Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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El triste, y cada vez más incierto, destino de las tierras del Noroeste

Ociosas, postergadas y vandalizadas, son presas de la burocracia de los encargados de administrar este tipo de bienes del estado nacional. Allí funcionó una verdadera "ciudad industrial".

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.
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Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com 
Audionota: Mariano Muñoz (LU2)

   “Talleres Bahía Blanca Noroeste estuvo rodeado por un extenso paredón de casi un kilómetro, que se interrumpía sólo en el sector de la antigua Estación Noroeste y en el área de la playa de maniobras. Tanto el portón de ingreso como los galpones y la inmensa playa estuvieron siempre ocultos a la vista. ¿Es sólo eso, sin embargo, lo que los ha vuelto “invisibles”? ¿Cómo podría explicarse una ausencia como esta?”. De Los talleres invisibles, Ana Miravalles. 

***

   Ubicadas a diez cuadras del centro de Bahía Blanca se encuentra un amplio terreno de 20 hectáreas, delimitado por calles Rondeau y Juan Molina, entre Malvinas y Sixto Laspiur. 

   El mismo es parte de las tierras adquiridas a fines del siglo XIX por el ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, la empresa de capitales ingleses que realizó un tendido de rieles que se introducía en territorio pampeano, para unirse a los del Buenos Aires al Pacífico y llegar hasta la zona de Cuyo. También administraba en nuestra ciudad su propia estación marítima, Puerto Galván.

   En esos terrenos, cercados con un muro perimetral de dos metros de altura, funcionaba una verdadera “ciudad industrial” al servicio de esa empresa ferroportuaria. 

   Allí se construyeron más de diez galpones, los cuales sirvieron para alojar servicios de herrería, tornería, carpintería, almacenes, fábricas y otras dependencias relacionadas con el funcionamiento integral de la empresa ferroviaria. 

   Cada mañana, incluso antes de despuntar el sol, se escuchaba en todo el barrio el fuerte sonido del “silbato del Noroeste”, convocando a sus tareas a los cientos de trabajadores que se desempeñaban en el lugar.

   A pesar de haberse fusionado en 1905 con el Buenos Aires al Pacífico (BAP) y más tarde (1926) ser adquiridos por el Ferrocarril del Sud, ese área fue siempre, y hasta el presente, mencionada como “las tierras del Noroeste”. 

   Si bien no es simple establecer cuando pasaron a quedar completamente ociosas, ese proceso comenzó en la década del 50 y fue acompañando a todo el camino de deterioro, abandono y destrucción que sufrió el sistema ferroviario en el país, hasta convertirse en poco menos que una ciudad fantasma en manos del estado Nacional.

La franja

   La generosa franja de terreno se convirtió entonces en parte de una gran barrera urbana frente al crecimiento que fue teniendo la ciudad, materializando mucho más esa condición que la del denominado “cinturón de hierro” que trazaron las empresas inglesas en el casco urbano. 

   Sin custodia, sin uso y sin destino, el conjunto de edificios abandonados fueron presa fácil de quienes, año tras año, fueron robando todo lo que había quedado. Se llevaron las chapas de las cubiertas, las aberturas, las cabreadas, las maquinarias en desuso y hasta los ladrillos. 

   Fueron desguazando todo lo existente hasta obligar, con el tiempo, a la demolición de la mayoría de los inmuebles. 

   Todo esto frente a la indiferencia del estado nacional, propietario, sin poco y nada que hacer por parte del estado municipal e incluso con la inacción de la misma policía bonaerense que carecía de jurisdicción para cuidarlos. 

   Salvo la voz de los vecinos, que de manera constante buscaban llamar la atención sobre lo que estaba ocurriendo, la ciudad industrial se fue borrando del mapa.

Una mirada

   En 1949, un grupo de profesionales de la arquitectura de organismos nacionales llegó hasta nuestra ciudad con un ambicioso proyecto de reestructuración ferroviaria. 

