Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

A 35 años de una loca idea que se fue gestando con tierra y 7.000 kilos de azúcar

La Copa Intercontinental reunió a todas las potencias y se jugó en Bahía Blanca. Rubén Trellini fue partícipe directo.

Por Javier Oscar Schwab / jschwab@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   "Si lo comento a los pibes van a decir que estoy loco… Muchas veces prefiero callar, lo guardo en mis entrañas”.

   Rubén Trellini es así. Perfil bajo, buen tipo, querido y talentoso. Las vivió a todas, las historias más desopilantes de las bochas argentinas, siendo, muchas veces, protagonista central.

   Y una de ellas ocurrió en Bahía Blanca, cuando Mario Boscardín, por entonces presidente de la ABB, tuvo la brillante idea de medir, en una Copa Intercontinental, a nuestros mejores jugadores con las potencias mundiales. Fue en 1986, previo al Mundial de Raffa Volo (en el Luna Park), aunque esa es otra historia.

   Italia y Suiza dominaban el mundo en esa especialidad; acá se jugaba con la bocha criolla de 1, 300 kilogramos; ellos lo hacían con la de 925 gramos.
Corría el mes de julio, se disputaban las finales del certamen de tercetos local y la idea era preparar un escenario espejo para otros cinco que le darían la bienvenida, cuatro meses más tarde, a ocho países.

   Unos días antes de la Intercontinental se disputó el Sudamericano de mayores (lo ganó Argentina), aprovechando también la movida y las llamativas canchas.

   -¿Probaron en 9 de Julio?

   -Sí. Se armó para definir el torneo local de tercetos. Piso de tierra y azúcar, un espesor de 12,6 centímetros. La construcción debía ser rápida; todos colaboraron con la idea y se armó una cancha en 9 de Julio. Se juntaban  1.100 personas, por noche en todos los partidos finales.

   -¿Cuál era la proporción de tierra y azúcar?

   -Tres baldes de tierra y uno de azúcar. Probamos en un sector de 4x6 metros  (las originales eran de 4x24) y funcionó, se apisonó la superficie y el rodillo lo pasó Omar "Cacho" Fabiani; tiramos un bochazo y resultó normal. El azúcar humedece y compacta.

   “Se compraron 7.000 kilos a la empresa Fournier, que estaba en calle Brown a la altura de la YPF. También se utilizaron 3.500 pies de madera y 50 metros cúbicos de tierra negra. Hoy sería imposible solventarlo".

 La cancha de 9 de Julio, en una nota publicada por "La Nueva Provincia" en el mes de julio de 1986.

 

   -¿Qué clubes eligieron?

   -Los gimnasios de Independiente (2), Barracas Central, Estrella y una quinta en el salón grande de Bella Vista.

   "Bahía conoció el raffa volo, nos adaptamos a la bocha chica y, en el medio, antes del Mundial, hicimos una gira por Italia y Suiza, durante 45 días, con (César) Colantonio. Por entonces se quería imponer la disciplina para la olimpiada".

   -Tremenda movida.

   -A Bahía vinieron dirigentes de la Confederación Europea y Sudamericana, árbitros y dirigentes de Suiza e Italia. 

 El italiano Dante D'Alessandro (parado), César Colantonio, Rubén Trellini y Francisco Mendieta, los últimos tres.

 

 -Llegaron a la final con Italia. 

   -Sí, que tenía a Dante D’Alessandro, el mejor del mundo en esa especialidad. En la cancha había 2.500 personas y nos ganaron 15 a 14. Tuve la suerte de jugar todos los partidos y en la final tuvimos mala suerte. 

   "En la anteúltima mano estábamos 11 a 14; arrimé muy bien, ellos erran dos rafas, luego arriman y sacan el tanto. Pongo la segunda y Eduardo (Luján) agrega otras dos. Era 14 a 14 y definía 'Pancho' Mendieta, quien arrima y se apoya en una mía. Los jueces miden y la dan empatada con una de ellos. En la última salida nos ganan el tanto que les faltaba.

   -La gente enloquecida.

   -Locura. Todavía me lo recuerdan. En Estrella quedó una cancha armada donde se jugó un par de finales. En una estuve con Osvaldo Catini y Roberto Marcolini contra Hugo Lastes, Néstor Arce y Colantonio.

   "La Asociación vendió las maderas para recuperar parte de la inversión. Hasta concentrábamos en el Hotel Austral de avenida Colón, el mejor de la ciudad en ese momento".

   Cada escenario costó 10.000 australes.

   El "Largo" se emociona al recordarlo. Y algunos, que aparecen en la foto, dirán que fueron testigos.