Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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La radio bahiense llora la partida de Juan Carlos Beltrán

El locutor, uno de los más importantes en la historia de la ciudad, falleció el miércoles a los 87 años de edad.

Fotos: Archivo La Nueva.

La radio y los medios de Bahía Blanca guardan hoy un luto enorme, después del fallecimiento de uno de sus principales referentes en toda su historia: el locutor Juan Carlos Beltrán, quien murió ayer en nuestra ciudad a los 87 años.

Beltrán comenzó a trabajar en 1951 como locutor, relator de radioteatros y, en más de una oportunidad, interpretando personajes. Fue en ese año cuando se presentó en un concurso que realizó LU2 buscando intérpretes de radioteatros, locutores, animadores y periodistas, y para marzo de ese año ya estaba en el camino que lo llevó a recorrer todas las radios AM de la ciudad, entre ellas LU7 y canal 7.

En marzo de 1976 ingresó en radio El Mundo, que le abrió las puertas a la Capital Federal.

Dueño de un estilo amable, coloquial y respetuoso del idioma, uno de sus trabajos inolvidables fue ser la voz en off, el relator de la película La República Perdida.

“Mi trabajo como locutor en los programas que conduje, fueron en su mayor parte musicales, con especial atención sobre temas que, muchas veces, motivaron la realización de películas, y no a la inversa", destacaba hace unos años

Dueño de un gusto envidiable en cuestión de música, era un agradecido al “Padre Eterno” por la generosidad para con su persona. “Sobre todo cuando sentado a la mesa de un café o en la cola de algún banco u oficina pública, alguien me escucha hablar y reconoce mi voz -contaba-. Mi voz todavía me funciona como DNI y eso es emocionante".

Con el correr de los años, y ya jubilado, había regresado a su Bahía Blanca natal, donde incursionó nuevamente en radio y se instaló en un geriátrico “porque ahí me tratan muy bien”.

No se consideraba antiguo ni un dinosaurio radial: para él, “la antigüedad es un recurso que tienen los rematadores de arte”. Tampoco tenía una añoranza especial para la AM o FM: lo único que podía cambiar era la orientación de una radio u otra.

“El micrófono tiene el mismo valor puesto aquí o en otro lugar donde alguien esté escuchando. Si uno sintoniza una onda, y sale sonido, ruido, música, es una radio".

Su marca, su orgullo, siempre fue haber sido consecuente: “no haber engrupido a nadie a través del micrófono”.

“En tanto las ondas sonoras sigan viajando por el espacio y puedan llegar a lugares impensados, mis palabras, las que se transporten a través de ellas, serán libres”, contaba.

Indudablemente, ese terminó siendo su legado.