Bahía Blanca | Martes, 03 de octubre

Bahía Blanca | Martes, 03 de octubre

Bahía Blanca | Martes, 03 de octubre

Espacio Tec: cómo sentirse prehistórico en el Siglo XXI

En ese lugar, a pocas cuadras del centro bahiense, computadoras, consolas de juegos, celulares, calculadoras y muchos aparatos más, encuentran una segunda vida. La gente puede mirar, tocar, jugar, operar y sobre todo, divertirse.

Fotos y video: Emmanuel Briane y Tomás Monacelli - La Nueva.

Entrar en el Espacio Tec es sentirse, básicamente, otra vez analógico; en estos tiempos, es lo mismo que decirse prehistórico. Lo digital, las redes sociales, el ChatGPT y los ultras HD con quién sabe cuántas K detrás de una cifra que resume la cantidad de píxeles, quedan atrás. Las pantallas táctiles, salvo honrosas excepciones, ya no existen. Cualquiera de los aparatos, gadgets, máquinas, fichines, viejas PC o monstruosas computadoras que encontraron una segunda vida allí, terminarían sucumbiendo ante la capacidad de procesamiento de un simple smartphone ni siquiera último modelo.

No es un lugar, como dicen sus ideólogos, en el que se pueda encontrar la historia de las últimas tecnologías vinculadas a la comunicación, entretenimiento y demás; en la mayoría de los casos, se va aún más hacia atrás en el tiempo. “Acá mostramos la prehistoria de la tecnología”, aseguran, orgullosos.

Esa prehistoria incluye rarezas como las pascalinas, las primeras calculadoras que funcionaban con rodillos o teclas, a veces papel y un intrincado sistema de engranajes; calculadoras científicas manufactura nacional, construidas por un conocido fabricante de neumáticos; computadores personales de todo tipo, forma y color; viejas consolas de juegos, con cartucho, casette o CD e, incluso, fichines, y cualquier tipo de elemento que en los últimos años pueda haber sido tecnología de última generación. Por supuesto, todo perfectamente nombrado y explicado; hasta códigos QR existen para buscar referencias.

El Espacio Tec nació hace algunos años como un proyecto ecológico, como un sitio donde se podían disponer o enviar elementos tecnológicos que habían caído en desuso o no podían utilizarse más. Lo que ocurrió a partir de ese momento, nadie lo tenía pensado.

En pocas palabras, la realidad terminó superando las más impensadas expectativas, sobre todo a medida que iban llegando algunos elementos o aparatos que todavía se encontraban en funcionamiento, o que tenían un valor mucho más elevado que el de simplemente juntar tierra en un rincón. Lentamente, entre la inquietud de curiosos, fanáticos y conocedores, la concepción de un museo tecnológico fue ganando terreno.

Tal es así, que hoy es el único en su tipo en marcha a lo largo y ancho del país. Por si fuera poco, todo lo que hay en él está en funcionamiento: existe un famoso “equipo interdisciplinario” digno de aparecer en cualquier capítulo de The Big Bang Theory que encuentra todo tipo de solución para que los equipos revivan. El depósito también está lleno; ya no hay casi más lugar para exhibir otros elementos, y la gente sigue acercándose para comentar de una vieja calculadora, de una máquina de escribir de su abuelo o de, por ejemplo, alguna agenda electrónica de fin de siglo pasado.

Por eso, analógico: las capacidades se miden, cuanto mucho, en megabytes. El orgullo del Espacio Tec es una máquina recientemente enviada desde el Conicet, que se utilizó hasta no hace mucho: una Vax 11/780, que usa disquetes de ¡8 pulgadas! son similares a los de 5 y un cuarto que se usaban mediados de los 90, pero con el tamaño de un disco grande de vinilo. La máquina, que mide unos 2 metros de largo y debieron transportar con grúas por su peso, ya no está en condiciones de hacerle frente a la capacidad de procesamiento de un celular. En este lugar, Internet es algo a lo que, con suerte, solo podría accederse a través de un cable.

“Acá están la simpleza de poder mostrar una máquina y verla en funcionamiento. Ese es el verdadero atractivo del museo: no es estático, sino que es dinámico e interactivo”, cuenta orgulloso Hernán Zerneri, el padre de la criatura.

Ahí se encuentra uno de los secretos a voces del lugar: se puede tocar, se puede jugar, se puede probar, se puede programar, se puede operar, se puede prender y se puede apagar. Salvo contados elementos bajo llave y obviamente en exhibición, todo lo demás está para ser usado.

“Y para los que no saben qué hacer, nuestros guías van mostrándole a la gente de qué manera se hace... O se hacía. Lo más importante es que las nuevas generaciones experimenten aquello que se experimentaba hace 20 o 30 años”, cuenta.

Esta idea tiene una concepción casi filosófica de bodegón: para bien o para mal, hoy todo viene concentrado en un smartphone. Ya no hay (casi) pantallas azules de error, problemas de carretel, falta de pilas, formularios continuos desviados ni conteo de caracteres en mensajes de texto. Pero en Espacio Tec esas posibilidades todavía existen: podrán no siempre traer grandes recuerdos pero lo analógico y la prehistoria, también tienen algo de eso.

“La historia de la tecnología se puede ver en vivo y en directo dentro de este museo. No podés entrar pensando en digital, sino en analógico y para atrás. Acá mostramos la prehistoria de esa tecnología y se puede ver, se puede palpar y se puede recorrer, y con cierto sentido cronológico”, comenta.

El listado de máquinas, aparatos o lo que sea, parece casi interminable. Hay algunas que el mismo Zerneri reconoce que ni siquiera sabía que podían existir.

“Ciertos modelos que hay acá ni siquiera entraron al país, y las tenemos. Lo mismo pasa con las consolas de videojuegos, porque hasta tenemos la primera que usó cartuchos. A esto se suman computadoras de escritorio o home computers clásicos: muchas personas las ven funcionando, pueden operarlas y logramos trasladarlas 30 o 40 años hacia atrás”, cuenta.

Los juegos, fichines o consolas también tienen su lugar especial: muchos ingresaron a la tecnología a través de ellos y hoy todavía pueden divertirse volviendo a tomar un viejo joystick y jugar -por qué no- al interminable Pong.

 

Espacio Tec está abierto los sábados y domingos de 16 a 20.30, en Thompson 665.

 

“Tenemos plataformas que van desde la Dynacom, pasando por la Spectrum, las Playstation. Esto también genera cierta sinergia con la comunidad, porque se provoca que el vecino se acerque y confíe en el museo dejando en resguardo un aparato que durante tantos años estuvo en el placard de su casa o que fue de sus hijos. Nosotros lo hacemos nuevamente operativo y lo utilizamos para fortalecer y mejorar el espacio”, explica.

Es tal la cantidad de tecnología que le van acercando, que el lugar ya queda chico. Tranquilamente podría agregarse un segundo piso al salón para seguir sumando cosas para ver, hacer, exhibir y tocar, y quién sabe si alcanzaría.

“Tenemos mucho más de lo que podríamos mostrar; nos han ofrecido cosas que debido a su volumen no podemos traer. Por eso, estamos pensando seriamente en conseguir un sitio más amplio para que la gente también esté más cómoda”, asegura Zerneri.