Bahía Blanca | Sabado, 11 de mayo

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¿De qué se trata el ordenamiento glocal, la propuesta lanzada desde Bahía Blanca?

“En el mediano y largo plazo se tiende al cosmopolitismo, pero los avances locales ya pueden prosperar y serán decisivos”, dijo el Ing. Agr. Tomás Loewy, autor de una publicación sobre el tema.

El Ing. Loewy sostiene que atravesamos una encrucijada donde el riesgo ambiental y la polarización social deben abordarse con urgencia. / Pablo Presti-La Nueva.

“Antes de escribir el libro se decía que había que pensar globalmente y actuar localmente. Lo que yo sugiero, ahora, es que hay que actuar y pensar en forma simultánea en ambas escalas. El progreso será global o no será, al tiempo que la cuestión ambiental ya es dramática, y será mayor si no hacemos algo más creativo que crecimiento y PBI”.

El concepto corresponde al Ing. Agr. Tomás Loewy, quien escribió estos conceptos en su libro Ordenamiento glocal, un paisaje necesario, donde hace hace una migración conceptual del ordenamiento territorial conocido en espacios nacionales hacia el ámbito mundial. Es decir, trata de incorporar un nuevo perfil al desarrollo.

“La palabra glocal agrega al ordenamiento una integración orgánica, sinérgica y dialéctica entre los niveles locales y globales. Esto implica que todo sistema local debe tener, como requisito de sostenibilidad, una aptitud o vocación global. Esto involucra que una de sus funciones es responder a las demandas mundiales. Desde lo global debe institucionalizarse, entre otros temas, un apoyo a la viabilidad sistémica y multiescalar. En el mediano y largo plazo eso tiende al cosmopolitismo, pero los avances locales ya pueden prosperar y serán decisivos”, agregó el escritor, quien reside en nuestra ciudad y es nativo de Colonia Lapin, en el distrito de Adolfo Alsina.

La temática es mucho más amplia y se alude, en otros capítulos, al cambio climático, a la relación entre espacio, agricultura y territorio, a la educación, a la inteligencia artificial y a las democracias liberales.

—¿El libro contiene una visión optimista o pesimista respecto de nuestra evolución? ¿En tal caso, en qué etapa nos encontramos?

—Creo que resume un optimismo escéptico, por lo coyuntural, pero se remite a la esperanza y a las utopías, por sus contenidos y propuestas. La etapa en que nos encontramos, en términos geológicos, es como un niño que está creciendo, con todo lo que eso conlleva.

“En realidad, estamos en una encrucijada donde el riesgo ambiental y la polarización social tienen que abordarse con urgencia. Para eso, entre otras cuestiones, debemos enfocarnos en las causas de los problemas y adquirir conciencia de especie pensando en nuestra supervivencia”.

—¿Cuál es la incidencia del cambio climático en ese pensamiento?

—El cambio climático es la punta de lanza del riesgo ambiental y es transversal a toda la humanidad. Estamos asistiendo a un neonegacionismo de los medios masivos de comunicación. No se dedican a negar el componente antropogénico del fenómeno, sino que, simplemente, silencian el tema. Esta estrategia es la más efectiva para invisibilizar un problema que ya tiene millones de víctimas anuales y condiciona el futuro de todos. Debería exhibir, a mi juicio, primeras planas y debates frecuentes.

—¿La pandemia influyó para eventuales correcciones de conducta en estos planteos?

—Definitivamente. El lado positivo de la pandemia, si cabe, es que concientizamos nuestra interdependencia entre países, sin discriminar entre clases sociales, etnias ni religiones. Incluso, al disminuir el crecimiento, el turismo y todos los viajes y transportes, se detectó claramente una caída en la contaminación global y un acercamiento territorial de otras especies.

En suma, generó un cambio cultural positivo, donde lo global se jerarquizó y ya sabemos que lo cultural es lo primero y lo más difícil de cambiar.

—¿Cuál es la relación entre espacio, agricultura y territorio?

—Un territorio es un espacio, con alguna institucionalidad y relaciones de poder más o menos armonizadas. La agricultura ocupa la mayor parte del espacio rural. En un ordenamiento territorial lo agroalimentario juega un papel clave porque, mediante pymes agrarias, se puede relocalizar parte de la población evitando, o atenuando, las grandes urbes y conurbanos.

