Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Descentralización y autonomía, las claves para la división de la provincia de Buenos Aires

Para el Ing. Ricardo Rabbione, director ejecutivo de la Unión Industrial de Bahía Blanca, “este es un momento bisagra de la historia para intentarlo. Y nos corresponde ser protagonistas”.

Imagen de la ciudad de Bahía Blanca, cabecera del distrito homónimo. / Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Ricardo Rabbione / Director ejecutivo de la UIBB

   Hay momentos en la historia en que lo imposible se convierte en imprescindible.

   Es el caso de la provincia de Buenos Aires y la necesidad de abordar alguna forma de organización de su extenso y diverso territorio para compensar asimetrías y lograr una administración más eficiente y racional, con el objetivo de revertir la grave degradación económica y social que afecta a gran parte de su población.

   En febrero del año 1880, con la sanción de la ley que proclamaba a la ciudad de Buenos Aires como Capital Federal de la República Argentina, surgió la necesidad de trasladar la capital provincial. Comenzó así el proceso político que culminó en 1882 con la fundación de La Plata. A nuestro entender, construir una capital provincial a 50 kilómetros de la capital del país fue una decisión de criterio totalmente unitario, que marcó el inicio de la postergación del desarrollo del interior de la provincia.

Ricardo Rabbione, Director ejecutivo de la UIBB.

   El reclamo que exponemos tiene larga data. Precisamente cuando Enrique Julio creó en 1898 el diario emblemático de la ciudad. Lo llamó La Nueva Provincia, con la intención de levantar la bandera de ese proyecto. A lo largo de los siglos XX y XXI, muchas otras personalidades técnicas y políticas se han expresado en el mismo sentido: Carlos Pellegrini, Tomás Luque, Guillermo Argerich, Domingo Pronsato, Pedro González Prieto, Lucas Llach y José Ottavis, entre otros.

   Quienes venimos bregando desde hace ya un tiempo por la instalación en el debate público de una nueva forma de organización territorial y administrativa de la provincia de Buenos Aires, vemos con cauto optimismo algunas propuestas más recientes. Nos referimos a las presentadas por el exsenador Esteban Bullrich, junto a Enrique Morad y Jorge Colina, así como por las ideas expuestas por el politólogo Andrés Malamud, en su reciente visita a la ciudad.

   Esto ha generado que se instalara el tema y se comenzaran a oír también las opiniones de la clase política, entre ellos del intendente de la ciudad y la mayoría de los jefes comunales de la zona, manifestándose en general en acuerdo con el estudio del tema, sin dejar de resaltar su complejidad y dificultades.

Es una realidad que la provincia de Buenos Aires, por su escala y desequilibrios, se ha vuelto inviable. Lo venimos sosteniendo desde hace tiempo y los crecientes números de pobreza y exclusión social dan cuenta de ello.

   No es intención de esta columna abundar en datos que se despliegan con mayor detalle en los diversos trabajos y estudios desarrollados al respecto. Solamente cabe destacar algunos números para poner de manifiesto las desproporciones generadas y la importancia de resolver lo que se ha vuelto un problema grave.

   La provincia de Buenos Aires tiene más de 17,5 millones de habitantes, con más del 70 % de esa población viviendo en el conurbano. Es una provincia de 307.500 km2, donde la mayoría de la gente se concentra en 2.500 km2. La predominancia del AMBA lo hace de hecho un país aparte, situación verificable en multiplicidad de oportunidades y que la pandemia puso crudamente en evidencia.

   Pese a que no se cuenta con un censo oficial desde el año 2010, estimaciones confiables hablan de un crecimiento de la población del conurbano de entre 1,3 % y 1,5 % contra un decrecimiento de la población del interior en un 0,6 %. Si bien es información extraoficial, está marcando que esta diferencia, que desde ya es insostenible, lejos de achicarse tiende a aumentar. Mientras pequeñas poblaciones van agonizando por falta de oportunidades, la concentración en las zonas más densamente pobladas crece, y con ella el hacinamiento, la pobreza e informalidad de todo tipo.

   Estos datos hablan por sí mismos de la postergación que tiene el interior de la provincia, lejos de la toma de decisiones y que, de alguna manera, está viendo obstruida sus posibilidades de crecimiento y el desarrollo de vastas áreas, entre ellas Bahía Blanca y la región.

Imagen del distrito de La Matanza. Hoy ronda los 2 millones de habitantes.

   Es por eso que, desde el sector empresario, impulsamos con fuerza que se expongan a un serio debate los distintos proyectos de regionalización que existen para llegar a un consenso, que pueda ser acompañado e impulsado por todos los actores de la sociedad. En tal sentido, los dirigentes empresariales estamos en contacto y buscando coincidencias al respecto con diferentes cámaras, sectores del gremialismo y del mundo académico, porque entendemos que, junto a la política, necesitamos generar una masa crítica que tome conciencia de los beneficios que le podría dar al ciudadano común una medida de este tipo.

   Es bien sabido que los municipios, con los intendentes a la cabeza, son el espacio de mayor proximidad que tiene el ciudadano común para expresar sus reclamos. Toda política que vaya en la dirección de dotar de descentralización y de autonomía a las decisiones municipales, a través de contar con recursos genuinos que le permitan brindar servicios a la ciudadanía, y que esta pueda tener un contacto más directo con autoridades respecto de la calidad de los servicios prestados, será sumamente beneficiosa.

   Con respecto al gasto que ocasionaría cualquier proyecto que pudiera triunfar en las cámaras legislativas para reorganizar la provincia, si bien estamos totalmente de acuerdo en que el gasto político es excesivo en general, se podría pensar en constituir una legislatura unicameral, tratando de que los cargos políticos no aumentaran.

   De todas formas, más allá del malestar que puedan ocasionar en parte de la sociedad los gastos de la política, serían absolutamente insignificantes en comparación a los ingresos que produce la zona y que podrían quedar en una nueva provincia para la contraprestación de servicios a la ciudadanía.

Es importantísimo que este debate quede instalado, que no pierda vigencia y que una vez resuelto cuál es el modelo más adecuado, pueda ser empujado por todos los sectores, con la comprensión y adhesión de la ciudadanía en general, que es fundamental para el tratamiento en las cámaras.

   Sabemos que no es un tema sencillo y que pueden existir intereses contrarios, pero lo que está claro es que, tal como está, la provincia de Buenos Aires es cada vez más inviable e insostenible.

   Descentralización y autonomía deben ser las palabras que deben guiar el futuro de las administraciones regionales y locales. Este es un momento bisagra de la historia para intentarlo, y nos corresponde ser protagonistas.