabajando en la farmacia. Quienes peinan canas lo recuerdan detrás del mostrador de San Martín y Alsina”, contó.

Por esa pasión que siente por estar delante de un micrófono siempre está pendiente del quehacer mediático en la ciudad. 

“Cuando ha podido, ha despuntado el vicio oficiando de maestro de ceremonias en festivales de escuelas de danza o eventos a beneficio. Quienes lo conocen recuerdan su particular forma de anunciar los números del bingo”, rememoró.

La orquesta de su juventud, en 1962.

Además -acotó- tiene una relación muy especial con la música, ya que en su juventud formó parte con su acordeón en una orquesta, luego con teclado y también acompañando con su voz en Los amigos del Acordeón. Estuvo durante 42 años en la Banda Santa Cecilia donde su esposa era parte de la comisión de damas que conformaban las esposas de los músicos.

Le gusta especialmente el tango, folclore y orquestas como Ray Conniff y André Rieu, espectáculo que fue a ver a Buenos Aires.
Qué significa para él la Catedral: una historia de amor y de promesas

Ángel no solo oficiaba allí de monaguillo desde los 7 años en la iglesia y ayudaba con las campanas de la torre norte (cuando todavía se utilizaban para llamar a misa) sino que allí se casó y, antes que eso, junto a a quien luego se convirtió en su esposa, hizo una promesa. 

Casamiento. Ángel Molaro junto a su esposa Marta Pilotti.

Cuando él tenía 17 años y ella 15 llegaron juntos a la iglesia y realizaron promesas por separado. La suya fue cuidarla y no abandonarla hasta que la vida los separara. Y cumplió. La de Marta nunca se la dijo.

Se conocieron en un baile, una kermesse bahiense, pero ya se conocían entre familias.  

Una vez casado participó en las comisiones de padres de las escuelas de sus hijos y estuvo siempre vinculado -al igual que su esposa- a las escuelas salesianas. Colaboraron de forma activa con el Batallón 27 de los Exploradores Argentinos de Don Bosco y Marina Coppa.

En los últimos años, cuando Marta fue voluntaria en el Hospital Penna, él se ocupó de llevarla y de retirar y repartir las donaciones que la gente hacía para la residencia de madres donde estuvo 20 años al servicio del voluntariado.

La emotiva semblanza de su yerno

“Mi suegro nació en el tiempo en que, como dice él, la vaca misma te traía la leche, ya que el lechero recorría el barrio caminando y llenaba las botellas ordeñando en la puerta de cada casa”, expresó.

"Cursó los estudios primarios en la escuela número 6, y parte de sexto grado lo hizo en la Escuela 25  que su hermana inauguró junto con dos maestras", reconstruyó.

Es testigo de la evolución del Hospital Municipal y del Club Bahiense del Norte (Bahiense Junior por ese entonces), porque vivió en la primera cuadra de la cortada Trelew.

Fue viajante por línea Patagonia y sus últimos años como trabajador los pasó como propietario de un taxi que tomaba viajes ya sea en una de las paradas de la Plaza Rivadavia, con la radio, o para una de las empresas del polo petroquímico.

“Él tiene una fortaleza de espíritu y una voluntad que no son muy frecuentes. Su lucidez mental es sanamente envidiable, pero también tiene un cuerpo que ha sido testigo de épocas donde vivir era más duro que ahora”, expresó.

Depende de su vehículo para desplazarse más de cuatro o cinco cuadras y se cuida: se operó de los ojos, reparó su dentadura y todos los días se ejercita media hora en su bicicleta fija mientras mira televisión. 

Es aficionado a los programas de música, especialmente de los festivales como Cosquín, Baradero, etc. También es frecuente encontrarlo disfrutando por horas frente a la computadora de interpretaciones de orquestas que él mismo ha grabado o que encuentra en YouTube o Spotify.

“Es imperturbable en sus convicciones, más allá de que ello pueda acarrearle diferencias con algunas personas. Todavía maneja por lo que es habitual que lleve o traiga a algún familiar o amigo o se ofrezca cuando alguien se queda sin medio de transporte”, señaló.

El último viaje de larga distancia conduciendo lo hizo a principios del año pasado junto con Marta con destino a las ciudades de Mendoza y San Rafael. Ahora, más por razones logísticas y económicas, ha comenzado a viajar en ómnibus y en tren”, comentó.

En el día de la patrona de la ciudad, el 24 de septiembre de este año, cumplirá 87 años. 

Un Ángel que es guardián del tiempo allí donde lo sacro se une con lo terrenal.