“Hay que recordar que estas unidades agrosociales, agricultura familiar, agroecológicas u orgánicas, con determinadas BPA, se ubican en el umbral de una sostenibilidad verificable. La idea es promover comunidades territoriales, con alto grado de autonomía y menor distancia producción-consumo. Por su relevancia transversal, social y ecológica, el corolario es que el alimento no puede tratarse como una mercancía más”.

—¿Qué significa cuando afirma que hay que volver a las fuentes? ¿La educación está incluida?

—Básicamente es recuperar las grandes enseñanzas de filósofos antiguos. A veces tenemos que remitirnos a Aristóteles y otros, pero yo hago hincapié en el filósofo y científico Immanuel Kant, del siglo XVIII. Claramente puso la condición moral como el barómetro del comportamiento humano. Ponderó la revolución francesa, al tiempo que ya predicaba la necesidad de un cosmopolitismo para abordar los problemas mundiales.

“La educación es una constante que genera civilizaciones cuando tiene buenos contenidos y métodos que jerarquizan el pensamiento propio y espíritu crítico. Hoy por hoy, como ejemplo, la educación ambiental debería ser una política de Estado insoslayable”.

—¿La inteligencia artificial puede cambiar alguno de los paradigmas planteados en el libro?

—El escrito contiene una sección sobre los cambios en la ciencia y en la filosofía. Describo el enfoque sistémico como algo esencial frente al mero análisis de las partes. También pondero el paradigma de la complejidad, como una herramienta metodológica imprescindible. Incluso, enfatizo la potencialidad de la teoría cuántica y menciono las implicancias entrópicas como un área de estudios muy interesante.

“No trabajé el tema de la inteligencia artificial, de la que sólo tengo una imagen, en la solapa, enviada por mi hija. No puedo subestimar el rol que puede jugar la IA en el futuro, aunque lo artificial no me seduce. Es importante ratificar que la tecnología no es neutral y siempre impacta en la sociedad, a veces negativamente. Como ya lo dijo el eminente Bertrand Russell, ha avanzado mucho más rápido que la cordura humana”.

—¿Colonia Lapin es su lugar en el mundo?

—Sí, decididamente. Porque allí pasé mi convivencia con la naturaleza, la familia y las vecindades hasta finalizar la escuela secundaria. Aprendí todas las tareas rurales, con mucha afinidad hacia la tierra y la agricultura. También pude experimentar su progreso y declinación, como un ejemplo de cooperativismo, y luego desatención del capital humano y comunitario que se había formado.

“Quizás por eso abracé la agronomía y, por qué no, luego la sociología. En el libro recurro a esta localidad como un cable a tierra o un estudio de caso, más allá de las teorías o postulados, para ejemplificar una comunidad centenaria que hoy puede renacer”.

“Las ideologías van a reducir su expresión”

—Uno de los capítulos del libro se refiere a la democracia vinculante. ¿De qué se trata?

—Es la convicción de que la invitación a un ordenamiento glocal, con toda su complejidad cultural, social y espacio-temporal, sólo puede progresar en línea con sistemas de democracia real. Esto hay que enfatizarlo hoy, en tiempos de un alto cuestionamiento a los resultados prácticos. Sin embargo, la democracia es una institución y cualquier éxito o fracaso remite a las personas, dirigentes y ciudadanos a través del tiempo.

“Para las propuestas que se pregonan, esta democracia debe ser participativa. Los individuos deben tener poder de agencia y las comunidades locales deben adoptar el principio de subsidiariedad. Hay un gran rol de la educación plasmando ciudadanos planetarios; es decir, comprometidos con lo local y lo global. No hay que esperar que la política tradicional solucione todos los problemas. Hay que generar una política horizontal y de abajo hacia arriba”.

—¿Cuál es el sentido de la democracia liberal?

—Creo que el mejor perfil de una democracia es su sentido liberal. No me adjudico este concepto, pero entiendo que incluye todas las libertades compatibles con el desarrollo de la sociedad. También un fuerte apego a las leyes y el cumplimiento de cada constitución, con independencia de poderes. Asimismo, debe promover una política de los hechos y no meramente electoral. Entiendo que, en este tipo de democracias, paulatinamente, las ideologías van a reducir su expresión.

“El derecho a la propiedad también debe ser vigente, pero no irrestricto; es decir, hasta un punto que no altere su funcionalidad social. Esto ya es parte de la sostenibilidad que, en mi opinión, además de ser sistémica debe ser glocal. La alternancia de autoridades es una modalidad saludable. Prefiero no usar el término poder porque siempre implica dominación. Por último, se espera que el sistema alcance un buen equilibrio entre la representación y la participación ciudadana”.