Una manzana de la ciudad que espera recuperar su perdido esplendor
Federico Susbielles, que asumirá como intendente municipal el próximo 10 de diciembre, manifestó en su campaña su preocupación por la situación de varios edificios históricos de la ciudad.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
“El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera colgados de cables, las escalas de cuerda, los esqueletos de alambre”. (Italo Calvino, en Las Ciudades invisibles).
Pasan los días, los meses y los años y una de las manzanas emblemáticas de la ciudad sigue sin encontrar respuestas que permitan tener expectativas favorables para recuperar y poner en valor los destacados edificios que fueron moldeando su forma durante las primeras décadas del siglo XX.
Hoy muchos de esos bienes se encuentran en estado deplorable, abandonados o esperando una respuesta de propietarios que en la mayoría de los casos se han desentendido de su cuidado y mantenimiento a lo largo del tiempo ni tampoco han dado una respuesta cuando su estado edilicio ha llevado a tomar medidas extremas para evitar que generen un daño a sus usuarios o a para quienes transitan cerca de sus frentes.
Hay una manzana emblemática en la historia local que es la llamada manzana fundacional, el espacio donde el coronel Ramón Estomba y el agrimensor Narciso Parchappe eligieron, en abril de 1828, para emplazar el fuerte que diera origen a nuestra ciudad.
Delimitada por calles O’Higgins y Moreno, entre Chiclana-Estomba y Vieytes-Brown, la misma cuenta con edificios de alto valor patrimonial, desde el punto de vista histórico, cultural y arquitectónico.
A su vez, esa manzana fundacional contiene una segunda manzana, una de las cuatro en que quedó dividida luego de la demolición del fuerte, que quedó en manos del estado nacional, por la cual se la conocía como “manzana nacional” o “manzana fiscal”.
Allí se concentran cuatro edificios nacionales –la Aduana, el banco Nación, el Correo y el banco Hipotecario Nacional— más uno provincial –el Palacio de Tribunales—y otro particular, cedido a la Asociación Bernardino Rivadavia para su biblioteca.
Mientras que estos edificios prestigiaron a la ciudad en 1928, año del centenario fundacional, es posible que, de no mediar una pronta intervención, no cumplan ese papel en 2028, cuando la ciudad celebre sus 200 años.
Volver a creer
Federico Susbielles, que asumirá como intendente municipal el próximo 10 de diciembre, manifestó en su campaña su preocupación por esta situación edilicia, lo cual una señal importante desde el momento que la puesta en valor de este conjunto forme parte de su agenda.
“Necesitamos tener una estrategia de preservación de nuestros edificios, para recuperarlos y ponerlos en valor. Tanto los que se ubican en el centro como en los barrios. Para mí es un tema muy importante porque estas obras forman nuestra fisonomía y es un tesoro que pocas ciudades del país tienen”, señaló el actual titular del Consorcio de Gestión del Puerto.
Hoy la situación de la manzana fiscal, la pequeña, es la siguiente. El edificio de la Aduana –avenida Colón y Estomba—lleva cinco años oculto detrás de una estructura de andamios y telas tipo media sombra. En 2018 fue desocupado para dar lugar a supuestas refacciones generales y cercado de manera preventiva en respuesta a los desprendimientos de material que sufría su fachada.
Hace un año, visitó el edificio el Director General de Aduanas -Guillermo Michel- quien aseguró que este año se pondrían en marcha las obras de recuperación. El anuncio no pasó de la colocación de un modesto cartel de obra. Hoy desde la AFIP, bajo cuya órbita está el bien, se señaló a este medio que el área de infraestructura de la entidad está “en proceso de confeccionar los pliegos” para licitar la obra.
El banco de la Nación, en Estomba y Moreno, sufrió un incendio en julio de 2018, que obligó a su desocupación. Desde entonces la entidad viene realizando distintas obras para su recuperación, estando ahora en marcha la puesta en valor de su fachada y una segunda etapa de la instalación eléctrica. Sin embargo no se tiene en vista una fecha de posible terminación de las obras.
El edificio del Correo Argentino, en Moreno y Vicente López, sigue teniendo pantallas protectoras en sus dos puertas de ingreso, para evitar que los desprendimientos de revoques y molduras dañen a los transeúntes, al tiempo de haber tenido varias intervenciones, inadecuadas desde el punto de vista patrimonial, como respuesta a esas afectaciones. A la fecha no hay ninguna señal por parte de la entidad de tener en sus planes intervenir un edificio que además sufre severos problemas en su interior.
Por último, en la esquina de avenida Colón y Vicente López se ubica el majestuoso edificio inaugurado en 1926 como sede de la sucursal local del Banco Hipotecario Nacional. Desocupado por la AFIP en 2009, propiedad todavía del banco Hipotecario, ha tenido en este tipo infructuosos intentos por alquilarlo o venderlo, al punto que desde hace dos años decidió retirarlo del mercado inmobiliario. Sin uso, sin destino, sin una respuesta, el bien sigue su camino a la degradación.
Dentro de la manzana fundacional, cumple cinco años cercado el edificio de la Escuela Nº 2, con una valla también de carácter preventivo que cubre su frente sobre calle Vieytes y sus fachadas de avenida Colón y Moreno. Hoy se desarrolla en el inmueble una importante obra de reparación de sus cubiertas, paso previo, a una posible intervención de su frente.
El silencio celestial
Fuera de la manzana fundacional, pero también en pleno centro, también manifiesta un delicado estado la fachada de la iglesia Catedral, Sarmiento 65, que ha tenido en los últimos tiempos algunos desprendimientos de revoques y molduras.
La situación derivó en la decisión de desactivar las campanas del centenario reloj que ocupa una de sus torres y que marcaban con su tañido los cuartos, media y la hora, ya que el movimiento de las mismas podía aumentar el riesgo. Al silencio de este par de campanas se suma la falta de uso de las otras cinco que componen el campanario, en la torre vecina al edificio Caviglia, sobre las cuales también pesa la sugerencia de no generar movimientos debido a las fisuras detectadas en la mampostería del sector.
Del otro lado de la plaza Rivadavia, la situación no es mucho mejor. Este año hubo dos licitaciones fallidas –sin empresas interesadas en cotizar— para intervenir la fachada del palacio Municipal, tarea que consideraba la reparación de revoques, restitución de balaustres y piezas ornamentales, resolución de problemas de humedad, limpieza de pluviales y colocación de pizarras.
También se licitó, la obra no ha comenzado todavía, la colocación de pantallas protectoras en el frente del ex edificio del banco Provincia, Alsina 41, donde desde hace 40 años funcionan dependencias municipales. La intervención busca generar “un sendero seguro” para quienes transitan por su vereda ya que el frente ha tenido repetidas caídas de revoques, molduras y ornamentos.
Final
No habla bien de la ciudad tener sus edificios emblemáticos en un estado tan calamitoso. Sugiere cierta apatía, indiferencia y falta de apego a sus bienes patrimoniales.
Estar a cinco años del bicentenario no deja de ser un faro que quizá impulse y aliente a procurar la recuperación del conjunto y su puesta en valor, una conducta que dé cuenta de una sociedad que se ocupa de su futuro pero que también asume su compromiso, con las generaciones pasadas y futuras.