Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Una historia que se inició hace 195 años y se sigue escribiendo

Pensada como “Fuerte Argentino” y bautizada en un principio como Fortaleza Protectora Argentina, Bahía Blanca se transformó en referente del sur de nuestro país.

La ciudad cumplió el martes pasado su 195 años de la fecha en que la expedición fundadora liderada por el coronel Ramón Estomba completó, casi sin inconvenientes, su marcha desde el fuerte Independencia (hoy Tandil) al frente de 700 personas –entre militares, indios mansos, prisioneros y civiles-- para, en el desierto del sur bonaerense establecer un punto de avanzada en uno de los lugares estratégicos por un acceso marítimo al que se asumía como vital y trascendente.

Aquellos primeros pobladores debieron sostener esa incipiente, precaria y sufrida aldea en las peores condiciones.

Ramón Estomba tenía instrucciones de llamar Fuerte con el nombre de "Argentino" al asentamiento que comenzó a construir el 11 de abril de 1828. Pero su cariño y admiración por José de San Martín pudo más.

Por eso decidió bautilizarlo Fortaleza Protectora Argentina. Fue su homenaje al Libertador, quien había sido designado "Protector" de Perú. Por esa decisión de Estomba Bahía Blanca fue designada, décadas después, "Ciudad Sanmartiniana".

Curiosamente, el acta fundacional de la ciudad no tiene fecha 11 de abril, fecha elegida para cada aniversario. El documento firmado por Estomba y otras ocho personas en una carpa montada a orillas del arroyo Napostá tiene fecha 9 de abril.
Sin embargo, tiempo después se adoptó el 11 como fundacional, en referencia al día que  Estomba y el agrimensor Narciso parchappe definieron el lugar exacto de emplazamiento del fuerte y comenzaron los trabajos para su construcción.

Todo el siglo XIX, más de 60 años, se mantuvieron aferrados al fuerte, aislados de Buenos Aires, librados a su suerte y esfuerzo. Abrazados por inviernos crudos sin más combustible que la leña, a la sombra de discretos árboles en veranos de fuego y tierra.

La campaña al desierto dispuesta por el presidente Nicolás Avellaneda, aprobada por el Congreso nacional y liderada por Julio A. Roca (1878), la llegada del ferrocarril (1884) y la modernización del puerto (1885) fueron los hitos de la sugerida segunda fundación, la justificación de semejante esfuerzo por sostener al pueblo durante tanto tiempo.

No era facil llegar a Bahía Blanca en sus primeros años. Eran marchas a caballo de varias jornadas, expuestos a peligros, hambre y sed. Por eso no pasaba desapercibida la llegada de cualquiera al fuerte.

Es el caso del joven Charles Darwin, naturalista inglés de 22 años de edad, que llegó a caballo desde Patagones, donde había descendido del buque Beagle, como parte que era una expedición investigadora. Darwin estuvo varias semanas vviendo entre aquellos priemros pobladores antes de continuar su marcha hacia Buenos Aires. Muchos de los datos que tomó en su paso le sirvieron para, 30 años después, revolucionar a la humanidad con su libro El Origen de las Especies.

El siglo XX ya no supo sino de crecimiento y progreso. Las primeras industrias, la consolidación portuaria, la revolución industrial, los inmigrantes aportando sus conocimientos y su pasión. Aquella aldea se convirtió en la Nueva Liverpool y las mansiones de dos pisos de estilo renacentista borraron los discretos ranchos de adobe y paja.

Hasta aquí un pasado, un molde en el cual se formaron las primeras, las segundas y las siguientes generaciones. Un molde que no debiera desconocerse ni ignorarse, porque el origen de las cosas tiene que ver con su desarrollo y proyección, con el futuro en manos de este presente.

Es momento de integrar voluntades y planes para una nueva explosión, un definitivo impulso para movernos dentro del nuevo siglo.

Se necesita más agua, mejor conectividad, superar cinturones de hierro, un plan urbano territorial, un plan director integral que sobrepase a cualquier gobierno de turno. Es tiempo de acordar, en lo macro, todo lo esencial para una ciudad que exige a gritos dar un nuevo paso hacia una gloria que se presiente mundial.

