Bahía Blanca | Domingo, 17 de agosto

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El arquero de Rosario que ayudó a salvar vidas tras el hundimiento del Belgrano

En 1968 fue subcampeón y en 1969 alcanzó la gloria, siendo gran figura, en el equipo de la casaca francesa. Julio César Álvarez tiene 82 años, pero una rica historia atajando en la Liga del Sur. Sus anécdotas van mucho más allá del fútbol.

El club Rosario Puerto Belgrano, fundado en 1920, consiguió los títulos en 1939, 59, 69, 71, 72, 75, 2001 y el Clausura 2018. También fue un ícono en su historia, el ascenso al Argentino A por la promoción en 2004.

A lo largo de la historia y con clásicos inolvidables y tribunas repletas, Sporting y Rosario, tiempo atrás, en época de gloria, fueron receptores de jóvenes promesas que llegaron y se afincaron en la ciudad.

Uno de ellos es el arquero Julio César Álvarez, de destacadísima actuación en el título conseguido en 1969.

“Rosario representó mi segunda casa. Llegué en 1963, luego me fui y volví en 1967. Pude ser campeón en 1969 y subcampeón en 1968; y tuve la suerte de atajar en el Regional del ‘70 y la Copa Argentina de ese año”, dijo el arquero nacido en Coronel Pringles (28/03/1941).

Precisamente, el club Atlético Nicéforo Alem –el celeste del pueblo- lo vio crecer bajo los tres palos.

“Debuté en Primera a los 18 años. Mi viejo (José Antonio, también arquero) estuvo 35 años como canchero; tenía 3 años cuando pisé esa cancha. Se paraba atrás del arco y me daba indicaciones”, contó Álvarez.

"En Alem me querían hacer debutar en Primera a los 16 años, pero mi viejo se opuso: "Van a decir que atajás porque sos hijo del canchero". Esperé a  hasta ser mayor”, agregó.

--Pero no estuvo mucho tiempo.

--Me tocó el servicio militar. Elegí Bariloche donde paralelamente jugué en Perito Moreno. Anduve bien, querían prolongar mi estadía pero estaba muy lejos de mi familia. El tren a Pringles tardaba 36 horas.

--¿Cómo arribás a Rosario?

--Por Alfredo Crocci. Llegué a préstamo en 1963. Recuerdo un partido donde Rosario, que estaba construyendo su estadio, hizo de local en Sporting ante Olimpo. Perdíamos 1-0, pero sobre la hora empatamos con gol de  Roberto Gestoso y como Sporting había empatado con Sansinena en Cerri, ellos fueron a la final con Olimpo. Sporting ganó ese campeonato en cancha de Villa Mitre.

--Hoy sería impensado algo así.

--Jajaja… Le dimos una mano, a tal punto que la hinchada de Sporting fue a saludarnos a la sede de calle Humberto Primo. Eran tiempos donde jugábamos los clásicos y, por la noche, los dos planteles nos íbamos a comer al Bar Central y a la Pizzería Don Chicho. Pocho Nieto, Salvador Cicchini, Arrieta, Roberto Minciacca, Marco Rupérez…; todos. La rivalidad era en la cancha.

--¿Termina el préstamo y vuelve a Pringles?

--Si. Rosario ofreció 80 mil pesos, pero Alem pedía 120 mil. Mi club no quiso repartir la diferencia y yo estaba mal porque allá atajaba por el café con leche. En ese interín apareció un mayordomo de la estancia Juliana de Sierra de la Ventana, compró mi pase y me llevó a Atlético Saavedra. Estuve 3 años con un sueldazo; trabajaba y había tiempo para entrenar y jugar. Al cerrito del amor lo subía y bajaba, desde el dique, en 7 minutos. Salimos subcampeones en el ‘64 y ’66, y campeones en el ‘65; jugábamos en la Liga de Pringles.

 

"Mis hijos son Javier Emilio (triatlonista) y karina Elena, que es farmacéutica y trabaja en el Hospital Italiano de Buenos Aires", dijo Álvarez.
 

--¿Cómo hizo para volver a Rosario en 1967?

--Tenía el pase en la mano, porque el dueño, cuando me compró, me dijo que el día que decidiera irme de Atlético me regalaba el pase. Me dieron trabajo en la Base Naval, donde me quedé 40 años. Al principio trabajaba en los talleres y luego como chofer de ambulancia.

“Tengo una anécdota muy particular al respecto, porque fui partícipe, durante el conflicto de Malvinas, de la llegada de los soldados que arribaron heridos por el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano.

--¿En qué participó?

--Trasladábamos a los heridos desde Espora hasta el Hospital de la Base Naval. Unas 36 ambulancias colaborando con el traslado de los soldados. Llevábamos hasta 3 pacientes por viaje, era una carrera contrarrloj.

--¿Cómo vivió ese momento?

--Fue muy duro ver esas escenas, los chicos venían con heridas y habían estado sometidos a muy bajas temperaturas. Recuerdo que el doctor Bustamante nos abrazó a los cuatro que componíamos el equipo del hospital de puerto y nos dijo: “Me salvé…, gracias por su ayuda”.

