Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

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A los cinco integrantes del "equipo" que forma la familia Santiago se sumó una ficha extranjera

En esta casa donde se respira básquetbol y vóley aseguran que el deporte no se negocia. Sebastián y Ana, con su ejemplo, tuvieron sus herederos: Ramiro, Pedro y Morena. Y se está ganando su lugar la brasileña Laura Sertic, novia del mayor de los tres hermanos, quien juega en EE.UU.

Pedro, Morena, Ana, Sebastián y Ramiro. Fotos: Tomás Bernabé y archivo-La Nueva.

 

Por Fernando Rodríguez 

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Ampliación de la nota publicada en la edición impresa)

 

   “Lo único malo que tiene el deporte en esta casa es la cantidad de lavarropas que ponemos por día”, reniega Ana.

   Aunque ese sacrificio se justifica: “Acá hacer deporte siempre fue una condición”. 

   En la casa de los Santiago se respira deporte. Los cinco integrantes funcionan en equipo. Predomina el básquetbol sobre el vóleibol por una cuestión casi natural: lo practican los tres hombres.

   Sebastián quien -ahora está lesionado- juega en la Maxi Liga, empezó en Estudiantes por su papá, Rafael Emilio, el reconocido periodista, quien falleció el 14 de abril de 2021.

   Ana, su mujer, tiene una familia con tradición deportiva.

   “Mi papá fue campeón de la Provincia en salto en alto y, también, futbolista”, cuenta.

   Hija de Ernesto “El Patón” Nievas, aquel 2 de Sporting de la época de Rubén Felipe Nieto y Alfredo Sánchez, entre otros, llegó desde Médanos con su familia cuando ella tenía 9 años.

   “Vivíamos a cinco kilómetros de Médanos, donde ahora funcionan Las Termas. Era como un barrio cerrado y ahí teníamos todo: profesor de educación física, de natación y demás. Por eso, desde chiquitos hacíamos deporte. Cuando vinimos a Bahía, por trabajo de mi papá, yo me desenganché un poco del deporte”, recuerda.

   Ya en los primeros años del secundario decidió empezar vóley en Estudiantes.

   Ahí se cruzaba con un chico basquetbolista, lejos de imaginarse que terminaría siendo su marido.

   “Yo iba a chusmear a la cancha 2, donde ellas jugaban al vóley, je”, confiesa Seba, quien tiene un local de ropa deportiva.

   “Hay una anécdota, cuando debuté en Primera local, ella estaba en la cancha sin ser nada mío. Había ido a ver a Luis Sosa, que jugaba en Pacífico y era amigo de la familia”, cuenta Sebastián.

   Después coincidieron en el colegio.

   “Me tocó a la tarde en la Escuela de Comercio y para poder entrenar me cambié a la mañana. Ahí la conocí. Al año, mi Viejo me dijo de cambiar, porque eran muchos años. Y me pasé al colegio Nacional”, rememora.

   De todos modos, el vínculo ya se había generado.

   Se pusieron de novios a los 17 años y se casaron a los 21. Llevan 27 de matrimonio y ambos coinciden en que no volverían a repetir la experiencia siendo tan jóvenes, aunque se sienten orgullosos de la familia que formaron.

   “Cuando volvimos del viaje de bodas nos echaron del laburo. La pasamos mal. A los 21 años casados. ¡Una locura!”, exclama él.

   Seba mide 1m96 y Ana, 1m79, por lo que sabían que existían muchas probabilidades que tuvieran hijos altos.

   Cuando ellos tenían 25 años nació Ramiro, a los 29 Pedro y a los 32 Morena. 

   “Lo primero que nos decían cuando nos veían: 'qué pivots van a salir de acá'”, recuerda Seba.

   Ramiro mide 1m96 y Pedro, 2 metros.

   “El primero salió tirador y el otro un ala-pivot”, detalla Sebastián.

El recorte de "La Nueva".

 

   “Después que nació Pedro -agrega- dijimos de 'cerrar la fábrica' y cuando ella se fue a hacer un análisis comprobaron que estaba embarazada, sin saber”.