La historia del fundador

Ramón Estomba nació en Montevideo. Por eso se puede pensar que era uruguayo, oriental. Sin embargo nació en 1790, y para esa época Montevideo era todavía parte de las Provinicias Unidas del Río de la Plata. Así que no era uruguayo ni argentino, sino rioplatense.

Su vida no supo de mujeres ni de hijos. Fue un soldado. Siempre. En el campo de batalla, se ganó cada una de sus medallas, cada grado militar.

Ingresó al ejército con 18 años de edad. Podría haber sido uno de los miles de ignorados hombres de nuestra historia. Pero fue una de sus acciones que lo hizo trascender en el tiempo, la única misión de paz de su vida: la fundación de Bahía Blanca.

Al frente de una caravana de soldados, civiles e indios amigos, Estomba partió del fuerte Independencia (actual Tandil) el 24 de marzo de 1828, con las órdenes del jefe de milicias de frontera, Juan Manuel de Rosas, de establecer un fuerte en la bahía Blanca.

La marcha fue sin sobresaltos. Lenta y fría. Tediosa y aburrida. Avanzaba lentamente, apenas empezaba a clarear. Atravesando caminos inexistentes, con los baqueanos intuyendo los mejores pastizales y las aguadas.

Estomba, de 37 años de edad, estaba ahí por un inesperado giro del destino. Dos años antes, Simón Bolívar había atendido su pedido de dejar la milicia y lo designó prefecto de Ayacucho, en Perú. Era un premio merecido, una manera de olvidar los siete años que pasó en las prisiones del Callao.

En octubre de 1827, el gobernador Dorrego presentó, a la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, el proyecto de ley con el plan de avance de la frontera, para fijar los nuevos límites entre el Salado y la Bahía Blanca.

El documento proponía: "... la planificación de la nueva línea de frontera, asegurar el tránsito hasta la Bahía Blanca, habilitar y poblar su puerto...".

Entre los objetivos preveía acortar las comunicaciones con la aislada Carmen de Patagones y sumar a la economía provincial la potencialidad de la extensa llanura herbácea.

Dorrego encargó la planificación a quien se convertiría el alma mater del proyecto, el Comandante General de la Campaña de la Provincia Juan Manuel de Rosas, quien planeó y coordinó las contrataciones que se debían hacer para dar apoyo a la expedición que, operaría con un convoy terrestre, pero que sería sostenida logísticamente por mar; desde donde se abastecerían los principales materiales para la construcción del establecimiento.

La campaña se inició en marzo de 1828, con la partida del ingeniero Narciso Parchappe y una escolta. Tenían la misión de determinar el lugar exacto de donde emplazar el puerto, sus baterías defensivas y un fuerte que le diera seguridad. En la ría bahiense lo esperaba la Sumaca Luisa con el apoyo logístico en materiales, como para recorrer la bahía y determinar el fondeadero que se convertiría en Puerto.

El coronel Estomba llegó con el segundo escalón de la columna expedicionaria el 9 de abril de 1828 y aprobó los sitios elegidos por Parchappe, tanto para el puerto, como para el fuerte.

Se cumplían siete meses de su llegada cuando decidió sumarse a las fuerzas de Juan Lavalle, el hombre que derrocó y fusiló al gobernador Manuel Dorrego.

Dio sus últimas instrucciones, designó a Andrés Morel como su sucesor y el 9 de enero de 1829 abandonó Bahía Blanca.

Al terminar de subir la loma para iniciar su viaje, miró por última vez la fortaleza a medio construir.

Estaba viendo el lugar donde, 152 años después, sus restos resumidos en la tierra descansarían para siempre.

Los habitantes de Bahía Blanca reconocieron siempre a Estomba como su fundador. Por eso, en 1928 un grupo de vecinos se ocupó por encargar su retrato. En 1978, sesquicentenario de la ciudad, otros emprendieron la búsqueda de sus restos, hallados en 1980, el arquitecto Enrique Cabré Moré, quien dirigió la búsqueda de los restos.

No los encontró, pero se conformó con retirar tierra del lugar que colocó dentro de una urna que remitió a la catedral de Nuestra Señora de la Merced.