   Se señaló entonces que esas tierras ociosas –entre otras tantas existentes en la ciudad-- eran “riquezas insospechadas” ubicadas en sitios valiosos, “destinadas al crecimiento armonioso y el emplazamiento de nuevas viviendas y el esparcimiento de una de las ciudades (por Bahía Blanca) con mayor porvenir de América”. 

   Han pasado 73 años de ese y otros diagnósticos similares y las tierras siguen: en manos del estado, sin destino asignado, con decenas de expedientes iniciados por vecinos, instituciones y hasta por el estado provincial proponiendo usos, sin que jamás se logre siquiera una respuesta o se generen proyectos desde los organismos responsables de su administración.

Un agujero negro

   “Los Talleres Bahía Blanca Noroeste funcionaron durante más de cien años. Allí llegaron a trabajar alrededor de 1.200 obreros. Cómo una pieza clave de la economía regional, cómo esas 18 hectáreas con sus edificios monumentales llegaron a convertirse, a tan sólo diez cuadras del centro y a sólo 15 años de su cierre, en un agujero negro, tierra baldía, asunto de nadie, es algo que inquieta”. (Ana Miravalles y Nicolás Testoni).

   No es simple establecer la cantidad de organismos creados en las últimas décadas encargados de administrar estos bienes del estado nacional. 

   Han modificado sus nombres, se han dividido en secretarías y subsecretarías, han cambiado de autoridades infinidad de veces. 

   Todo para que nada se modifique en cuanto a su política de manejo. Es mucho más que una falta de consideración y respeto a quienes intentan modificar el triste destino de esos bienes. Es además desidia, desinterés, centralismo y hasta ignorancia.

   En la actualidad estas tierras del Noroeste están bajo la órbita de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), con sede en CABA, que tiene en su página web una foto de tierras ferroviarias en desuso con la leyenda: “Los bienes del Estado al servicio de la comunidad”. 

   Señala además el organismo que tiene facultad para otorgar un “permiso de uso”, precario y gratuito, de cualquiera de esos bienes, “siempre que tenga por objeto una finalidad de bien común o una actividad que satisfaga  el interés público y no tenga fin de lucro”.

   Otro organismo con injerencia en esta cuestión es el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), con autoridad para  “otorgar permisos precarios de uso para obras de terceros en zonas ferroviarias bajo jurisdicción de Trenes Argentinos Infraestructura”.

   Sin embargo, todos y cada uno de los expedientes y pedidos que elevan desde hace años vecinos, sociedades de fomento, entidades deportivas, particulares, ONGs y hasta el propio estado municipal, entre otros, jamás tuvieron respuesta alguna.

   Y si ha habido alguna han sido para solicitar datos adicionales –del tipo catastral por ejemplo-- que a veces resultan imposibles de disponer por ser terrenos expropiados cuyos títulos vaya uno a saber donde se encuentran.

   En los últimos años ha habido intervenciones diversas en el sector, impulsadas desde el municipio y por los propios vecinos.

   Por caso la demolición de parte de los muros perimetrales, lo cual sirvió en parte para frenar los robos y generar más seguridad en el barrio y, lo más trascendente, permitió dar visibilidad a un sitio casi ignorado.

   De a poco los propios vecinos comenzaron a limpiar y ordenar el predio, la municipalidad demolió obras en riesgo de derrumbe, colaboró con algunas tareas y el lugar se fue transformando en un verdadero parque, que cada día toma mejor fisonomía y del cual hacen uso todos los habitantes de los barrios aledaños. 

Una espera

   “Las políticas de revitalización urbana ascendieron en la agenda de muchas ciudades en las últimas décadas debido a que los vacíos o espacios abandonados reflejan una desarticulación y segregación socio espacial que afecta al conjunto urbano”. (André Fontan Köhler, 2013).

   Un polo judicial, planes de viviendas, un complejo deportivo, un parque, sede fomentistas y de entidades de bien público. 

   Todos proyectos presentados durante décadas para hacer un uso razonable y favorable de estas tierras que llevan décadas esperando un destino acorde a su importancia ante organismos que ni siquiera se dignan a contestarlos, sin considerar las severas consecuencias que esa postura genera a la ciudad en su conjunto ni atender las muchas necesidades que salvaría asignarles una función lógica y racional.

