Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Los monolitos del palacio comunal: “Dos borrones de tinta en un papel de marfil”

A pesar de ser un edificio emblemático de la historia bahiense, el palacio municipal tuvo en su tiempo sus críticos y detractores, hasta de componentes mínimos que forman parte de su diseño.

Si hay dos edificios públicos de los cuales los bahienses podemos sentirnos orgullosos y gratificados, esos son el teatro Municipal y el Palacio comunal. No sólo por su diseño y arquitectura, sino porque además son dos obras emblemáticas desde lo cultural y político, realizadas ambas con el aporte de los vecinos. Un esfuerzo notable si se piensa en una ciudad de 70 mil habitantes que comenzaba a transitar el siglo XX luego de más de 60 años de postergación y olvido.

En este caso particular la referencia es al palacio comunal y dos elementos que forman parte de su fachada y que si bien no parecieran ser un componente agresivo o fuera de contexto, en su época dieron lugar, por parte de cierto sector de la prensa escrita, a severos cuestionamientos.

La referencia es a los dos monolitos de granito que se complementa con barandas del mismo material, ubicado uno a cada lado de la escalera de acceso, sobre la línea municipal. Funcionan los mismos como mástiles, generalmente con la bandera argentina y la bonaerense.

Lo cierto es que esas piedras talladas y con molduras no eran parte del proyecto original. Al menos así se verifica en las postales de época donde aparece el dibujo del proyecto ganador del concurso organizado en 1904. Sin dudas se han agregado con posterioridad, con más precisión hacia 1910, cuando se daban los últimos toques a la obra.

El diario El Censor, uno de los varios que se publicaban por entonces, fue el que desató la polémica cuestionando su colocación.

“El palacio edil, exponente de nuestros progresos en edificación oficial –si así podemos llamarle—adolece de crasos errores que aún sería tiempo de evitar. Su escalinata central tiene, a derecha e izquierda, dos promontorios de piedra sillería que no son más ni menos que un par de vulgares guardacantones”. Así de tibio arrancó el comentario, que no se privó de buscar más calificativos para las dos moles de piedra seguramente provenientes de Tandil.

“Llamémoslos monolitos municipales, indignos del lugar donde se exhiben y que suponen una verdadera injuria a la estética del palacio”, agrega el escrito, para reforzar el concepto con una metáfora por demás interesante: “Son dos borrones de tinta en un papel de marfil”.

Por último, el diario apela a la opinión de los constructores, del público, del intendente y “de cuantos mediten imparcialmente en el asunto” para modificar esa presencia. En particular buscó involucrar al Concejo Deliberante en el nombre de uno de los ediles, Speratti Villamayor, “que se ha convertido en la mosca brava de esa corporación”, para evitar que se cometa “un atentado de lesa estética en el principal edificio de Bahía Blanca y sin disputa alguna su mejor ornamento”. De más está mencionar que la crítica no encontró demasiado eco y Que “los borrones de tinta” se mantienen hasta nuestros días.

Los monolitos en su lugar, 1910

Un palacio oriental sostenido por esqueletos

Cuando en 1904 se colocó la piedra fundamental de la definida como “la primera obra grande levantada por el esfuerzo colectivo de los hijos de Bahía Blanca”, muchos celebraron la decisión del intendente Rufino Rojas de construir un edificio que manifestara la importancia que iba tomando Bahía Blanca.

Con el inicio de los trabajos, este diario mencionó que la misma tenía “un gran significado moral”, que venía “desde que las sociedades se forman con la aspiración de una vida mejor”. Pero, como corresponde, también existieron voces contrarias al emprendimiento.

El palacio comunal en obra, 1907

El principal argumento opositor era que la ciudad tenía “cuestiones más importantes que atender” antes que “aventurarse a construir un castillo oriental, un mueble de lujo inservible”.

Inspirada su arquitectura en los hoteles y ayuntamiento franceses, los contrarios a su ejecución señalaban que "El hotel de Ville bahiense” se levantaba “en detrimento de la ciudad”, poniendo énfasis en las necesidades sanitarias insatisfechas, ante lo cual se anticipaba un costo por demás dramático por llevar adelante la obra. “Veremos al palacio sostenido por los esqueletos de aquellos que murieron por la negligencia de los funcionarios encargados de velar por la salud pública", se dijo.

El edificio se comenzó a ocupar a fines de 1909, sin acto oficial, de manera “silenciosa, sin discursos, ni champán, ni ruidos". Sin embargo ya había tenido un primer uso: en agosto de ese año su hall principal fue utilizado para velar los restos de Ángel Brunel, destacado vecino y ex intendente municipal.

Primer uso del edificio: servir de capilla ardiente, 1909