“Y así hubo muchísimos chicos, porque eran eso, chicos, que pudieron dejar atrás esa pesadilla. También estaba la otra parte, gente amputada por lesiones o casos con pies de trinchera, por haber permanecido mucho tiempo en el agua, y varios con quemaduras”, afirmó.

--El Hospital estaba colapsado.

--Sí. Y como en esa época no había teléfono celular los familiares y amigos de los soldados se quedaban horas pegados al alambrado de ingreso a la Base esperando noticias. Las puertas estaban cerradas, no podía entrar nadie. Parecía una cancha de fútbol, con gente pegada al alambre.

“Los chicos eran trasladados a la cámara hiperbárica; por suerte muchos de ellos recuperaron su condición física. Nuestra misión era trasladar a todos los que podíamos en el menor tiempo posible. Humanamente se hizo todo lo posible y hubo mucha gente a disposición para ayudar”, remarcó.

--Volviendo al fútbol, ¿qué recuerda de los años ’68 y ’69?

--En el ‘68 recuerdo un partido con Liniers (5-1) con goles de Daniel Rayes, en cancha de Rosario. Fue un sábado a la tarde porque el domingo jugaba Huracán por el Nacional. Rayes estaba intratable. Y nuestro primer partido por Copa Argentina contra Platense, en Bella Vista. Empatamos 1-1 y después perdimos 1-0 en Punta Alta. 

--¿Y del ’69?

--Cuando salimos campeones, era el Día de la Madre, en octubre, les regalamos claveles. El domingo anterior habíamos perdido 1-0 con Olimpo y luego jugamos de local en Tiro Federal. El presidente Juan Compagnucci nos dijo: “Tienen a disposición 2.000 pesos por cada gol que conviertan”. Ganamos 9 a 0, jajaja. El ‘Gallo’ Minciacca, desde la mitad de la cancha, me gritaba: ‘Andá sumando gringo…’”.

--¿Por qué gringo?

--Me lo puso el rosarino Cardozo porque me gustaba ponerle pimienta a la sopa. Decía: "Este parece un gringo..." .

--En 1968 pierden la final con Olimpo por un hecho muy particular…

--En Villa Mitre por tiros de esquina. Y al año siguiente, en la misma cancha, ganamos un campeonato ante Sansinena (en los 90 empatamos 1-1), luego de empatar, por la suerte de la moneda (risas). El último penal se lo atajé a Espinazo, se pateaban 5 penales por bando y después la moneda. Atajé el primero y el último. Minciacca eligió cara y salió cara.

 

"Estuve 7 años en Rosario, luego me puse de novio con una chica de Saldungaray, que más tarde sería mi esposa. Ahora, cada vez que puedo, me voy a Sierra de la Ventana, donde tengo muchos amigos, como  el "Polo" Alfredo, Alberto, Rubén, Oscar y Pedro, el bolichero.

“Además, en Sierra, tengo el privilegio de haber sido el primer Rey Mago de Sierra de la Comarca. Fue en 1965. Me invitaron para ser parte de los 50 y 55 años de la celebración de la fiesta; si Dios quiere estaré en los 60, jaja", apuntó.

--Imagino la emoción de los chicos.

--Y la mía. Ver a chicos y grandes felices; hice el papel de Melchor. Una chiquita con capacidades diferentes me abrazó: “Gracias, gracias…”, me dijo. Cuando se cumplieron los 50 años había 25 mil personas en la base del cerro. En el año ’65 éramos 460, porque en Sierra vivía poca gente”, reveló.

"Hasta me entregaron un hermoso presente por la Fiesta Provincial, donde dice: Primer Rey de la Comarca", sintetizó.

--¿Es cierto que también jugó al básquet?

--Sí. En Alem de Pringles. Me destacaba porque saltaba bastante alto. Y jugué a la pelota a paleta con Orlando Pipo, que vivía a una cuadra de mi casa.

 

79 partidos. Jugó Julio C. Álvarez en Rosario y recibió 73 goles. Además atajó en Copa Argentina y Regional del '70. Llegó a Rosario en el '63 y retornó en el '67.

 

--¿Por quién simpatizó en aquel cruce entre Rosario y Alem del torneo Argentino B 2004?

--Me tocó dar el puntapié inicial de ese partido en Punta Alta. Los hinchas de Rosario, en espacial el gordo Valenzuela, me gritaban: “Vos sos de Pringles, vos sos de Pringles (risas)”. No pude hinchar por ninguno de los dos, pero me emocioné mucho porque se venían imágenes del pasado con las dos camisetas.

"Soy un privilegiado de haber participado de las fiesta de los 100 años de Rosario y también -el 16 de agosto de 2016-, del club Leandro Alem. Hasta me llamaron para armar el libro del centenario", remarcó.

“Ir a la cancha en ese entonces era un entorno muy familiar. A los entrenamientos también iban las señoras de los jugadores. Y en los partidos estaban los hijos, padres, abuelos; todo el mundo. Hay gente que me dice: ‘Qué hacés Álvarez…'; y por respeto saludo pero no sé quiénes son. Después pregunto y me aclaran. Los pibes crecen y te olvidás", finalizó.