Las propuestas

   El abogado Rodrigo Dulsan, encargado del área de Regularización Dominial de Tierras del municipio, fue claro al ser consultado por este medio sobre el estado actual de las gestiones que lleva adelante buscar obtener el visto bueno para darle algún destino a esas tierras.

   “No está cerca ninguna definición referidas a su uso y disposición, esa es la realidad. Hay varias solicitudes presentadas, pero todo va de la mano de las decisiones de AABE y ADIF. Hasta ahora no hemos tenido ninguna referencia ni devolución o información de ninguno de estos trámites. Pero además hay circunstancias que complican todo, por caso ahora hubo un nuevo cambio de autoridades en esos organismos, lo cual obliga a comenzar todo de nuevo y ver qué línea de acción toma la nueva gestión”, señaló. 

   La municipalidad ha elevado a consideración de los mencionados entes disponer de parte de las tierras pensando en construir edificios destinados a alojar organismos judiciales, una suerte de polo o ciudad judicial. 

   Incluso se elevaron bocetos con el proyecto y las necesidades que hoy tiene un poder legislativo disperso en decenas de inmuebles que lejos están de reunir las condiciones ideales para su destino.

   También propuso acceder a algunas hectáreas para destinarlas a la construcción de viviendas, aprovechando los planes de préstamos que cada tanto implementa el estado nacional o provincial.

   “Desde la comuna adjuntamos proyectos de división para generar lotes destinados a viviendas sociales. La ciudad tiene una gran necesidad habitacional pero pocas tierras vacantes. Por eso nos hemos puesto a disposición, para hacer un uso virtuoso de ese suelo”, agregó.

   Tampoco han tenido respuesta alguna los vecinos que plantean la posible reconstrucción de la estación de trenes incendiada en abril último –sobre calle Sixto Laspiur-- y luego demolida. 

   “Hemos hecho las presentaciones correspondientes, lo mismo para disponer de las tierras donde venimos consolidando el parque o expedientes iniciados desde la sociedad de fomento y entidades barriales. Nunca hemos tenido respuesta alguna de los organismos nacionales”, refiere Jorge Luna, vecino del sector.

   Una de las últimas propuestas conocidas fue realizada por el club Olimpo, que presentó su pedido para construir en el lugar instalaciones deportivas. Su proyecto incluyó la realización de un parque, canchas de fútbol, hockey y skate park, además de vestuarios, una sala médica y un Salón de Usos Múltiples.

   “Hemos solicitado al AABE, a través de una presentación formal, un predio para el club. De todos modos, como es de público conocimiento, nuestro proyecto ha sido muy cuestionado por varias entidades y vecinos del sector, más allá de tener también opiniones a favor. Pero la idea es evitar todo tipo de conflicto. Si nuestra plan madura y la gente entiende que es una salida inteligente para el lugar, le daremos para adelante, sino buscaremos otro predio”, señaló a este diario el presidente de esa entidad, Alfredo Dagna.

   Otro organismo que se ha encontrado con problemas para obtener tierras en el sector es el Ministerio de Infraestructura bonaerense, que decidió emplazar en el lugar, en principio sobre calle Blandengues, aunque luego mudó ese emplazamiento a Sixto Laspiur, la llamada Casa de la Provincia, un edificio de 1072 m2 que apunta a descentralizar varios de los trámites que hoy se realizan en La Plata. 

   La licitación de la obra, realizada en septiembre de 2021, con un presupuesto oficial de 230 millones de pesos, no tuvo oferentes, lo cual hizo pensar en establecer una nueva fecha licitatoria. 

   Sin embargo, consultado desde este medio, desde el área de Prensa del ministerio se informó que la nueva convocatoria está atada a la aprobación del AABE para disponer de esos terrenos. 

   “Tenemos confianza en obtener los permisos correspondientes, entonces llamaremos a una nueva licitación”, aseguraron con un aire de optimismo.