Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Aturdido, el Gobierno repuso a Macri en el centro del ring

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   A tres semanas de unas PASO que asoman cada vez más cruciales para orejear lo que puede ocurrir con el equilibrio clave en el Congreso, el Gobierno se vio obligado en las últimas jornadas a reponer con toda su furia sobre el ring de la campaña a la figura de Mauricio Macri y su “republica de morondanga”.

  El escándalo de Olivos por la filtración de fotos y videos del cumpleaños de Fabiola Yañez en medio de las fuertes restricciones por la pandemia, sacudió al Gobierno como un golpe de esos que suelen dejar al rival aturdido, sin respuestas firmes en el primer momento. Fue lo que pasó con el Presidente y el resto de la primera plana de gestión: negación inicial, admisión leve después y al final algo que se pareció bastante a una disculpa, aunque nunca nadie mencionó la palabra “perdón”.

   El Gobierno advirtió que la oposición estaba lista para hacerse un picnic con el sainete del cumpleaños de Fabiola, un eje del que todos por igual estaban lejísimos de anticipar y muchísimo menos de aceptar.

   Por el contrario, la campaña -para el Gobierno exitosa- contra el coronavirus, los síntomas claros de reactivación en varios campos, en especial la construcción y la industria, cierto movimiento ascendente del turismo, indicativo siempre de épocas más prósperas, y la inusitada carrera salarial de los gremios para ganarle a la inflación, con aumentos pactados por encima del 47 %,, eran los pilares del discurso oficial que se ponía sobre la escena.

   Todo ese bagaje fue coronado en la palabra y los gestos publicitarios de la propaganda oficial con una promesa: al final del camino, los argentinos habrán recuperado el estado de felicidad perdido entre 2015 y 2019. “Habremos llegado al lugar donde queremos estar”, machacan los avisos.

   El OlivosGate vino a tirar abajo todo ese andamiaje o, por momentos, pareció que podía comprometerlo seriamente. No sólo por la esperada reacción de la oposición, de los medios no alineados y de una opinión pública algo escandalizada, sino por el consabido y siempre esperado “fuego amigo”. La dura carta de Sergio Berni fue apenas una muestra de la queja de otros dirigentes del oficialismo, hechas en público o en privado.

   Tal vez hubo un reproche que al Presidente le caló hondo. “Desencantada”, la definió Oscar Parrilli a Cristina Fernández cuando se le preguntó el martes por el estado de ánimo de la vicepresidenta mientras el escándalo crecía y la severa impericia del Gobierno en materia comunicacional hacía agua por los cuatro costados.

   La vice, según se ha visto, jugó a dos puntas apenas se subió al centro de la escena de esta saga. Y se instaló fuerte en la campaña, mucho más de lo planeado en un principio.

   Por un lado le hizo sentir el rigor de su poder e indiscutible liderazgo a su delegado en la Casa Rosada. Y lo hizo en público, en un par de actos, al sugerirle, o más que eso, que ponga orden a su alrededor y que no se enoje. Tal vez esto último en homenaje a aquella máxima nunca escrita según la cual en política el que se enoja pierde. El secretario General, Julio Vitobello, y el vocero Juan Pablo Biondi, aunque también Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete siempre en la mira del Instituto Patria, parecieron los apuntados. “También fue un mensaje para que sosiegue a Fabiola”, aportó un confidente.

   Por el otro, Cristina fue la punta de lanza de la estrategia del oficialismo de reponer en el centro del ring a Macri y acusarlo de todos los males que ha sufrido el país no solo durante su mandato sino de todo lo que vino después. Aquel “Sí, pero Macri”, que debían esgrimir los responsables de comunicar durante la campaña, que había sido bajado hace un par de meses por contraproducente, volvió a escena con mayor ínfula que antes.

   Aquellos que sostenían que ya no pagaba tanto seguir con esa idea, y ejemplificaban con la misma errada estrategia del Pro en la campaña de 2019, son los que ahora aconsejaron volver con ese latiguillo que simplemente busca plantar la idea de que nada de lo malo hecho en estos casi dos años es comparable con el daño que provocó la gestión anterior.

   Así de clarito, aunque con matices, ha sonado el discurso oficial desde Cristina hacia abajo durante la última semana. De ningún modo de manera casual, se entiende, a la par del crecimiento del escándalo por la filtración de las fotos del cumpleaños de Fabiola.