   “Ahí vino la reina de la casa”, sale al cruce Morena, con una sonrisa fresca.

   Si bien reconocen que existe la rivalidad entre hermanos, se respira una sana convivencia, disfrutan todos juntos. Y como hacía mucho tiempo, no coincidían los cinco, porque Ramiro, el mayor, juega y estudia en Estados Unidos.

   “Es espectacular estar acá, me encanta. Es más, cada año me cuesta más volver”, admite Rama.

   “Durante la pandemia estuve dos años sin venir. Antes de irme, él (señala a Pedro) era más bajo que yo y cuando volvimos a vernos me había pasado. Hace cuatro años que no paso las Fiestas acá, te vas perdiendo cosas”, se lamenta.

   Pedro, al igual que Ramiro, empezó jugando -por cercanía- en El Nacional, aunque desvió el foco del básquet durante seis meses.

   Su papá no se olvida ese momento.

   “Me dijo: 'Quiero ser arquero'; '¿Cómo que querés ser arquero?', me sorprendí”, cuenta.

   “'Sí, sigo jugando al básquet y también al fútbol, en el arco', me dijo. Iba a la escuelita de Palacio. Le compré los guantes, todo el equipo y era bastante bueno, pero tuvo mala suerte. El primer partido perdieron 4 a 1 contra Olimpo. No anduvo mal. A los tres meses dejó”.

   Ramiro y Pedro heredaron diferentes perfiles del padre.

   “Él (Ramiro) tiene mucho carácter para jugar, como yo; es un dos con mucha habilidad, goleador; y él (Pedro), muy atlético, un tres/cuatro saltarín. Nada que ver conmigo”, compara Seba.

   En cuanto a hábitos, Ramiro salió más en la dedicación al básquet y Pedro, al físico.

   “Es una mezcla, pero los dos me pasaron por arriba, je. Igual, acá tiro una bomba: la que nos pasó a todos fue la señorita: preselección Argentina”, destaca Seba, dándole lugar a Morena.

   Ella, casi por decreto familiar, no podía salirse del molde. Aunque fue complicado descubrir algo que la sedujera. Por eso, hasta los 12 años probó con diferentes actividades.

   “Hice gimnasia artística, hockey, natación, baile y estuve por arrancar telas, hasta que empecé vóley”, enumera.

   “No me terminaba de convencer nada”, admite.

   Siempre se destacó por su altura, como ahora, con 1m88 y 16 años.

   “Para el deporte siempre fue bueno, para lo cotidiano ahora es bueno, en su momento costaba, pero tampoco para decir que fue malo”, reconoce.

   More heredó el puesto de central, como su mamá, quien curiosamente, cuando había dejado la actividad, fue convocada a una Selección bahiense.

   “Yo no era tan buena...”, minimiza Ana.

   “Cuando volví a jugar en el Maxi Vóley -agrega- Héctor (Gallardo, el DT de Olimpo) me vio y dijo: 'Nooo, vos otra vez, sólo pinturita (y simula pintarse las uñas), je, je, je”.

   En cuanto al carácter, los hermanos están divididos: Ramiro y Morena son más bien temperamentales como su papá y Pedro es más tranquilo, del perfil de su mamá.

   Morena, por tratarse de la más joven, adquirió algunos hábitos y enseñanzas de los mayores.

   “Aprendí que no tengo que discutir”, reconoce, con una mirada cómplice hacia Ramiro.

   “Me acuerdo de su época en Villa Mitre que se enojaba mucho y hasta llegó a arrancarse la camiseta”, puntualiza.

   Hoy, consolidado en la NCAA, a Ramiro lo esperan nuevamente en la Universidad de Harding (Arkansas), que participa de la División II.

Ramiro, antes de emigrar.

 

   Mucho pasó desde aquella decisión inicial de emigrar, hace cuatro años. Poco queda para el final.

   “De cómo llegué a la Universidad hasta ahora pasaron millones de cosas. El primer año -recuerda- fue bastante duro, comía banco. Sabía que iba a pasarme. Salté de jugar en Villa Mitre y realmente era un nene”.

