Cambio de hábitos: los bahienses casi no compraron trajes desde el inicio de la pandemia
La venta de “mangas” -saco y ambo- para hombres cayó un 90 por ciento. La sastrería sufrió un gran impacto. No solo incidieron las nuevas modalidades de trabajo durante el aislamiento sino la prohibición de fiestas.
Anahí González Pau
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Desde el inicio de la pandemia se redujo un 90% la venta de trajes para hombre en nuestra ciudad. Y hasta las camisas sufrieron el impacto.
“Si vos tenías dos o tres camisas, incluso alguna con el cuello medio percudido, detrás de la pantalla no se notaba”.
La frase corresponde al encargado de un emblemático local de ropa masculina formal de nuestra ciudad y alude, puntualmente, a los cambios que instaló el home working.
Esta nueva modalidad de trabajo, en casa, modificó los hábitos de consumo de indumentaria para hombre durante el aislamiento obligatorio, sobre todo de la cintura para abajo. Lo que no tomaba la cámara no contaba. Por eso, no era raro que en la intimidad hogareña reflotaran los piyamas, shorts, pantuflas y medias largas.
El solo hecho de no tener que concurrir a sus lugares de trabajo dio a los oficinistas y empresarios, ciertas licencias simbólicas para prescindir de los acostumbrados trajes.
El traje se hizo a un lado en épocas de aislamiento.
Lucas Moyano, sub encargado del local 42 de Macowens, comentó que el impacto se sintió desde el momento “uno” y que fue “una locura”.
El rubro vivió un verdadero “infierno”, con un descenso del 90 por ciento en la venta de “mangas”, es decir, saco y ambo.
“En determinadas fechas, generalmente a partir de agosto, el rubro repunta debido a que más cerca de fin de año aumenta el número de celebraciones. Sin embargo, el año pasado no sucedió y los locales fueron a pérdida”, comentó.
Aseguró que recién desde la rehabilitación de las fiestas la gente está empezando a comprar trajes nuevamente, aunque no como antes.
“La caída se notó desde que se cerró todo. Es más, cuando se volvió a abrir por un tiempo, y luego se volvió a cerrar, en ese tramo tampoco se vendió”, dijo.
“El impacto fue general. El mes pasado empezó a levantar y este mes, notamos que viene bien, teniendo en cuenta cómo veníamos”, dijo.
La empresa pudo soportar el golpe por contar con 54 locales propios en distintos puntos del país, algunos de los cuales, no sufrieron medidas tan drásticas en cuanto al aislamiento. De todos modos, el impacto, en el inicio, repercutió en los salarios.
“Cuando nosotros acá teníamos la puerta cerrada y no podía ingresar gente, en el norte sí tenían permitido el ingreso, y en esa diferencia se fue compensando”, comentó.
Néstor Centanni, a cargo de la sucursal de Britches, aseguró que recién desde julio se empezó a reactivar un poquito la venta.
“Hoy estamos en una caída del 70%, es decir, hemos mejorado un 20% en los últimos meses”, informó.
La empresa se pudo mantener solo porque cuenta con 9 sucursales detrás de las cuales hay 65 familias.
“La caída fue muy fuerte en la sastrería o “manga”, como le decimos nosotros”, dijo.
La reactivación en agosto y septiembre, más que con la vuelta a los empleos --algo que fue desparejo en los distintos rubros-- guarda relación con los nuevos permisos en el ámbito privado.
“Las ventas repuntaron desde que se permitieron algunas fiestas, más allá de las burbujas y los protocolos. Algunos salones abrieron, se hicieron casamientos, y eso se reflejó”, dijo.
Aseguró también que la sastrería ya estaba resentida desde antes y que esto lo acrecentó.
“Antes tenías dos competidores a nivel sastrería y hoy tenés 20, porque se usa más la ropa sport. Hoy se abrió la gama de la forma de vestirse.”, comentó.
“En otras épocas del año, antes de la pandemia, en septiembre es normal que se reactive la venta y de octubre a diciembre es el mejor período”, sostuvo.
En el último tiempo varios chicos de distintos colegios se acercaron a probarse trajes. Y en el Don Bosco evaluaban alquilar el predio de la FISA para celebrar los egresos.
“Está de más decirte que el año pasado fue de pérdida y este año, estamos apuntando a quedar empatados, pero en ninguno de los casos son años positivos”, concluyó.
Los clásicos que debieron aggiornarse
Alejo Luna, encargado de Maschio Vestire, y con más de 50 años en el rubro de la indumentaria, aseguró que dado que se están reprogramando las fiestas de 15, casamientos y egresados, se está volviendo a preguntar.
“No digo que se venda, se pregunta más de lo que se vende, pero tengo fe de que se va a reactivar”, dijo y agregó que en los últimos días se vendieron dos o tres trajes.
“Antes éramos muy trajeros, se vendía mucho la manga, pero con el tema de que la gente no viste tan formal, eso cambió”, dijo.
Con tantas décadas en la actividad --bromeó con ser un “dinosaurio de la indumentaria”-- confió que le cuesta acostumbrarse a las nuevas modas como los trajes para jóvenes que vienen con pantalones cortos para usar con zapatillas.
“Me produce no se qué, quedo colgado, pero me tengo que aggiornar”, dijo.
Destacó que van quedando cada vez menos fábricas de ambos y profesionales de la costura.
“Hoy en día hacer un buen traje es costoso porque la mayoría de las buenas telas vienen de afuera, se importan”,
dijo.
“Los chicos hoy no miran tanto la confección sino que los trajes tengan onda y buen precio”, mencionó.
Algunos trajes con tela de viscosa y poliéster arrancan en los 25 mil pesos.
"Estoy acostumbrado a lo de antes, ni mejor ni peor; distinto. Un buen traje antes se producía: debía caer bien, tener buenas aberturas, buen cruce”, concluyó.