   —Te sentías el peor.

   —Sí, eso. Encima, no hablaba bien el idioma... Pero fue una experiencia única. La repetiría.

   —¿Qué hay en el horizonte?

   —Jugar en el mejor nivel que pueda, ya con representante fijo y buscando opciones. Mi preferencia es quedarme en Estados Unidos, en algún equipo de G-League o Summer League, y si no se da, veré...

   Pedro, por su parte, cambió este año de Villa Mitre a Bahiense del Norte. También, en otra decisión, dejó la carrera de Contador en la UNS, para continuar en la Siglo XXI a partir de agosto.

   “Lo de la Universidad a distancia era más que nada porque tuve un par de ofertas del Federal, pero después decidí quedarme en Bahía. Si en algún momento quiero o me surge la posibilidad de irme a otra ciudad, puedo seguir estudiando online. Acá en casa, si no estudiás, se complica”, aclara Pedro.

   Ana -quien trabaja en Profertil- hace más fuerza por el estudio de los hijos y Sebastián se inclina más por el básquet. Igual, en el fondo coinciden los padres.

   “Yo hablé una vez con los dos -cuenta Seba-, para dejarles en claro que lo más importante era el estudio. Sé que Ramiro va a jugar por plata, pero ¿hasta qué edad? Los 33 o 34 años... ¿Y después? Entonces, está bueno que terminen de estudiar y prueben jugar por plata, pero ya con un título. Y allá (señalando a Morena), tenemos un tema similar, creo que va a emigrar en algún momento. Quiere probar lo mismo que Rami y lo importante es que maneja muy bien el idioma”.

   Morena todavía tiene por delante lo que resta de este año y el próximo para completar el secundario. Aunque su panorama es claro: seguir el camino de otras voleibolistas surgidas de Olimpo, como Magui y Emilia Bostal, Julieta Campaña y Valentina Culaciati, todas jugando en universidades de Estados Unidos.

   “Héctor (Gallardo, el DT) siempre nos alienta a que sigamos ese camino, destacando lo que hicieron ellas. Y eso me ayuda”, dice.

   Los padres apoyan la decisión y, al mismo tiempo, se lamentan.

   “Yo me pregunto: ¿para qué tuve tres hijos, para que se me vayan...? Pero bueno, uno les da alas y después no puede cortárselas”, se resigna Ana, a la vez, con un dejo de orgullo.

   “A Pedro le dije: ‘Si querés seguir el camino de Ramiro, arrancamos con los trámites; está bueno ver los resultados, pero, la verdad, no es lindo que se vayan”, comenta Seba, con sentimientos encontrados.

   Pedro tuvo la posibilidad real de emigrar.

   “En marzo fui a visitarlo a Ramiro para el cumpleaños y me volví loco. Pude entrenar con ellos y todo. Decidí no irme a los 18 y se me pasó el tiempo, por lo tanto la beca ya no era la misma. Así que decidí quedarme acá y hacer mi camino”, comenta.

   Ramiro ya disfruta de la devolución que le está dando el sacrificio y en diciembre se estaría recibiendo de Licenciado en Administración de Empresas.

   “Soy un agradecido de la vida por haber tenido la posibilidad de hacer las dos carreras, cuando el 90% acá en el país no lo puede desarrollar”, resalta.

   Los cinco integrantes de la familia Santiago tienen el deporte como idioma en común y Ana se encargó de incluir una "sexta ficha" al equipo: “Ramiro tiene una novia voleibolista. Los padres son entrenadores”, revela.

   “Sí, se llama Laura Sertic”, comparte Ramiro.

   “Es brasileña y la conocí en la primera universidad. Justo surgió lo de la pandemia y me fui a vivir con ella. Los padres viven en Estados Unidos. El papá (Leonidio Pasquali De Pra Filho) fue jugador olímpico de la selección brasileña de vóley y ella la está ayudando a More para conseguir Universidad”, contó Rami.

   Con la incorporación de esta “ficha extranjera”, definitivamente parece ampliarse el equipo Santiago, potenciando así el deporte, ese tan preciado bien de familia.